Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 21 de septiembre de 2014 Num: 1020

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cartas de Juan
de la Cabada a
José Mancisidor

Las Crónicas
parisienses
de
Alfonso Reyes

Vilma Fuentes

Martín Chambi, un
fotógrafo fundamental

Hugo José Suárez

Homenaje póstumo

Nicanor Parra,
un siglo de humor

José Ángel Leyva

¿Quién le teme a
Sigmund Freud?

Antonio Valle

Con ustedes,
los Rolling Stones...

Juan Puga

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Columnas:
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
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Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
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La Jornada Semanal

 

Orlando Ortiz

Horizonte encapotado

Quienes me conocen me acusan de pesimista. Admito mi proclividad al pesimismo, que en ocasiones –como ahora– se agudiza, y no por mero reconcomio. Hecho recientes me remitieron a las siguientes líneas, escritas por Fortún (Francisco Zarco) y publicadas en la Ilustración Mexicana, a mediados del siglo XX: “Con todo lo bueno se nos amenaza y nada más. Cada año esperamos tener siquiera un piso plano, y esto es imposible. Se nos ofrece alumbrado de gas, y el proyecto se frustró porque un particular tuvo miedo de quemarse… ¡Y luego dicen que las mayorías son opresoras!... ¡Mentira! Sobre todo en México, donde siempre, siempre, una insignificante minoría oprime al país entero.”

Es fácil deducir que mi evocación de esas líneas se relaciona directamente con la aprobación, en el Congreso, de las leyes secundarias de las reformas constitucionales, en particular la energética, leitmotiv de la actual administración. Muchas fueron las voces que se levantaron, desde hace mucho, para pronunciarse en contra del en aquel entonces sólo proyecto; voces que señalaban la necesidad de estudiar con detenimiento el mejor camino para averiguar si debía darse el paso y hasta dónde podía darse sin que México acabara perdiendo. Todo fue inútil, la decisión estaba tomada “arriba” y los esbirros políticos del régimen acataron y ejecutaron ciegamente el mandato: reformar la Constitución, primero, y luego, orientar la reglamentación para beneficiar al sector hegemónico; pero desde luego que utilizando un discurso sofista, que disfrazara las intenciones del reformador. Se reforma, dirían, para beneficiar al pueblo; para que pague menos por la luz, por el gas, por la gasolina, para que haya más trabajo y mejores salarios, etcétera.

Los esbirros políticos, tal vez llevados por sus propias palabras, y manejando números alegres, parecían estar convencidos de las bondades e inmensos beneficios que acarrearían las reformas. Sin medir sus argumentos casi prometieron que apenas se publicaran las leyes secundarias en el Diario Oficial, comenzaría el diluvio de riquezas y bienes, se iniciaría el descenso de los precios en la gasolina, el gas, la energía eléctrica, etcétera, lo cual no se conseguía desde ya por culpa de unos cuantos izquierdosos que no piensan ni se preocupan por el bienestar de los mexicanos, pues responden solamente a sus intereses ideológicos (antes decían: al oro de Moscú). Pocos días antes de que consumaran sus propósitos, algunos de los entusiastas defensores y paladines de las reformas empezaron a matizar las cosas y bajar de volumen sus voces. Los gasolinazos mensuales continuarán todavía por algunos meses, la reducción de las tarifas de luz no puede llegar de golpe y porrazo… en fin, la solución inmediata a los problemas económicos que nos prometían, en el mejor de los casos no va a ser tan inmediata. Y se callan lo que sería el colofón: tendremos que seguir aguantando salarios reducidos, pérdida del poder adquisitivo, tarifas eléctricas desmesuradas y una nueva deuda que yo, pueblo, no contraje pero debo pagar porque así quedó establecido en la nueva legislación.

La manipulación de los medios ha dado resultado: uno encuentra en la calles o en el Metro y otros transportes colectivos, a personas que están convencidas del discurso y las acciones de la actual administración prianista. ¿Seguirán opinando lo mismo dentro de algunos meses, cuando las promesas no sean cumplidas y se agudice el deterioro de sus condiciones de vida? Seguramente no. La inconformidad y disgusto de numerosos sectores sociales se va a poner de manifiesto de una u otra manera. No dudo que para evitar estallidos sociales el gobierno incremente sus programas de ayuda social, vía adquisición de empréstitos que comprometan cada vez más la soberanía nacional y no solucionen de raíz los problemas económicos y sociales. Deuda pública que acabaremos pagando los contribuyentes.

Por lo pronto, ya la CFE se deslindó de lo prometido por el Ejecutivo y el Legislativo prianistas y puntualizó que la disminución en las tarifas de la energía eléctrica tardará en llegar (si llega, agrego yo) alrededor de dos años. Mi duda obedece a que el mismo “heraldo negro” apuntó que es necesario cambiar de tecnología, equipos, etcétera, para producir energía a más bajo costo, pero como los empresarios mexicanos siempre quieren recuperar de la noche a la mañana las inversiones que realizan, lo más seguro es que tales cambios de equipo y tecnología en lugar de reducir vayan a incrementar las tarifas. Y el secretario de Hacienda también… ¿para qué seguir?