Opinión
Ver día anteriorSábado 25 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿Cataluña independiente?
S

i no sale el gobierno español actual con un domingo siete, que haga gala de su filiación franquista –es decir, algún acto de fuerza antidemocrático y dictatorial–, el próximo domingo 9 de noviembre los catalanes acudirán a las urnas puestas ex profeso para opinar si quieren o no que su país se convierta en un estado independiente de España, dentro de la Unión Europea.

A diferencia de lo que ocurrió en Escocia el mes pasado, no se tratará de una votación vinculante, cuyo resultado obligue a un acto jurídico ulterior. Si no ha podido ser determinante es porque, a diferencia de los ingleses, los españoles no han tolerado la libre expresión de la voluntad catalana en favor o en contra de la escisión, en un auténtico plebiscito. Se dice que es el caso de que su miedo no ande en burro, pues, a diferencia del tema escocés, es patente la mayoría catalana en favor de la separación. Resulta que los catalanes, dicho en términos precisos, ya están hasta la madre de los abusos de toda índole y de la prepotencia española, así como del generalizado menosprecio explícito de los súbditos de Felipe VI y de la reina Letizia.

Las trapacerías legales en contra de los deseos catalanes de manifestar su voluntad han llegado a extremos legaloides y carentes de ética difíciles de aceptar y hasta ridículos. De no ser porque es una cuestión muy seria, podría suponerse que se trata de un verdadero vodevil.

Finalmente, con matices y argucias, parece ser que los catalanes votarán. Al menos ya todo está preparado para ello, frente a un gobierno español que aparece minado por su corrupción y su ineficiencia. La cantidad de mentiras flagrantes que se han puesto en claro dejan evidencia de su mala fe.

¿Qué se pretende con una elección que carece de reconocimiento oficial del gobierno actual de España? Pues muy sencillo: obtener el suficiente número de papeletas que demuestren, interna y externamente, que sus aspiraciones independentistas son mayoritarias y, por ende, completamente legítimas. Parece ser el paso previo necesario para proceder pronto a una convocatoria para elegir un nuevo gobierno que, además, constituya un verdadero referendo que permita y, sobre todo, legitime una declaración unilateral de la independencia, sustentada en la mayoría de los sufragios, esta vez emitidos con todas las de la ley.

Quien conozca, aunque sea someramente, la historia de la península, pero no la que está regida por la concepción franquista que aún sobrevive en ese país, en el cual tiene mucho de endémica, sabrá perfectamente que el independentismo catalán no es nuevo.

Más o menos simulado, según la naturaleza de la represión, ha existido desde hace muchísimo y, habiendo fracasado los intentos de una convivencia que se asemeje al precepto juarista del respeto al derecho ajeno, “entre los individuos como entre las naciones, en los últimos cinco años el soberanismo catalán se ha acelerado muchísimo, a tal grado que ha sorprendido incluso a muchos de sus propios líderes políticos.

Bien puede decirse que la mayor fuerza del independentismo actual proviene del pueblo catalán, como lo han dejado diáfano la asistencia siempre mayor que lo esperado a cada una de las diferentes manifestaciones públicas habidas durante los últimos cuatro o cinco años.