Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 3 de agosto de 2014 Num: 1013

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Actuar: un acto
de generosidad

Antonio Riestra entrevista
con Naian González Norvind

Nomenclaturas urbanas
Ricardo Bada

Onetti, a veinte años
Alejandro Michelena

El recuento de los
cuentos de Onetti

Alicia Migdal

Onetti y Los adioses:
lecciones para un
lector cómplice

Gustavo Ogarrio

Matemáticas,
redes y creencias

Manuel Martínez Morales

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Actuar: un acto de generosidad

entrevista con Naian González Norvind

Con una incipiente carrera en el ámbito actoral mexicano, Naian González Norvind, quien también incursiona en la poesía, obtuvo el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y ha sido dirigida, entre otros, por Raúl Fuentes, Fernando Sariñana y Maryse Sistach. Es protagonista de la serie Crónica de castas, bajo la dirección de Daniel Giménez Cacho, en la que se da vida, pero de modo fiel, y sin clichés, al llamado barrio bravo de Tepito. La actriz habla sobre el propio proceso creativo y afirma que“el personaje no existe, son líneas sobre una página”.

Antonio Riestra

–La sensibilidad como inteligencia.

–La sensibilidad es un tipo de inteligencia. No sé si me volví sensible a través de la inteligencia o si me volví inteligente a través de la sensibilidad. El intelecto se va desarrollando a lo largo de la vida, y todos nacemos siendo muy sensibles a lo que nos rodea. Es esa sensibilidad la que se va transformando en inteligencia, porque siendo demasiado sensible luego te pueden afectar demasiado las cosas y tal vez eso no sea tan bueno. Es como si la inteligencia se desarrollara para lidiar con esas cosas a la cuales somos tan sensibles. Pero nunca hay que dejarse llevar demasiado por la inteligencia para que ya nada te afecte. Cierta vulnerabilidad siempre es buena, y como actriz más: tienes que estar con los poros abiertos hasta que suceda cualquier cosa. De repente empecé a entender que la inseguridad que uno como actor siente al entrar en escena es exactamente lo que tiene que usar para lograr que el público sienta algo. En vez de renegar de cualquier inseguridad o miedo, asumirlo y salir con el miedo mismo y decir “sí, tengo miedo”.

–¿Desnudar el propio lenguaje?

–La idea del desnudo… Qué vasta, ¿no?

–¿En qué momento se llega al fondo de ese lenguaje que es el actor?

–No sé si haya un fondo. No creo que Shakespeare de repente haya dicho: “Ya, esta es mi obra maestra”, o “ya estoy satisfecho con lo que escribí”. Cierta satisfacción sí tiene que haber, porque la satisfacción es un motor para seguir haciendo. Pero creo que nunca llegas.

–El antes, el aquí y ahora, el después del actor...

–Como actriz escribo mi personaje en escena al estar abierta a todo lo que el personaje me esté dictando, pero no es sólo eso. Yo soy de las actrices que piensan que sin un buen guión no puedes llegar a mucho. Por ejemplo, todos esos cortometrajes estudiantiles donde aparece el chavo que está en la banca, en el parque, fumándose un cigarro y todo el corto es como él paseando… Están bien, pero casi nunca funcionan, es raro que esas cosas funcionen. ¿Por qué? Porque el actor necesita poder contar una historia. Mientras más concreta sea, mejor. O sea, lo abstracto puede funcionar, pero entonces debes tener a un director que sepa exactamente lo que quiere y que te lleve ahí. Y siento que en México hay mejores directores en el teatro que en el cine o en la tele. Por eso quiero hacer teatro. En cuanto empiezas a ver una serie, una película o una obra de teatro, el público acepta jugar el juego; tú aceptas que vas a hacer algo que no es real, pero lo vas a tomar por real. Sabes que no está sucediendo en realidad, que es ficción, pero te la crees y acabas llorando a veces o acabas riéndote. Esa es la primera parte. Eso es lo primero que le ayuda al actor.


Fotos: Eniac Martínez

David Mamet escribió un libro que me cambió la vida: True and False: Heresy and Common Sense for the Actor, y empieza así, primer capítulo, primera frase: Stanislavski is bullshit. Lo que te dice es: no hay personaje que construir, el personaje no existe, son líneas sobre una página. Tú te subes a un escenario y el espectador automáticamente en su cerebro crea al personaje, y como decía Serguéi Eisenstein, la película existe en la mente del espectador, el espectador va uniendo los puntos, él va haciendo todo en su cabeza; pones una imagen detrás de otra: imagen A detrás de imagen B, y te da algo. Luego pones la misma imagen A detrás de una imagen C y te da algo completamente diferente, y es porque así lo interpretó la mente del espectador. Entonces, lo que dices sobre aquello de que yo adopto completamente un lenguaje y encarno al personaje sin que se vea la manufactura, para empezar es esto, está en la mente del espectador, luego está en el guión, luego está en la dirección y en el actor… En el teatro ahí acaba, con el actor. Pero en el cine o en la tele hay muchos otros procesos que le siguen al actor y que van a diseccionar su trabajo para bien o para mal. Realmente no tienes el control de nada, o de casi nada, y eso también es agradable. Creo que hay mucho que aprenderle al descontrol, al no querer controlar.

–¿Y la fama?

–Poco a poco fui aprendiendo, por las buenas y por las malas, que ese no es el camino, y que la fama debe ser el resultado de tu trabajo y de tu talento. En lo personal, quiero poder brindar al espectador lo que otros actores me han dado a mí. No sólo valoro la actuación como un oficio, sino también como un acto de generosidad.