Editorial
Ver día anteriorMartes 28 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Campo: viraje necesario
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or tercera vez en lo que va del año, agroproductores de diversas regiones del país demandaron ayer en esta capital el cumplimiento de compromisos adquiridos por el gobierno federal en materia de política agropecuaria, especialmente en regulación del comercio de granos básicos, cuyos precios han caído en forma sostenida en mercados internacionales y en el nacional, a pesar de lo cual se mantienen en el mismo nivel o se incrementan para los consumidores finales.

Los labriegos, pertenecientes a 57 organizaciones campesinas, procedentes principalmente del estado de México, Jalisco, Chiapas, Michoacán, Tamaulipas, Guanajuato, Zacatecas y Morelos, marcharon a la Secretaría de Gobernación y tienen previsto dirigirse hoy a la Cámara de Diputados para pedir que se destinen recursos del ejercicio presupuestal actual a garantizar precios justos para las cosechas de maíz, frijol, trigo y sorgo, a fin de evitar una situación catastrófica para centenares de miles de familias que viven de la producción de esos granos.

Cabe recordar que hace casi un año, en noviembre de 2013, Gobernación se comprometió a reordenar el mercado agroalimentario en general ante el desplome de los precios y a controlar la especulación de intermediarios del puñado de empresas que lo domina, el cual, mediante la expoliación tanto de productores como de consumidores, acumula ganancias astronómicas. Tal compromiso no ha sido cumplido y la situación se ha vuelto insostenible para más de tres millones de productores que labran más de ocho millones de hectáreas en el país.

La circunstancia hace ver en alguna medida las trágicas consecuencias de la abolición de los precios de garantía y su remplazo por el programa Procampo, decisión implantada en las postrimerías del salinato para satisfacer los requerimientos del Tratado de Libre Comercio, que estaba a punto de entrar en vigor, y para acoplar el quehacer gubernamental en materia agrícola a las lógicas del modelo neoliberal que empezaba a implantarse en ese entonces en el país.

Pero la crisis no se circunscribe al problema de la producción de granos y la ausencia de mecanismos que permitan a los agricultores minimizar los riesgos de un mercado global inherentemente inestable y los derivados de condiciones climáticas adversas. El persistente abandono del campo y la ausencia de una política agraria coherente y acorde a las necesidades del desarrollo nacional han generado una multiplicidad de desajustes que se expresan en fenómenos migratorios, pobreza y miseria, marginación, carencias educativas y de salud, incremento de la desigualdad, devastación ambiental por grandes agroindustrias y empresas extractivas, gran precariedad del abasto alimentario y cancelación de la soberanía en este renglón, violencia delictiva y a la postre amenazas concretas y específicas a la gobernabilidad. En diversas regiones del país se multiplican los focos rojos correspondientes a conflictos agrarios y las resistencias de comunidades a megaproyectos mineros, energéticos o inmobiliarios. No es exagerado decir que esta situación crítica es factor fundamental en el estallido de la crisis nacional originada en Guerrero por el asesinato y la desaparición de estudiantes normalistas de Ayotzinapa a manos de fuerzas policiales y delictivas. En efecto, las ofensivas de las diversas instancias de gobierno contra las escuelas normales rurales se inscriben en el abandono del campo y en una visión despectiva de los campesinos que resulta dominante en la élite que controla el país.

Por lo demás, las reformas constitucionales y legales recientemente aprobadas han exacerbado la fractura entre el poder político y económico y el ámbito social agrario, en la medida en que introducen la amenaza ineludible de afectación –o más bien despojo– de tierras campesinas para entregarlas a consorcios energéticos privados.

Como en otras materias del quehacer nacional, en el ámbito agrario resulta urgente y necesario dar un golpe de timón a fin de restablecer un vínculo mínimamente armónico entre el México rural y el México urbano, entre la economía agraria y el resto de la economía.