Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de julio de 2014 Num: 1010

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La palabra de
Yásnaya, activista mixe

Ana Paula Pintado

Antropología, contracultura y rock
Miguel Ángel Adame Cerón

La música, el oído
y el silencio

Armando G. Tejeda entrevista
con Ramón Andrés

Rock, literatura
y experiencia

Xabier F. Coronado

Arnaldo Córdova y
La ideología de la Revolución mexicana

Carlos Martínez Assad

Cien mujeres contra
la violencia de género

Esther Andradi

Columnas:
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Germaine Gómez Haro
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Cy Twombly: Ritmo, armonía y libertad

El trabajo del artista estadunidense Cy Twombly (1928-2011) es sin duda uno de los más destacados de la segunda mitad del siglo XX. Muy cercano en su origen al expresionismo abstracto, su obra evolucionó rápidamente hacia formas más líricas, apartándose de esa corriente para construir un estilo absolutamente personal y original. Su pintura y escultura son de difícil clasificación por la inaprensible libertad creadora que las caracteriza. Fue un incansable explorador de técnicas y recursos formales que alcanzó a desplegar un amplio e inabarcable universo estético en el que el ritmo, la armonía y la libertad constituyen su tríada fundacional. La exposición que se presenta actualmente en el Museo Jumex titulada Paradise –la primera en América Latina– da cuenta de la riqueza formal y conceptual de su caleidoscópica creación a partir de una excelente selección de obra que cuenta con pintura, escultura y dibujos que conforman un vasto panorama de su profuso quehacer plástico.

Twombly nació en Lexington, Virginia, y estudió en la universidad de su ciudad natal, y posteriormente en Boston y Nueva York, en el momento que el expresionismo abstracto dominaba la escena. Asiste al Black Mountain College en Carolina del Norte, centro interdisciplinario donde se relaciona con personajes como Ben Shahn, Robert Motherwell, Franz Kline y el poeta Charles Olson, quienes dejan una huella profunda en su incipiente formación. Tras unos años en Nueva York, donde comienza a exhibir su trabajo, en 1957 se traslada a Roma, y ahí residirá hasta su muerte. La cultura mediterránea deviene el principal leitmotiv de su vida y obra, y se verá reflejada a lo largo de toda su creación. Incansable viajero, recorre las principales ciudades de Europa en las que absorbe la herencia del pasado griego y latino, cuya historia y mitología plasma en forma velada y poética en su trabajo, así como la sensibilidad apolínea del Renacimiento y los excesos dionisiacos del barroco. Esto propicia que a lo largo de su trabajo se perciban los polos opuestos que con sublime sensibilidad supo entreverar: el minimalismo y el barroco, el reposo y el dinamismo, el silencio y la estridencia, lo ancestral y lo contemporáneo, lo sagrado y lo profano… Conceptos opuestos y complementarios que dotan a su obra de armonía y universalidad.


La rosa (IV), 2008

Como para Paul Klee, la línea es el punto medular de la expresión de Twombly. Sus líneas emborronadas son a la vez misterio y revelación. El artista escarabajea unas veces con delicadeza, otras con violencia, pero siempre con un ritmo y una consonancia que se antojan improvisaciones jazzísticas. Sus grafías –unas veces simples, otras complejas– vibran en diferentes tesituras en sus variaciones sobre un mismo tema y se convierten en una suerte de “escritura” que, más que leerse, se palpa. Llama mi atención ver que el público hace un esfuerzo por descifrar los textos esparcidos al desgaire en sus dinámicas composiciones. En ocasiones, éstos se refieren a fragmentos de poemas, pero en realidad se trata de meros elementos sígnicos que actúan más como dibujos que como caligrafía. Su colorido oscila entre la mesura y la explosión: su extraordinario manejo de los blancos y grises aplicados con una delicadeza asombrosa lo emparentan con la poética callada del minimalismo –pienso en Robert Ryman–, en tanto que sus arrebatos de colores estridentes –hasta diríase “psicodélicos” en su última etapa– son una experiencia viva que habla de su pasión y arrojo. Twombly recorre todos los estadios en su aventura pictórica: desde las delicadas veladuras y transparencias, hasta el óleo frotado, embadurnado y escurrido, aplicado en vehementes trazos gestuales en sus lienzos de gran formato, como la monumental pintura de 252 × 740 cm titulada The Rose (IV).


Ilion (Una mañana diez años después)
‹Parte I›, 1964

Sus esculturas son misteriosas y juguetonas, fiel reflejo de su espíritu lúdico y explorador. Construidas en su mayoría con objetos encontrados y ensamblados –fue un gran admirador de Kurt Schwitters y de Beuys– estas obras destilan aires ancestrales, como una suerte de fetiches primitivos que seguramente tienen sus orígenes en sus experiencias vividas en viajes a parajes africanos, India, las Antillas y nuestras ciudades precolombinas que lo fascinaron. Una de sus constantes es la aplicación de pintura blanca o pátinas sutiles que dotan a sus bronces de un envejecimiento singular.

Cy Twombly nos invita a navegar sin brújula por las aguas de sus mares oníricos y a dejarnos seducir por el canto de las sirenas que habitan el fondo de sus inaprensibles lienzos.