Opinión
Ver día anteriorMartes 14 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Ciudad perdida

Negar la realidad, práctica perredista

Iztapalapa, zona caliente

Defensa de los derechos humanos de Abarca

L

a práctica se inició hace ya algún tiempo. Se trata de negar la realidad sin importar la crítica. Se trata de construir un discurso que se repita por un lado y otro con la ayuda de los medios, en el que sólo se pueda difundir su visión de las cosas. Por eso, Carlos Navarrete, el chucho, dejaba de lado la muerte y la desaparición de los normalistas para tratar de ofrecer una disculpa hueca, forzada, sin fondo, sin nada que ver con la realidad, y ahora Raúl Flores grita que lo que ha sucedido en Iztapalapa, la irrupción de un grupo armado aparentemente al servicio de Dione Anguiano, posible candidata del PRD a la delegación, y su compañero sentimental, Alfredo Hernández, tampoco es real, y amenaza con expulsar del partido a quien hizo la denuncia, porque lo mejor es seguir aparentando que no pasa nada, igual que Navarrete.

De todas las preocupaciones, de todos los problemas que enfrenta el gobierno de Miguel Ángel Mancera, el de la seguridad es prioridad número uno, pero, más allá de cifras alegres, en la calle, más allá de la visión de la ceguera de los funcionarios partidistas, la sensación de que en cualquier momento algo desagradable nos puede pasar va en aumento, y noticias como la denuncia de un grupo armado que extorsiona y amedrenta en algunos lugares de la delegación Iztapalapa confirman la precepción.

Lo peor es que hasta el delegado, Jesús Valencia, que sabe que el enfrentamiento entre grupos rivales en la demarcación no es nada nuevo, y que se ha ido incrementando, quiere negar lo que allá, por Cabeza de Juárez, todos saben, y desde hace mucho. Se cuenta, por ejemplo, que entre quien hizo la denuncia, David Mendoza Arellano, funcionario del PRD en la ciudad de México, y el padre de la señora Dione Anguiano se han dado choques por el control de algunas bases de taxis piratas.

Hoy, el problema entre las dos bandas es mucho mayor. La zona en disputa está considerada como caliente, y unos y otros buscan el control por los medios más violentos, lo que ha convertido a aquella parte oriente del DF en un lugar sin ley, pleno de caos. Los únicos que no lo saben son el delegado y, desde luego, el jefe del PRD en el DF que anda en otras grillas.

Así pues, negar la realidad, mentir para tratar de hacer creer que las aguas siguen tranquilas, no ayudará a resolver el problema; por el contrario, el mejor alimento de la violencia es el silencio, y eso es lo que buscan Flores y Navarrete, quienes seguramente ya tienen listo el siguiente discurso para pedir que se les perdone por no hacer caso a la realidad.

Por lo pronto, quien no puede echar a un lado los actos de violencia que se están dando en el DF es Miguel Ángel Mancera, quien no debe cerrar los ojos ante la evidencia, ni permitir que los intereses partidistas le cierren el camino al quehacer de la justicia. Si algo está sucediendo en Iztapalapa habrá que frenarlo allá, antes de que empiece a diseminarse por toda la ciudad, o ¿ya está en toda la capital y no nos damos cuenta? En un partido político serio, Flores y Navarrete deberían renunciar. ¡Aguas!

De pasadita

Eran por ahí de las 2:30 de la mañana. Los militantes del PRD reunidos en un Consejo Nacional levantaban la mano para aprobar un comunicado en el que ese organismo expulsaba de sus gloriosas filas a José Luis Abarca, cuando tronó la voz de Pablo Gómez, que pedía justicia para el presidente municipal con licencia de Iguala, Guerrero.

Contundente como siempre, Gómez aseguraba que se estaban violando los derechos humanos de Abarca y que el partido debería darle el derecho a defenderse. Hubo bronca, y René Bejarano tomó la palabra para relatar el historial del guerrerense, que entre otras cosas le sirvió como una gran bocanada de oxígeno ahora que las cosas no le han ido bien, y luego, con la aguda inteligencia que lo distingue, Carlos Navarrete se fue a Guerrero a decir lo que ya hemos mencionado. ¡Qué triste historia la de ese partido!