Opinión
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Melón

Va de nuez

M

e llegó un emilio del trompetista Chucho López para invitarme a un concierto de él y su Big Band; no pude regalarle mi ausencia. Simple y sencillamente fue un agasajo aunque, como siempre, los encargados del sonido dan muestra de una irresponsabilidad que no puedo dejar de criticar.

Al terminar el concierto, Chucho me hizo un obsequio que me tiene en el columpio: un disco que está de aquellita, en que intervienen varios nombres que me son familiares independientemente de los recuerdos y admiración que desde siempre les he tenido.

Empezaré por Luis González Pérez, mi añorado Viejo, a quien muchos acusan de falta de virtuosismo, que se hizo presente con un arreglo de Fly of the bumble bee. Seguiré con Héctor Hallal El Árabe, que en Misty hizo un arreglo que me remontó a las noches del 33, desaparecido centro nocturno de la avenida Juárez.

Autumn leaves (en español Hojas muertas) me permite hablarles del mexicano Armando Noriega Kennedy, con quien tuve una relación muy cercana en Nueva York, a la vez que me hizo el arreglo de Solo estoy para la grabación que realicé con el flautista dominicano Johnny Pacheco, del que Israel Sánchez Coll habla o, mejor dicho, escribe tan elogiosamente. Desde aquí las gracias a ambos dos, como dijo Fox.

Aquí van algunos datos de la trayectoria del interfecto (léase Chucho): con Dámaso Pérez Prado viajó a Marruecos; ha actuado con Iris Chacón, Rocío Durcal, Rocío Jurado, Raphael, Henry Mancini, Barry White, Donna Summer, Tony Bennett y Vicky Carr.

Además, aprovecho para dar el crédito a sus músicos, porque lo merecen y ¡en qué forma! Trompetas: Isidro Martínez, Panchito López, Miguel A. Chávez y Pancho López. Trombones: Esteban Rivera, Chepe López, Alejandro Díaz y Malcom Williamson. Sección de saxos: Jako González, Abel Sánchez, Juan Ramos, Ottis Ganceda y Nicté Esparza.

Piano, Mario Patrón Jr.; bajo, Marcos Milagres; guitarra, Alger Eroza; congas, Armando Montiel, y Giovanni Figueroa en la batería. Cantantes: Roger Hotson y Ed Lorens. Para todos y cada uno, felicidades y mi admiración. ¡Wow y rewow!

También tengo un agradecimiento para Arturo Yáñez, quien me hizo llegar el libro de Sergio Santana, Mi salsa tiene sandunga y otros ingredientes. Todavía no termino de leerlo, pero aquí está algo que encontré. Échame a mi la culpa es de José Ángel Espinoza Ferrusquilla y no de José Alfredo Jiménez.

Me parece una investigación muy meritoria y elogiable, pero sigo en la mía. ¡Salsa, la de mis tacos! En mi modesta opinión –tengo derecho a externarla– , y parodiando a Luis G. Basurto: cada quien su vida. Sin embargo, voy a esperar a conocer al señor Santana para platicar con él y, por supuesto, evitar una discrepancia, sin polemizar.

Aquí va algo que improvisé en el concierto de aniversario número 25 de Pacheco en el Beacon Theatre de Nueva York: En mi equipaje les traigo alegría veracruzana y del mariachi rumor, malicia capitalina que llegó de la provincia y allá en mi Santa María para siempre se quedó. Y salsa la que me pidan pues según tengo entendido en México la inventaron y se pasaron de tueste porque en mi tierra tenemos mexicana, borrachita, guacamole, también la de chile de árbol, brava por naturaleza. El molcajete que es la parte más importante porque muele el jitomate con su hermano el tejolote, la verde que da sabor a los tacos de cabeza, así que elijan señores para que siga la fiesta.

Por lo pronto voy de gane, pues, varios de los que se mencionan en el libro sin dar nombres admiten que la salsa no es un ritmo y dan otras excusas, por lo menos, eso me parece, pero eso me lo guardaré en espera de la plática si llego a conocer al señor Santana.

Y aquí, mi querido asere, varias denominaciones con las que nunca estuve de acuerdo: la conga y la rumba de Xavier Cougat; la pachanga, que pude oír y ver de cerca con la utilización de un pañuelo; el boogaloo que es un son montuno, digan lo que digan. Como ejemplo pongo a Micaela se botó. Así que sigan durmiendo de ese lado que reconozco que la palabrita tiene su aspecto positivo, ya que ha logrado que la música cubana esté regada por el mundo. Después de todo cada persona tiene derecho a su propia opinión aunque esté equivocada. Mientras no me demuestren lo contrario, sigo en la mía.

No puedo despedirme sin agradecer a Sergio Santana la mención que hace en su libro, página 187, respecto de Lobo y Melón, al consignar que su número Campesino fue grabado por los Teen Agers, dicho sea de paso, composición venezolana de Stelio Bosch Cabrujas. Por lo pronto, el libro me ha hecho aprender cosas que ignoraba. ¡Vale!