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Autodefensas michoacanas, fruto de la tradición de lucha rural

El Estado no ha ocupado los espacios que dejó vacíos hace años

La humillación a Mireles manda un mensaje a quienes se resisten a someterse a la estrategia oficial, señala el autor, quien describe dónde abrevaron, cómo han evolucionado, cuál es el estado actual de la cuestión, con el TLCAN y el neoliberalismo como telón de fondo

 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de agosto de 2014, p. 12

Prolífico autor, Luis Hernández Navarro incursiona ahora en el tema de las autodefensas, aunque su trabajo no arranca ni se agota en el Michoacán de José Manuel Mireles e Hipólito Mora, pues sostiene que la dinámica adquirida por las autodefensas michoacanas sería impensable sin lo sucedido en Chiapas, con el EZLN, años atrás.

En Hermanos en armas: policías y autodefensas (Para Leer en Libertad, AC), el coordinador de Opinión de este diario revisa la larga tradición de autodefensas campesinas e indígenas anterior al levantamiento en la Tierra ­Caliente.

Los hombres del campo en casi todo el país se armaron en diferentes momentos para enfrentar el abigeato, pero también para resistir las agresiones de las guardias blancas de ganaderos y pistoleros al servicio de caciques y hacendados. La misma guerrilla de Lucio Cabañas tuvo en sus inicios un fuerte componente de autodefensa, dice Hernández Navarro.

Estos movimientos adquieren otra dimensión con el alzamiento zapatista de 1994. El autor recuerda que en una de las primeras entrevistas que el subcomandante Marcos concedió a este periódico explicó cómo el EZLN nació como un grupo de autodefensa, una fuerza que los indígenas hicieron suya para enfrentar las guardias blancas de los finqueros que les quitaban la tierra y los maltrataban. Con la reforma al 27 constitucional, que canceló toda posibilidad legal de tener tierra, se precipitó la conversión de esa autodefensa en un ejército indígena.

Para Hernández Navarro, el levantamiento zapatista impulsó la lucha indígena en el país, abrió un espacio de legitimidad a las reivindicaciones étnicas y las dotó de un horizonte de lucha novedoso, en el que las tareas de seguridad y justicia son relevantes.

El nuevo ciclo de luchas al que dio pie el zapatismo se expresó en la formación de la CRAC-PC en Guerrero y en el Manifiesto de Ostula (Michoacán, 2009), que reivindica el derecho a la autodefensa indígena y tiene el sello de agua de los insurgentes del sureste mexicano.

–Hay evidencias de que la mano del gobierno federal estuvo presente en el nacimiento de las autodefensas. ¿Está pagando ese pecado de origen con su situación actual?

–En Michoacán hubo una especie de levantamiento indígena por la autodefensa desde antes de lo sucedido en Tepalcatepec y La Ruana. Las autodefensas de Tierra Caliente nacieron de la confluencia de intereses de los grandes agricultores privados, del Ejército y, muy probablemente, de cárteles rivales de Los caballeros templarios. Sin embargo, se transformaron muy rápidamente en una movilización social armada, con fuerte contenido popular. Se volvieron una especie de nueva bola (por evocar un término de la Revolución Mexicana). Al calor de ella, la reivindicación de autodefensa indígena en la entidad se recompuso.

Y, aunque nunca han sido un movimiento contra el gobierno, parte de sus integrantes parecen no estar dispuestos a disciplinarse incondicionalmente a los dictados de las autoridades. A menos de un año de su surgimiento, se convirtieron en un dolor de cabeza permanente para el gobierno de Enrique Peña Nieto. Las quejas en su contra de organismos empresariales internacionales y del mismo gobierno de Estados Unidos obligaron a las autoridades a intentar desmantelarlas.

–En el libro te detienes en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD). ¿Qué lo hermana con Mireles o los comunitarios de Guerrero?

–La convocatoria de Javier Sicilia a manifestarse contra la violencia, tanto la generada por el crimen organizado como la de los cuerpos de seguridad del Estado mexicano, desembocó en la formación del MPJD.

