Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 31 de agosto de 2014 Num: 1017

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Una carta sobre
Menahem Begin (1948)

El asalto de lo extraño
Carlos Alfieri

El pecado de la risa
Vilma Fuentes

El Marruecos de
ellas: siete poetas contemporáneas

El ojo más grande
del mundo dirigido
al Universo

Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 

Educar y prospectar

Germán Iván Martínez


Aprender a decrecer. Educando para la sustentabilidad
al fin de la era de la exuberancia,

Luis Tamayo Pérez,
Paradiso Editores-Instituto Tecnológico para el Desarrollo
Sustentable de México,
México, 2014.

Filósofos, economistas, geógrafos, sociólogos, climatólogos, antropólogos, médicos, planificadores, proyectistas, demógrafos, ecologistas, pedagogos y un grupo cada vez más creciente de estudiosos han advertido desde hace tiempo que la humanidad tiene comprometidos el bienestar y la supervivencia si continúa prevaleciendo la depredación de los recursos naturales, el exceso de confianza, la ignorancia, el derroche, la estupidización y la inacción. De ahí que comprender el presente e imaginar el futuro sean dos tareas que debe atender una educación distinta a la que hasta ahora se aferra a cubrir contenidos en lugar de des-cubrir soluciones a los desafíos del porvenir.

En éste, su libro más reciente, Luis Tamayo advierte que el ser humano, en aras del “progreso”, vive engañado (y engañando) cuando piensa que es imperecedero y eternos los recursos naturales y energéticos de nuestro planeta. El crecimiento poblacional, los patrones de consumo impuestos por el capitalismo globalizado, la inconsciencia social, la falta de compromiso político, la indiferencia gubernamental, la indolencia de una buena parte de la comunidad científica o la corrupción, por codicia, de algunos de sus integrantes, que legitiman lo que las corporaciones biotecnológicas dictan mundialmente para envenenar la Tierra y lucrar luego con la salud y el hambre de los pueblos; todo esto, dice Tamayo, sumado al final de la era del petróleo barato, el mercado neoliberal y el calentamiento global antropogénico, tiene que ver con una crisis socio-ambiental de consecuencias aún insospechadas, que empezó a gestarse cuando el hombre se erigió a sí mismo como la especie principal para dominar el planeta.

Ha sido una mezcla de insapiencia y necedad la que ha llevado al hombre a pasar por alto que los recursos de la Tierra son finitos; la destrucción del mantillo simplifica el suelo, genera la pérdida de su capacidad productiva y altera su microflora y microfauna; la privatización del suelo es una trampa insensata derivada de una sociedad avariciosa; la agricultura implementada a imagen y semejanza de la industria condena al descuido y al abandono al campo y a los productores; la apertura de las naciones pobres a los excedentes agrícolas de las naciones ricas, genera una dependencia absoluta a quienes son dueños de los alimentos; y la apertura global a los transgénicos no sólo profundiza la pobreza sino pone en riesgo nuestra seguridad alimentaria y nuestra existencia.

El autor invita a aprender de la naturaleza y emularla; a ser responsablemente precavidos y pensar en la ecoeficiencia, que permite hacer “más eficientes las tecnologías de producción orgánica de alimentos, captación de agua de lluvia, riego de los sembradíos, aprovechamiento de la energía solar, eólica, hidráulica, maremotríz y geotérmica”. Exhorta a la autocontención para respetar los límites planetarios y a la justicia socioambiental al reconocer que nuestra ceguera y apatía han hecho un daño letal a la madre Tierra, daño que en muchos sentidos es irreversible. Basado en autores e investigadores comprometidos con el bienestar humano, en fuentes actuales y estudios recientes, Tamayo denuncia cómo las grandes empresas agroquímicas y biotecnológicas se enriquecen con la venta de semillas transgénicas y herbicidas específicos; cómo corrompen a gobiernos y científicos que tuercen la verdad por intereses económicos. Señala asimismo cómo la agricultura convencional y las “prácticas agroindustriales enferman subrepticiamente a gran parte de la humanidad”.

Cambio climático, deforestación, pérdida de biodiversidad, contaminación derivada del uso de agroquímicos “onerosos, ineficaces y peligrosos”, acidificación de los océanos, reducción del uso mundial del agua dulce y agravación de los fenómenos hidrometeorológicos plantean un “escenario de extinción masiva” si la temperatura de la Tierra sigue aumentando por nuestra imparable depredación y la obstinada manera de vivir en el entretenimiento, el consumo y el dispendio. Sólo una educación que permita “despertar del desmesurado y enloquecido sueño del progreso” nos enseñará a prever, es decir, a pensar el mundo catastrófico que se avecina para re-construirlo.


La poética del margen

Jair Cortés


Glorieta vaqueritos,
Héctor Villarreal,
Mono Ediciones,
México, 2013.

Es un hecho que la palabra poética no sólo habita en los libros; de hecho, el libro sólo es el punto de reunión, quizá uno de los últimos lugares “físicos” en el que se congrega la condición del lenguaje que revela la otra realidad. En Glorieta Vaqueritos, Héctor Villarreal (Ciudad de México, 1975) parte del tema de la ciudad para develar los cimientos que la sostienen: las voces de quienes habitan el margen, las periferias y “las rutas alternas” de la ciudad misma. Aunque los poemas de este libro parecieran un “nocturno” antisolemne cantado por un coro de outsiders, este libro va más allá de un rescate del habla coloquial o la poética del barrio; encuentra la esencia del sentido poético, conciencia de su realidad que logra trascender hacia una construcción más compleja: el espíritu de quien habita las ruinas modernas: “Estamos bien porque podríamos estar peor./ esto es lo que hay: hubo una fiesta, pero ya se acabó.” Héctor Villarreal ya ha corrido otros riesgos escriturales antes. Quien ha podido leer sus ensayos o artículos, así como sus aforismos en las redes sociales, se dará cuenta de una aguda visión crítica; su decir no está comprado por la tendencias de la semana sino por un (auto)examen continuo de los hechos que se presentan ante él: no habla como un simple testigo. Su crónica también busca incidir en los hechos, replantearla, ver el lado que los demás no pudieron (o no quisieron) ver: “Por aquí no han pasado los narcos,/ los estamos esperando./ hay odio y hambre tras de las puertas/ y dos patrullas en cada esquina./ Los estamos esperando/ como a un ejército de liberación.” Glorieta Vaqueritos es un libro de poemas que recorre a pie los diversos mundos que componen al desgastado universo de Ciudad de México, pero no se ciñe a una geografía; sus poemas (ñeros, arrabaleros) brillan como aquellos vidrios rotos sobre el asfalto y, lo más interesante, forjan una visión del mundo, una enseñanza, como en el siguiente fragmento del poema “El Sun Tsu de la supermanzana”, una suerte de reescritura del legado filosófico de la supervivencia en un mundo ceñido por lo agreste del barrio y sus elementos: “Si vas a competir, haz trampa;/ Si haces trampa, hazla bien;/ si no haces trampa, ten seguro el triunfo.” En Glorieta Vaqueritos se escuchan las voces de los otros, de los que siempre quedan fuera de la fila, de los que al ver cerrado todo camino reinventan uno nuevo en el trazo de una glorieta.