Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 17 de agosto de 2014 Num: 1015

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Leer en la voz materna
Alfredo Fressia

González Suárez y
Higgins: la hipérbole
como derivación

Ricardo Guzmán Wolffer

Álvarez Ortega, el poeta español más europeo
Antonio Rodríguez Jiménez

La escritura como
válvula de escape

Ricardo Venegas entrevista
con Elena de Hoyos

El vuelo de la guacamaya en Playas Tijuana
Alessandra Galimberti

Sergio Galindo entre
el delirio y la belleza

Edgar Aguilar

El Bordo (fragmento)
Sergio Galindo

Medio siglo de rock
Miguel Ángel Adame Cerón

La profundidad
del cielo austral

Norma Ávila Jiménez

Desarrollo
Titos Patrikios

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Gringoína

Ha vuelto a suceder: en las cerca de seis mil pantallas cinematográficas comerciales del país, al momento de escribir las presentes líneas no está exhibiéndose ni una sola película concebida, escrita, producida, coproducida, filmada o referida a México. De hecho, si no fuese por las tres cintas nacionales aún sobrevivientes en la Cineteca Nacional y las dos sedes de Cinemanía –dos largometrajes, Huérfanos y Workers, más el estupendo cortometraje Música para después de dormir, de todos los cuales se ha dado cuenta en este espacio–, el cien por ciento de la oferta cinematográfica sería extranjera, a lo cual se añade que, para no variar, los porcentajes son escandalosos: dieciséis filmes de diecinueve disponibles son estadunidenses.

Crasa desporporción/distorsión, de la que se ha hablado hasta el hastío lo mismo aquí que en otros espacios –muy escasos e infrecuentes, para la gravedad del asunto–, pero de la cual, y en vista de los hechos concretos y no de los bienintencionados discursos, nadie parece hacerse real cargo.

Más allá de los habituales argumentos mercachifles para justificar tamaña tara, la situación prevaleciente tiene al menos dos lecturas, a cual más grave: la primera, que mientras no se tomen medidas no necesariamente determinadas por las jamás impolutas ni inocentes leyes de mercado para cambiar esta dinámica, la hoy abundante producción fílmica mexicana, dicho en buen mexicano, viene valiendo madre.

La segunda lectura, no de orden sectorial y local sino de orden macro, rebasa el ámbito cinematográfico y planta el pie en los terrenos de la geopolítica y puede que incluso, a estas alturas metastásicas, en los de la idiosincrasia: sobresaturados de nombres, marcas, firmas, corporaciones, instituciones, referentes, personalidades mediáticas, historias, voces, ideas e ideales principalmente madeinusa; bien amaestrados en el arte tristísimo de dar por hecho que inversiones, soluciones, innovaciones y transformaciones sólo pueden llegarnos de fuera porque resulta que somos –o eso parece creer Lamayoría– ciento diecisiete millones de perfectos incapaces para pensar por nosotros mismos y resolver nuestros problemas; hechos a la idea de que “así son las cosas” y, aún peor, que así están bien, nada de extraño tiene que, entre tantísimos entreguismos, el más reciente y el mayor, consumado hace apenas seis días, no haya movido a casi nadie ya no se diga a la indignación y la protesta, sino al menos al acopio de información no distorsionada y manipulada, y a una consecuente toma de postura.

Todo que ver

Podrá decir Unoqueotro que qué tiene que ver todo eso con la exhibición cinematográfica, a lo que habría que responderle precisamente que tiene todo que ver. Aquí se trata de distintos ámbitos pero un solo neocolonialismo verdadero: desde hace algunos ayeres, pero hoy más que nunca si contamos del 18 de marzo de 1938 a la fecha, este país ya no se llama México y ni siquiera México, S.A., como lo rebautizara en la práctica el nefando Miguel Alemán en los años cincuenta del siglo pasado, sino ya de plano Mexico LTD Company Inc.

No son precisas muchas luces, culturalmente hablando, para darse cuenta de que si los gringos no nos han cosido y cocido a bombazos –como de nuevo está a punto de suceder en el también petrolizado Irak–, invadido el cielo con drones y el suelo con marines, en una medida inmedible pero bastante notable se debe a que jamás han dejado, desde que concluyó la segunda guerra mundial, de bombardearnos el intelecto –o lo que queda de él–: ahí están, para no ir más lejos, las pestilencias belicohegemónicas recientes, juntando lana en cartelera mientras licuefactúan seseras, como Guardianes de la galaxia (Guardians of the Galaxy, James Gunn, EU, 2014), la aquí ya vituperada Transformers, e inclusive burradas recicladas tan ridículas como Tortugas ninjas (Jonathan Lienesman, EU, 2014).

Sociología elemental: una sociedad es como un organismo biológico, en el que todo está interrelacionado, todo cuenta y toda parte afecta al todo. Ayer el cine y la comida y el modo de vestir y el de divertirse y el de desear y el de imaginar y...; ayer todo eso, hoy la electricidad y, sobre todo, el petróleo. Mañana, siempre y cuando a los-de-siempre/nuevos patroncitos les interese o les convenga, de una vez el territorio, no nada más el subsuelo.

Mientras, pongámonos exageradamente tristes porque Robin Williams se suicidó y luego vayamos al cine por una dosis más de esa droga dura llamada gringoína.