“El gobierno fue emplazado a dialogar sobre su equivocada estrategia de combate a la delincuencia organizada. Sin embargo, a pesar de los encuentros con el Ejecutivo, el Legislativo y los partidos, Calderón se empecinó en seguir adelante con su estrategia de muerte.

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El coordinador de la sección de Opinión de La Jornada, durante la charlaFoto José Núñez

“Dieciocho meses después de iniciado, el movimiento había desplegado el máximo de sus fuerzas: logró visibilizar a las víctimas de la guerra y convertirlas en actores legítimos, pero no alcanzó a tener la fuerza suficiente para descarrilar la política gubernamental.

“Irremediablemente vino el relevo. Se dio la paradoja de que un movimiento pacífico terminara abriéndole espacio a la acción de civiles armados contra los cárteles de la droga y la inseguridad pública. La documentación que el movimiento de Sicilia acopió y difundió en la sociedad, su diagnóstico del desastre, hizo que el alzamiento de los rancheros michoacanos de Tierra Caliente en febrero de 2013 encontrara una opinión pública dispuesta, más allá de un mar de dudas, a reconocerles razones justificadas.”

–A Mireles lo rapan y lo muestran humillado. ¿Cuál es el mensaje del gobierno?

–Mireles comenzó a chocar con el gobierno federal pocos días antes del avionazo en el que casi pierde la vida. Luego fue hecho a un lado por el comisionado. Más adelante se le quiso responsabilizar de un enfrentamiento en el que no participó. No se sometió al desarme y la desmovilización del gobierno. Lo detuvieron después de tomar La Mira, un punto estratégico para la economía criminal. No es el único en la cárcel. Hay al menos 340 autodefensas presos. Su humillación manda un mensaje para todos los que se resisten a someterse a la estrategia gubernamental.

Pero el gobierno se equivocó. La detención de Mireles no siguió los mismos pasos que la de Hipólito Mora. Se gestó un movimiento de solidaridad relevante. El médico se ha ido convirtiendo en una figura nacional. Su voz se escucha.

Frankestein/autodefensa tie­ne quizá un brazo y una pierna templarias. Divididas y controladas por el gobierno, encarcelado Mireles, controlado Mora, ¿qué puede quedar de las autodefensas?

–Había expresiones de autodefensa indígena en Michoacán antes del levantamiento de Tierra Caliente. Muchas siguen actuando. Para diversas comunidades su existencia no es un asunto ideológico, sino de sobrevivencia. El Estado no ha ocupado los espacios que dejó vacíos hace años y que permitieron florecer a la empresa templaria. El ne­gocio sigue su marcha. Los ma­losos conservan su base social, y la gente necesita defenderse.

–En la Tierra Caliente se quejan de abusos de las autodefensas ahora uniformadas. ¿No fue sólo un cambio de diablo?

–A los calentanos ya les pasó antes, que cambiaron a un diablo por otro. Pareciera que les es difícil escapar a esta compulsión a la repetición. Y es que sus diablos se incuban en terreno fértil: el de una economía destruida por el TLCAN y las políticas neoliberales, en la que la migración sirve apenas de paliativo, en el que florece otra economía asociada con el narcotráfico, con sus derivados y conexos en la esfera política y la cultura ranchera local, que involucra a amplios sectores de la población. A diferencia de los indígenas de la Costa y de la Meseta, en Tierra Caliente no hay (casi) eso que se ha llamado en otros lados sociedad civil. Apenas algunos sectores del clero popular, del magisterio democrático y de algunos movimientos rurales. Poner sobre los hombros de una fuerza civil armada, como las autodefensas, la carga de que actúen como exorcistas de esos demonios, es pedirles demasiado. Más aún si tienen que enfrentar la animadversión del gobierno. Pueden ser eficaces para deshacerse de algunos. No para evitar que aparezcan otros.

Hermanos en armas: policías y autodefensas será presentado en Casa Lamm el jueves 7 de agosto a las 19 horas. Participan Paco Ignacio Taibo II, Magdalena Gómez, Abel Barrera, Arturo Cano y el autor.