Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 12 de octubre de 2014 Num: 1023

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

De las guerras
que somos

Omar González

Luis Nishizawa:
los dones cultivados

Augusto Isla

Requiem por
Alain Resnais

Miguel Ángel Flores

Mi voz raza
de alto horno

Héctor Kaknavatos

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
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La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
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Alonso Arreola
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Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
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Cinexcusas
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Luis Tovar
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El pasado es ahora

Una lectura incluso superficial de la realidad presente indica que tal vez algo de verdad hay en la frase aquella según la cual “todo tiempo pasado fue mejor”. Empero, no se cometa el error de creer que “mejor” y “bueno” son sinónimos: si el pasado luce mejor que el presente sólo se debe a que este último no deja de verse cada vez peor, preñado de horror, barbarie, impunidad, ignominia y descomposición aceleradas.

En el género, el estilo, el formato y el tono que se quiera, en los que mejor le sienten a cada quien, es urgente que guionistas, productores y realizadores trasladen este presente nuestro a la pantalla. Será deplorable que vuelva a suceder lo de otras –tantas, demasiadas– veces, que deben transcurrir largos y excesivos años para que suceda uno de dos, igual de lamentables hechos: o es poquísimo, por completo insuficiente el cine que se hace eco de las tragedias que nos van marcando como sociedad, o en definitiva ese cine es punto menos que inexistente, como si dichas tragedias no merecieran la pena de ser contadas, es decir pensadas, denunciadas, revisadas, analizadas, una y tantas veces como sea necesario para contribuir, desde la cinematografía, a la superación de los constantes traumas sociales que desde siempre han marcado nuestra historia.

¿Acá por qué no?



Póngase como ejemplo el más paradigmático de todos: más allá de la evidente y jugosa explotación comercial que ha significado para quienes las producen, hay una razón concreta, real e ineludible por la cual no dejan de filmarse, desde que la segunda guerra mundial terminó, películas que abordan el Holocausto judío a manos del nazifascismo, y esa razón tiene todo que ver con lo que, en el fondo, está diciéndose con la citada frase alusiva a los tiempos pasado y presente: decir que hoy sólo es posible hallarse peor que ayer equivale a la expresión pesimista de un deseo que se antoja irrealizable. (Por lo demás, para el caso de la sociedad israelí este proceso psicosocial implica una paradoja monstruosa si se toma en cuenta la conducta contemporánea de sus gobernantes; expresado a manera de pregunta: qué tiempo será entonces mejor, ¿aquel en el que eran víctimas o éste, en el que son clarísimos victimarios?)

No menos craso es el ejemplo que la cinematografía estadunidense ofrece con Vietnam: filme tras filme, aquella sociedad ha evidenciado que algo muy importante se le fracturó en un punto muy profundo de su conciencia colectiva, y que necesita replantearse los hechos, las causas y las consecuencias de su proceder para –en su caso específico– seguir adelante, pero sin tanto menoscabo emocional y psicológico, en esa búsqueda de preeminencia económica, ideológica y cultural que parece serle absolutamente indispensable para entenderse a sí misma como ente sociohistórico.

Desde esa perspectiva, de justificada reiteración de lo pasado que exige un espacio vivo en la memoria, así como otro espacio, acaso aún más amplio y despejado en el aquí y el ahora, ¿dónde están las quince, veinte o treinta películas que hablen de nuestro negrísimo 1968, de la huelga ferrocarrilera? ¿Dónde las dos o tres decenas de filmes que aborden la guerra sucia echeverrista; la guerrilla setentera con sus maestros y sus escritores y sus intelectuales en la urbe y en la sierra; los aciertos y los fracasos de la Liga Comunista 23 de Septiembre; el trágico asalto al Cuartel Madera; el no menos trágico y criminal Jueves de Corpus; la inoperancia ídem del Estado Mexicano los días inmediatamente posteriores al terremoto del ’85… por decir solamente los primeros ejemplos que vienen a la mente? Por el buen estado de salud mental de esta sociedad nuestra, que hoy exhibe signos ya no de desarticulación sino de innegable podredumbre, deberíamos poder hablar de demasiados filmes que recapitulen la ignominia constante –como en los casos nazi y vietnamita y tantos otros en los que el cine mundial sigue cebándose–, y no de pocos o ninguno.

Como sabe Todomundo, los filmes que abordan esos temas y hechos nacionales no alcanzan, ni siquiera juntos, media centena, y muchos de ellos no han sido tocados jamás ni por el pétalo de un guión, para un enorme y grave déficit histórico que habla mal de una sociedad que, desde esta perspectiva, no puede sino tacharse de desmemoriada, evadida, escamoteadora. ¿Sucederá lo mismo con Acteal, Aguas Blancas, San Salvador Atenco, Ayotzinapa, Tlatlaya y demás fosas comunes en las que, a punta de pantallas vacías de temas como éstos, seguimos sepultando nuestra obligación de revisar el tiempo que nos tocó vivir?