Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 15 de junio de 2014 Num: 1006

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Burocracia mata ciencia
Manuel Martínez Morales

Tsutsui y el desenfreno
Ricardo Guzmán Wolffer

La vida bajo un toldo
Ollin Velasco

¿Constitución?
Leonardo Compañ Jasso

Procesos electorales:
la reducción de
la democracia

Clemente Valdés S.

Sin paz para Octavio
Rodolfo Alonso

Leer

Columnas:
Perfiles
Abraham Truxillo
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

La cifra y la estructura (I DE II)

Por una buena causa, consistente en la abundancia de cine mexicano del cual dar cuenta, no se había mencionado en este espacio la publicación, a principios de año, del Anuario Estadístico de Cine Mexicano (AECM) –en este caso la edición 2013–, que de un tiempo a esta parte se le volvió sana y necesaria costumbre al Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE). Huelga insistir en la utilidad que este documento tiene para cualquiera que se interese en el estado actual de nuestra cinematografía, y no sólo desde la perspectiva endogámica; es decir, el aecm le sirve lo mismo a quienes forman parte de la llamada comunidad cinematográfica –realizadores, productores, guionistas, técnicos, actores, distribuidores, exhibidores, periodistas especializados, críticos, etcétera–, que a otros sectores sociales y entidades, tanto privadas como gubernamentales, que sin formar parte constitutiva de esta actividad, sí tienen incidencia en ella o bien pueden ser influidas. Es el caso, entre muchos otros, de los desprestigiadísimos cuerpos legislativos, del voraz y poco sensible Sistema de Administración Tributaria, de los habitualmente omisos gobiernos estatales, pero también de universidades y otras instituciones educativas, así como de organizaciones de carácter privado, bien que se orienten según criterios comerciales preponderantemente, o que persigan fines de difusión cultural más que de lucro.

Como dijera Clinton:

Entre los primeros datos que sustentan el alto rango de influencia que el fenómeno cinematográfico tiene en la vida social destacan los de carácter económico y, entre éstos, el de ingresos en taquilla es el indicador más relevante. El año pasado, ese indicador ascendió a la bonita suma de 11 mil 860 millones de pesos, equivalentes a 912 millones de dólares, a un tipo de cambio de 13 pesos por dólar. Eso significa que, sólo por ese concepto, el cine genera una actividad económica diaria de 32 millones 500 mil pesos en promedio. Faltaría agregar el resto, inmenso, que integra el valor de la cinematografía, considerada en términos absolutos: infraestructura en salas y estudios, inversión en producción, en distribución, exhibición y publicidad, más una larga lista de actividades económicas asociadas.

Por otro lado, considérese que, al término de 2013, la cantidad de complejos cinematográficos alcanzó poco más de seis centenas y que se tenían registrados poco menos de trescientos cineclubes, para un total de 894 espacios públicos en los que se puede ver cine. Es difícil aventurar una suma de cuánto cuesta un complejo cinematográfico de nueve salas –que es el promedio nacional–, pero no lo es deducir que suponen una inversión millonaria. A eso debe añadirse el valor económico, cuya relevancia ha querido ser negada muchas veces, del monchis, es decir, de la comida que se vende en el interior de un cine. A cualquiera le consta la hiperinflación que allí priva: algo que afuera cuesta diez pesos, adentro no lo venden por menos de treinta y, como cualquiera puede constatar, son pocos quienes se sustraen a ser asaltados a través de palomitas de maíz, refrescos, nachos, jochos, helados y chocolates. Hay quienes afirman que los ingresos por concepto de comida son equivalentes a los de taquilla, por lo menos. Es una especulación, pero si se suman esas dos cifras y se le asigna a cada complejo cinematográfico un valor meramente catastral de unos 30 millones de pesos, esa parte de la industria cinematográfica tiene un valor de 41 mil millones 840 mil pesos, o 3 mil 230 millones de dólares al mismo tipo de cambio.

…“es la economía, estúpido”

Si a estas alturas no se ha mareado, añada el costo promedio por película mexicana producida durante 2013. El año pasado se alcanzó una cantidad no lograda desde 1959, de 126 largometrajes, entre ficción y documental. Eso significa que, con un promedio de 22 millones 600 mil pesos de costo por película, nuestra producción combinada –es decir, hecha con capital cien por ciento privado o con alguno de los tres principales apoyos estatales– tuvo un valor de 2 mil 847 millones 600 mil pesos.

Las cifras anteriores, más lo que debe agregarse por actividades asociadas, que no es poco –entre muchos otros ejemplos, piénsese en las ganancias obtenidas por las empresas de televisión al transmitir filmes por los que pagan ínfimamente en cuestión de derechos–, dan como resultado que el cine en México es una actividad con un valor económico superior a los 50 mil millones de pesos.

Ha de ser por eso que cuesta tantísimo trabajo modificar una estructura tan distorsionada como la que el cine padece en este país.

(Continuará)