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Vox Libris
Multitud de rarezas creativas
 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de agosto de 2014, p. a16

En el inicio de invenciones, desarrollos científicos, teóricos y creación literaria se encuentran la habitación que alberga al autor y las actividades de éste alrededor de su vida dedicada al pensamiento y la imaginación.

La explicación sobre ese ámbito, que desemboca en las obras perdurables de su trabajo en las artes o la ciencia, se ha distinguido por oscilar entre el genio y la disciplina; la inspiración, el don o los afanes de una férrea cotidianidad.

Mason Currrey escribió el libro Rituales cotidianos: cómo trabajan los artistas, como una forma de acceder a este universo variopinto y sorprendente de actitudes en torno a la actividad vital de más de 160 conocidos científicos y humanistas de las recientes cuatro centurias, que adoptaron una rutina y pocas veces escapaban de ella; por más excéntrica que pueda parecer, funcionó en sus casos.

El compositor Ludwig van Beethoven, se refiere en el volumen, solía colocarse en paños menores frente al lavabo y verter sobre sus manos grandes jarras de agua, cantando escalas a voz en cuello o a veces tarareando muy alto para sí. Entonces daba zancadas por el cuarto con ojos inquietos o fijos, anotaba algo, y tornaba a verter y a cantar ruidosamente. Estos eran momentos de profunda meditación...

Escribir, una pesadilla: Roth

Henri Toulouse-Lautrec era un creador nocturno que dibujaba en cabarets o en burdeles, bebía muy seguido y casi no dormía; Henri Matisse explicaba su labor: Durante más de 50 años he trabajado sin parar ni un instante. Desde las nueve hasta el mediodía, primera sesión. Almuerzo. Luego echo una siestecita y vuelvo a coger mis pinceles a las dos de la tarde hasta la noche. Ernest Hemingway se levantaba al amanecer y escribía de pie, cuando esto no iba bien se dedicaba a responder cartas. Y como éstas, multitud de otras rarezas creativas.

Con el epígrafe de este volumen editado por Turner, Thomas Mann y su Muerte en Venecia anuncian tempranamente el acercamiento a lo poco común de muchas de sus acciones: ¡Quién podrá desvelar la esencia, el sello del temperamento artístico! ¡Quién podrá captar la profunda fusión instintiva de disciplina y disipación en que se asienta!

Se pueden encontrar entre sus páginas a escritores vivos ganadores del Premio Nobel de Literatura. Günter Grass y su rechazo a escribir durante la noche: Resulta demasiado fácil. Cuando lo leo por la mañana, descubro que no es bueno. Necesito la luz del día para empezar.

En contraste, Toni Morrison escribe irregularmente. No voy a cocteles, no organizo cenas sociales ni asisto a ellas. Necesito esas horas de la noche porque en ellas puedo trabajar una barbaridad. Y puedo concentrarme. Cuando me siento a escribir nunca me pongo a dar vueltas.

Además, Alice Munro, quien obtuvo el galardón el año pasado. Sólo sabían de su labor literaria, realizada en el tiempo libre de la crianza de sus hijas, sus familiares y amigos cercanos. Se tardó casi dos décadas en reunir los relatos de su primera colección: Danza de las sombras felices.

También se pueden leer detalles del trabajo de algunos de los eternos candidatos al máximo galardón de las letras mundiales. El novelista Haruki Murakami escribe durante cinco o seis horas, desde las cuatro de la madrugada y corre por las tardes. Mantengo esta rutina cada día sin variaciones. La repetición en sí se vuelve lo importante, es una forma de mesmerismo. Me hipnotizo para alcanzar un estado mental más profundo.

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La estadunidense Joyce Carol Oates rechaza que sea una autora prolífica en virtud del número de horas que pasa frente al escritorio. Escribo y escribo y escribo, y rescribo, y aun cuando me que-de con una sola página después de todo un día de trabajo, se trata de una página, y éstas se van acumulando. Para el estadunidense Philip Roth, escribir no es un trabajo duro, es una pesadilla (...) Con la escritura, siempre se está volviendo a comenzar. Dado nuestro temperamento, necesitamos esa novedad.

El alcohol, las horas de sueño, trabajar en las mañanas o ser noctámbulo, las comidas, la conversación y el frente a la hoja en blanco o la tela. En suma, la forma de organizar el enfrentamiento de los creadores con sus obsesiones y organizarlas para lograr su cometido rodeados de los obstáculos que cualquier ser humano advierte diariamente: el tiempo.

Currey explica en el prólogo que este es un libro superficial. Aborda las circunstancias de la actividad creadora, no el producto; habla más bien sobre la producción que sobre el significado. (...) He intentado aportar ejemplos de cómo diversas personas brillantes y exitosas han logrado enfrentarse a muchos de esos mismos desafíos. He querido mostrar cómo las grandes visiones creativas se traducen en una suma de poquedades cotidianas; cómo nuestros hábitos de trabajo influyen en nuestra propia obra, y viceversa.

Así, la rutina se aboca, abunda el autor, en una forma de explotar un conjunto de recursos limitados: el tiempo (el recurso más limitado de todos), así como la fuerza de voluntad, la autodisciplina, el optimismo. Una rutina sólida genera un entorno trillado para nuestras energías mentales y nos ayuda a conjurar la tiranía de los estados de ánimo.

De la extravagancia a la disciplina

La vida diaria que abrigaba la obra por la que serían conocidos muchos años después. Fréderic Chopin y su ausencia de distracciones; Gustave Flaubert habitaba la austeridad y el frenesí que apenas aplacaba; Friedrich Schiller, acicateado para escribir por un cajón lleno de manzanas podridas; el prolífico Charles Dickens en un estudio insonorizado y ordenado minuciosamente; los constantes trabajos de Mark Twain para vencer su insomnio; Vincent van Gogh y su obsesión por la pintura que en ocasiones apenas le permitía separarse un par de pasos de la tela; Saul Bellow y su descripción: Simplemente me levanto por la mañana y me pongo a trabajar, y leo por las noches. Como Abe Lincoln.

De lo extravagante a la más exacta disciplina, del caos a la vida monástica o burocrática, los anteriores son ejemplos de los variados espacios del genio creador.

Mason Currey concluye: La mayoría de la gente que aparece en este libro se halla en algún punto intermedio: entregados al trabajo diario, pero nunca del todo seguros de su avance, siempre temerosos del mal día que les deshará la racha. Todos encontraron tiempo para realizar su obra. Pero hay infinitas variacioens en el modo en que estructuraron sus vidas para ello.

Título: Rituales cotidianos: cómo trabajan los artistas

Autor: Mason Currey

Editorial: Turner

Traducción: José Adrián Vitier

Número de páginas: 264

Precio de lista: 330 pesos

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