Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 1 de junio de 2014 Num: 1004

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La otra obra
de Carballido

Edgar Aguilar entrevista
con Héctor Herrera

El nombre de las piedras: memoria y diversidad
Esther Andradi

A la vista de todos: negación y complicidad
Ricardo Bada

Esquirlas trágicas de
la literatura alemana

Juan Manuel Roca

El murmullo del frío
Carlos Martín Briceño

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
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Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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¿Qué clase de funcionario es usted?

¿Trabaja usted, o dice hacerlo, en alguno de los muchos niveles de la administración pública?, ¿es usted, en groseros términos, uno de los millones de burócratas que habitan ese kafkiano laberinto de oficinas y jefaturas, comisiones y subsecretarías que aterraría al mismísimo Josef K?

¿Y es usted llamado, aunque sea incapaz de hacer una división con decimales o de leer el párrafo de un ensayo sin que le piquen los dedos para apresar el control remoto de la tele y ver el fut o un programa del estercolero que algunos llaman farándula, “licenciada” o “licenciado” y aunque desde luego lejos haya estado usted jamás de matricularse, ya no digamos llegar a la meta de graduarse en una universidad? ¿Goza usted casi sexualmente el ejercicio de su cuotita de poder aunque sea infinitesimal? ¿Siente mariposas en el estómago cuando a su vez ve venir a su propio inmediato superior “licenciado” por el pasillo de la oficina?

Y en la oficina, ¿se droga usted a escondidas con “activo”? ¿También mastica la estopita o prefiere papel de baño? ¿Está bueno el agarrón? ¿Le llevan coca a escondidas?

¿Usa la computadora para elaborar informes y síntesis informativas (para que a su vez el licenciado o la licenciada no tengan que leer párrafos completos y se pongan bizcos de aburrimiento) o para jugar Solitario, Angry birds o, más llanero y carnal, para ver pornografía?

¿Le pagamos los ciudadanos y contribuyentes del país, además del sueldazo (o merecida compensación, remuneración adecuada, lo que sea que evita en usted retirarse, como con inusitada jovialidad sentenció Nietzsche en una carta a su querido Erwin Rohde en la Basilea de 1874, “a la más desvergonzada existencia individual, miserablemente sencilla, pero digna”), alguna prodigalidad que quisiera confesarnos, quizá un auto de lujo, un relojazo de a millón, una casa como un palacio, el yate del que ya se arrepintió, un racimo de viajes a Las Vegas (o, como es usted más culto que otros, a Nueva York), las tetas de silicón de su amante, el botox de su insoportable señora, el bypass gástrico de su tripudo señor esposo, los implantes capilares de su maestro de tenis? Cuente, ande. Díganos si se abanica con billetes de quinientos a manera de inocente broma de niño rico pendejo y luego humildemente renuncia a su puesto público, ganado a pulso en el concurso de yúniors mamones que imperan en la sociedad mexicana, para volver alegremente a su negocio familiar. Todos simpatizaremos con su generosa franqueza y no faltará nunca el de hundida autoestima que le buscará el saludo cuando entre usted, con ese inconfundible aire de gerifalte con que traspone el umbral de su restaurante favorito, de su casino preferido, de la cafetería del club deportivo y le seguirá diciendo “licenciado”, con la esperanza de que ante un eventual regreso al erario se acuerde usted de él.

¿Es usted elegante, bien plantado, mejor vestida?, ¿gusta de ropas finas y tiene buen gusto en accesorios que sería una verdadera pena esconder nomás porque es usted representante de una presunta (puro montaje electorero, claro está, pero hay que hacer el circo para el que se nos paga, ¿verdad?) Cruzada contra el hambre? (¿ya vio usted?, no contra el analfabetismo, la explosión demográfica, la tuberculosis, el sida, los embarazos adolescentes, simplemente la obesidad o el analfabetismo, si usted misma(o) es analfabeta funcional: contra el hambre, deliciosamente ambigua, históricamente variopinta y vagamente sinonímica de miseria, pobreza, votos en venta, ¡qué afortunado maridaje de mercadotecnia y política!) y en esa cruzada, decíamos, suele abundar el peladaje que ni idea puede tener de cuántos  miles de pesos cuesta ese chaleco, ese maravilloso par de zapatos, ese ajustado vestido que la hace sentirse tan Yenni Rivera a la hora de posar con esos pelados para la foto que a ellos, bien sabemos, no les va a quitar el hambre pero a usted, mañana que se vea en la tele, qué bonito le va a inflar el ego…

Pero póngase abusado, sea cauta: hay mucho cabrón rencoroso en este país, entre sus subalternos hay falsos lambiscones, compañeros traidores que no dudarán un instante en capturarlo con una cámara de cinco megapixeles para convertirle, por ese inusitado, desgraciado desliz, en la sensación semanal de internet y en un requiebro fatal hasta de los medios de veras, para hacer de su carne escarnio y de su infortunio gozo de los ardidos sociales, que forzarán su pase a la posteridad con apodos como Lady Sedesol, Mirrey Abanico o Lady Salchicha.