Opinión
Ver día anteriorLunes 17 de noviembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
Padilla conquista la México
J

uan José Padilla, el torero jerezano se encontró con Sonajero de la ganadería de Villa Carmela que literalmente planeaba, se comía la muleta, de encastada nobleza y enloqueció a los aficionados al ejecutar una media verónica, preludio de un faenón a su heterodoxo exilio. Todo a un toro de regalo pedido por el público y regalado por el empresario Rafael Herrerías. En una tarde que se había tornado aburridísima, a pesar del clasicismo de Fermín Rivera.

El toreo de Juan José Padilla descansa sobre la ciudad hechizada llamada Jerez de la Frontera. Afantasmada por el torero gitano Rafael de Paula que la llenó de hondísima sugestión indecible. No le quedó a Padilla más que ser el contrapunto de Rafael de Paula. En Jerez de esta manera nada atrae ni absorbe tan imperativa y suavemente como sus contrastes, lo imprevisto de su magia el secreto del encanto y la escueta y concentrada elegancia de lo incognoscible que hace perder las fronteras del yo a los públicos.

Disfrutar de extraña fiebre del toreo de Juan José Padilla cocido a puñaladas, hasta perder un ojo, fue penetrar en diversos sonidos musicales; de la música callada de Bergamín a la música estruendosa de la plaza México.

Todo hablaba de la expresión elocuente, evocadora del toreo movedizo en perpetua mutación de percepciones poco fiables. Toreros jerezanos que tratan de ser lo que sueñan. Algo que aparentemente consiguió la tarde de ayer Juan José Padilla. La gente le aplaudía sin final.

Faena consagratoria en que cada pase tenía un valor supremo y absoluto, pese a su heterodoxo proceder. El toreo reflejaba una ansia viva y angustiosa de belleza y muerte que encontró eco en una afición depresiva y sensible que recogía el espíritu y lo disponía al hondo goce espiritual de sentir una fiesta que se niega a desaparecer en medio de remotos recuerdos que esconden otros recuerdos y otros.