Opinión
Ver día anteriorDomingo 2 de noviembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Tumbando caña

Experiencia cervantina

T

ras 19 fechas de actividades culturales, con un balance positivo y la actuación del salsero panameño Rubén Blades –quien se unió al reclamo de justicia a los familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Guerrero, desaparecidos ya hace un mes–, llegó a su fin la 42 edición del Festival Internacional Cervantino (FIC).

Pese a ciertos percances, no inherentes a la organización, la llamada Fiesta del Espíritu, avanzó, desde un principio, con paso firme. Salvo la ausencia del maestro Rodolfo Ritter, cuyo concierto no se realizó por motivos de salud, no hubo ninguna cancelación. Puntual a la cita llegaron las delegaciones artísticas de Japón y Nuevo León, país y estado invitados de honor, así como el resto de artistas que conformaron un programa equilibrado.

Desde el grupo de tambores japoneses Tokio Dageki Dan, que con su sonido ancestral inauguraron la fiesta en presencia de sus majestades, el príncipe Akishino, y su esposa, la princesa Kiko, al esplendido concierto de clausura a cargo de Blades y la orquesta de Roberto Delgado, todo fue un acontecer gozoso en sus variadas disciplinas.

La música clásica tuvo su punto altísimo con la presencia del pianista austriaco Rudolf Buchbinder, quien interpretó con rigor, compenetración y virtuosismo las 32 sonatas de Ludwig Van Beethoven, en siete conciertos que en unidad fueron calificados por público y crítica de acontecimiento de indudable relevancia artística.

En el apartado de música contemporánea destacó la presencia del Ensemble Contemporain, en el vetusto recinto del Teatro Juárez. Al joven director Julien Leroy se le ocurrió colocar en la pieza Fifth station, del compositor japonés Dai Fujikura, parte de los atrilistas entre el público: cuerdas en los balcones; bronces y alientos en la platea, quedando tan sólo violoncelo y trompeta en el escenario. LeRoy dirigió de frente al público, y desde los primeros acordes la música nos envolvió como manto sagrado. Algo único e irrepetible que a quienes lo vivimos nos deja la huella indeleble de lo sublime.

La danza, como siempre, cumplió al presentar diversas tendencias, variadas propuestas, como la del provocador coreógrafo japonés Akira Kasai, quien con su propuesta del butoh para los tiempos presentes, realizó un programa especialmente diseñado para el FIC el cual intituló Hayasasurahime, que es el nombre de la diosa que recibe todas las impurezas, vicios y vergüenzas del mundo y las convierte en luz, según nos dijo Kasai en entrevista, al tiempo de confesar que él parte de esa creencia con un sentimiento y posesión chamánica a la acción dancística.

Pero lo que verdaderamente deslumbró/entusiasmó al público concurrente al Auditorio del Estado (sede de las artes danzarias) fue la pieza Alejandro, del Ballet de Belgrado, que no sólo evocó la compleja historia del conquistador Macedonio, con su aprendizaje aristotélico, sus triunfos militares y tragedias, sino que aportó otras lecturas desde sus siete desarrollos dancísticos, con cerca de 30 primeros bailarines en escena bajo la conducción del coreógrafo Ronald Savkovic, quien dijo a este columnista que si hubiera un menaje derivado de la construcción del espectáculo sería la constante trágica de la guerra que aún seguimos padeciendo.

Las comedias Sueño de una noche de verano, Mucho ruido y pocas nueces y el drama Hamlet fueron las puestas teatrales que se presentaron por el festejo del 450 aniversario del natalicio de don William Shakespeare.

La primera, una aproximación a Shakespeare del dramaturgo francés Clément Poiré, propuesta que no convenció del todo por sus diálogos en galo que restaba fuerza humorística al original en inglés. La segunda, un acierto de Juliana Faesler, quien mediante un mecanismo de imágenes y música en escena (la Orquesta de Cámara de Bellas Artes) hizo destacar las fibras emotivas que comparten los involucrados en esta deliciosa comedia de enredos.

Las actividades de calle y los conciertos de música popular, renombrados por el FIC Músicas del mundo, fueron, quizás, a ojos del paseante o del público general, las que determinaron el éxito de esta fiesta cultural.

En la explanada de la Alhóndiga de Granaditas, por ejemplo hubo de todo y para todos (ya escribiremos de ello), siendo el lleno más impresionante y la fiesta más gozosa la convocada por el grupo regiomontano El Gran Silencio. Lejanos ya de los escenarios callejeros, cuando venían a disputar espacios a los mimos; cerca, sí, del corazón de la banda que en todo momento le demostró fe y adhesión a su chuntaro style.

Este es apenas un apretado resumen de lo sucedido. Espero en próxima entregas narrar algunos otros momentos. Por lo pronto sugiero ver la programación de Canal 22 y los especiales que grabaron en su momento.