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De 92 años, el pintor John McGhee prepara una exposición

México sería un paraíso si fuera dirigido por mujeres

Su obra es considerada de la mexicanidad y ya inserta en ella escenas de la actualidad nacional

Su tema principal es todo lo que miro, dice

 
Periódico La Jornada
Domingo 3 de agosto de 2014, p. 6

Las mujeres ya deberían gobernar en México y por todos lados, porque a todas luces, los hombres lo han hecho muy mal, considera el pintor John McGhee (Nueva York, 1922), quien a sus 92 años tiene una fortaleza que envidian sus vecinos, quienes lo ven todos los días subir hasta la azotea del edificio de cinco pisos donde tiene su estudio, sin mostrar ningún sofoco.

Es ahí donde recibe a La Jornada para charlar acerca de los cuadros que prepara para una exposición que seguramente se presentará el próximo año en el Salón de la Plástica Mexicana, de la que es miembro.

Como es su costumbre, trabaja en varios lienzos al mismo tiempo. Ahí aparecen paisajes del campo mexicano –con magueyes–, en un recorrido a través de la historia nacional, pero en el espacio dedicado a los tiempos modernos se han colado, dice el artista, escenas de la terrible realidad que afronta el país que adoptó como hogar en los años 50.

En las pinturas de McGhee está la violencia, la muerte, el narco, entrelazada a esos ambientes naturales y escenas urbanas. ¿Sus temas preferidos? Todo lo que miro, dice el también veterano de la Segunda Guerra Mundial, donde tuvo la suerte, añade, de no tener nunca que matar a nadie.

Otro golpe de fortuna para el pintor fue que debido a su mala visión no lo consideraron para combate y fue trasladado al canal de Panamá, donde aprendió español. Sus ojos lo alejaron de la guerra, pero lo acercaron a la pintura, también gracias a que su padre era coleccionista de arte.

Al principio quise ser ilustrador, me costó mucho trabajo encontrar la pintura, pero un día ocurrió. Luego, conocí a mi primera esposa, mexicana, hija de un veterano de guerra estadunidense. Me divorcié y luego conocí a mi actual esposa, Olga Jurado, también mexicana, ex actriz, formada con Seki Sano, y ya me quedé aquí.

La pareja decidió un día establecerse en Otumba, estado de México. Ahí, de nuevo la fortuna hizo que adquirieran a buen precio una casa del siglo XVI, la cual, después descubrieron que perteneció a Martín, un hijo de Hernán Cortés. Ahí se daban cita algunos virreyes de la Nueva España. John y su esposa llevan casi 50 años restaurándola y espera que un día se convierta en un centro cultural, “veremos qué dicen las autoridades, nosotros ya no tenemos ni la energía ni la lana”.

Algunos críticos de arte han clasificado la obra de McGhee como parte de una corriente llamada de la mexicanidad, pero el pintor no está de acuerdo: no necesariamente me dedico a eso, afirma mientras muestra algunos de los cuadros que conforman una serie inspirada en autos chocados que vio en los deshuesaderos que proliferan en los alrededores de Otumba.

Se reserva su opinión acerca del arte que se realiza en la actualidad en el país, el cual ha visto desarrollarse el reciente medio siglo, si no van a decir que soy un reaccionario, y suelta la carcajada. Luego reflexiona: Tengo la impresión de que los artistas de hoy ya no le dan mucha importancia al dibujo; usted lo ha visto también, ¿no es así? El dibujo es bastante importante, pero ahora gana la influencia de las computadoras, mucho hacen sus obras sólo basados en éstas. ¿Y qué puedo decir? No soy el dictador ni mucho menos, sólo puedo hacer esto, y se encoge de hombros.

No se vive de la pintura

McGhee fue uno de los artistas que hace 30 años apoyaron la fundación de La Jornada al donar obra. Cuenta con una buena colección de libros, de los grandes maestros del arte universal, a los que de manera constante acude antes de iniciar un cuadro: Lo bueno de la pintura, o lo malo, aún no sé, es que para mí ha sido algo de toda la vida. He tenido la suerte de llegar a los 92 años y seguir pintando. Hay bastante placer. Lo que si puedo decir a los jóvenes que se dedican a esto es que no piensen que se puede vivir de la pintura, yo nunca he vivido de ella y obviamente nunca lo voy a hacer. Es bastante difícil ser un pintor reconocido.

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McGhee y su esposa viven en Otumba, estado de México, en una casa del siglo XVI, propiedad de un hijo de Hernán Cortés, de la cual esperan que algún día se convierta en centro culturalFoto Luis Humberto González

John estudió arte en el prestigiado Instituto Pratt, en Brooklyn, gracias al GI Bill, apoyo federal estadunidense a veteranos de guerra. Ahí, narra, aprendí a dibujar muy bien, porque lo hice cinco días a la semana por varios años, con modelo desnudo. Eso también les puedo decir a los que se piensan dedicar a ser pintores: dibujen todo lo que se pueda dibujar, sobre todo anatomía artística. ¿Cuántas personas saben dónde está el glúteo, el bíceps el tríceps?

En 1989 el artista y crítico de arte Salvador Pinoncelly describió así la pintura de John: “Músicos de pueblo, pordioseros, albañiles magníficos, neveros: personajes de la provincia cuya presencia rotunda da vergüenza no haber reparado –hablo como pintor–, pues son un mundo rico, variado, colorido tan brillantemente que alegra tener un paisaje así, un país de luz”.

Entrañable JEP

McGhee insiste en que como no tiene la posibilidad de ir ante personajes como Enrique Peña Nieto para decirle, oye, estás haciendo porquerías, pues lo plasma en su obra. Luego recuerda a quienes siempre ponían el dedo en la llaga de los principales problemas del país, como el poeta José Emilio Pacheco, que tanta falta nos hace.

Al pintor se le llenan los ojos de lágrimas al hablar de esa ausencia: Cada semana buscaba los artículos de JEP. Un colega del Salón de la Plástica Mexicana sugirió elegir poemas de José Emilio y hacer ilustraciones, hasta ahora no hemos empezado, pero quisiéramos hacerle así un homenaje, y se le vuelve a quebrar la voz.

De inmediato explica: “Nunca lo conocí, pero lo admiro tanto. No soy poeta, pero escribí algo que inicia así: ‘José Emilio, ¿por qué tuviste que tropezar y caerte?’”

México, continúa el artista, “está como lo pinto en un cuadro, desmoronándose, con la puerta cayéndose. Claro, en la ciudad no vemos aún al narco, pero en el interior la situación está horrible; me parece horrendo que hayan encarcelado a Mireles, cuando deberían de agradecerle que también sea parte de la pelea contra el narcotráfico.

“Pienso que la única solución para calmar un poco la situación va a ser legalizar el consumo de drogas, como sucede ya en algunas partes de Estados Unidos. Hay que tratar de influir en esos gobernantes que supuestamente nosotros elegimos. Los medios, por ejemplo, debería de dejar de publicar fotos de las sesiones en el Senado si no hay mujeres, porque aparecen puros viejos.

Para mí, México sería un paraíso si fuera dirigido por mujeres, que mandaran a los hombres a la casa, porque es evidente que han manejado muy mal este mundo. Pero no creo que vivamos para verlo, concluye el pintor.