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Paz y Sor Juana
L

a antigua capilla del que fue el convento de San Jerónimo, que hoy alberga a la Universidad del Claustro de Sor Juana, fue el marco de un lúdico encuentro entre Octavio Paz y Sor Juana Inés de la Cruz.

Para conmemorar el centenario del nacimiento del poeta, la universidad organizó una mesa homenaje para presentar la edición conmemorativa de la obra de Octavio Paz: Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”. En el acto participaron la rectora Carmen Beatriz López Portillo con un bello texto; la directora de la Unesco en México, Nuria Sanz; el investigador Alfonso Alfaro, y Tomás Granados, escritor y gerente del Fondo de Cultura Económica, editora del libro y de la redición de la obra completa del escritor.

Detrás de la mesa de los presentadores se levantaba un espectacular altar de muertos, inspirado en un mural que Diego Rivera pintó en la Secretaría de Educación Pública sobre esa conmemoración. Sentados en una mesa en el centro del montaje dialogan felizmente Paz y Sor Juana, representados por dos calacas de tamaño natural, con sendas máscaras de sus rostros en la mano.

Están rodeados de diversos personajes, entre los que se encuentran Hernán Cortés, la Malinche, Benito Juárez y Porfirio Díaz. De pie aparecen Diego Rivera, Lupe Marín, Salvador Novo y personajes del pueblo: el campesino, el obrero, el rico, el pobre, algunos niños y como remate en lo alto, tres grandes calacas tocando la guitarra con un telón de fondo de calaveras de azúcar. Por supuesto no faltan las flores de cempasúchil, el terciopelo y en esta ocasión también hay alcatraces. La comida, bebida y veladoras presiden la ofrenda.

Debo decirles que no me extrañó la originalidad y lo bien montado del altar de muertos, ya que desde hace años son de los mejores de la ciudad. Siempre alrededor de la figura de la insigne Sor Juana, pero con creatividad abordan en cada caso distintas facetas de su vida y obra.

Resulta que ahora nos maravillaron con otra sorpresa: después de inaugurar el altar, la vicerrectora Sandra Lorenzano, nos invitó a la apertura de la exposición Vámonos para Guerrero...

Organizada antes que sucedieran los terribles acontecimientos de Iguala, es una muestra de textiles del estado de Guerrero, que es parte de la Colección de Indumentaria Mexicana Luis Márquez Romay. Son alrededor de 45 piezas textiles, entre trajes indígenas, mestizos y mantones, representativos de varias etnias guerrerenses, como mixtecos, amuzgos, tlapanecos y nahuas. Muy interesante resulta advertir la tercera raíz, como le llamaba Aguirre Beltrán a la herencia negra, en algunos trajes portados por las afromexicanas en Cuajinicuilapa.

De enorme interés, la sala dedicada a la Nao de China o Nao de Acapulco, flota que transportaba innumerables mercancías desde el oriente, como sedas, porcelanas, biombos, marfiles y lacas. Otro cargamento valioso eran las especies que fueron tan importantes en la creación de la comida mexicana; como imaginarla sin la canela, el clavo o la pimienta.

Resulta fascinante ver cara a cara un mantón de manila y un traje de tehuana, ambos con las mismas flores primorosamente bordadas. Lo mismo podemos advertir en el traje de China Poblana, que inspiró el traje nacional.

Dentro del gozo que produce ver esta exposición, es ineludible pensar en la tragedia que hoy se vive en Guerrero, que nos ha llenado de dolor y coraje a todos los mexicanos. Solidaria y sensible, la universidad colocó en una parte de la sala un ofrenda que rinde tributo a los asesinados y desaparecidos de la escuela normal rural de Ayotzinapa, como una forma de protestar ante la violencia que está sufriendo el país.

Tanto el altar de muertos como la exposición de textiles se pueden visitar hoy hasta las 10 de la noche y el resto de la semana, incluido el sábado, de 10 a 18 horas. La entrada es por Izazaga 92. Al terminar el paseo hay que ir a merendar unos tamales con su chocolate espumoso al Café de Tacuba, y si le queda lugar, un buñuelo con su miel de piloncillo.