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Videgaray: tijera en ristre

Se cae el pronóstico oficial de crecimiento

Inservible, su bola de cristal

L

ento, pero seguro, el ministro del año se prepara para aplicar el primer tijeretazo del año a la estimación oficial (3.9 por ciento) en materia de crecimiento económico para 2014. Desde el arranque mismo del año organismos privados e instituciones foráneas comenzaron a recortar tal proyección, pero el orgulloso secretario de Hacienda optó por la vieja consigna futbolera de que el último minuto también tiene 60 segundos, aunque a esas alturas el marcador en su contra sea por demás abultado.

El próximo viernes el Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) divulgará las cifras oficiales sobre el comportamiento económico nacional en el primer trimestre de 2014 y su consecuente impacto en el producto interno bruto (se estima que de enero a marzo el crecimiento habría sido de 0.46 por ciento, y 2 por ciento anualizado), de tal suerte que, muy a su pesar, a Luis Videgaray no le queda más que recortar la estimación original, por mucho que a lo largo del año no haya hecho otra cosa que negar la contundencia de los hechos, o lo que es lo mismo pasarse la realidad por el arco del triunfo.

A pesar de lo inevitable, Luis Videgaray se retuerce: la Secretaría de Hacienda esperará a que se dé a conocer el resultado del producto interno bruto del primer trimestre de este año para decidir si ajusta o no su pronóstico de crecimiento para todo 2014 (los 60 segundos del último minuto). Lo anterior, tal vez, porque el ministro del año, tras consultar su bola de cristal, estima un mejor comportamiento económico para el segundo semestre, es decir, lo mismo que dijo en 2013 por estas mismas fechas, año en el que finalmente el PIB “creció 1.06 por ciento (ajustado a 1.1, la menor proporción desde la crisis de 2009) contra el 3.5 por ciento comprometido originalmente.

En 2013, su primer año de estancia en la institución que le encargó el inquilino de Los Pinos, de cuatro posibilidades Videgaray se equivocó en cuatro, y fue ese el número de tijeretazos que aplicó a la estimación gubernamental en materia de crecimiento económico, incluido uno que atribuyó a razones meramente meteorológicas. Aun así, el crecimiento resultó todavía inferior.

En mayo de 2013, ya con los focos rojos encendidos por todas partes, el ministro del año salió a reconocer que el crecimiento económico no sería de 3.5 por ciento, como él había defendido, sino de 3.1 por ciento, aunque en esa ocasión prometió un segundo semestre espléndido en beneficio de todos los mexicanos. Tampoco atinó, porque en agosto, tras conocerse los resultados del referido segundo trimestre, aplicó un segundo tijeretazo que llevó la estimación oficial a tan solo 1.8 por ciento.

Un mes después, aproximadamente, de nueva cuenta recortó la proyección oficial (de 1.8 1.7 por ciento) por los efectos de los meteoros Manuel e Ingrid. El tercer tijeretazo de la temporada. A esas alturas, el pronóstico original ya se había desplomado 50 por ciento. A pesar de ello, el cuarto tijeretazo llegó e noviembre de 2013, cuando el ministro del año anunció que el crecimiento ya no sería de 1.7 por ciento, porque la había reducido a 1.3 por ciento, y que ahora sí esa era la buena.

Pero no. Concluyó 2013, quién sabe por qué lo premiaron como ministro del año y en febrero de 2014 el Inegi dio a conocer el resultado definitivo: la poderosísima economía mexicana, con el siempre objetivo Luis Videgaray a la cabeza, apenas creció 1.06 por ciento en 2013, o lo que es lo mismo 70 por ciento menos de lo originalmente previsto por los genios de la Secretaría de Hacienda. Y en todo esto el inquilino de Los Pinos resultó políticamente golpeado, por suscribir, un día y el siguiente también, los dichos del citado funcionario.

Felizmente concluyó el infausto 2013, pero el ministro del año reinició hostilidades con la misma cantaleta: ahora sí va en serio, y en 2014 la economía crecerá 3.9 por ciento, porque los factores transitorios que hundieron a la economía en su mayor parte se han disipado, según dijo. Pero resulta que no, y por mucho que el desmentido sea su caballito mediático de batalla la realidad no se amedrenta.

Viene, pues, el reporte oficial sobre el comportamiento económico en el primer trimestre de 2014 (que divulgará el Inegi el próximo día 23 de mayo), y, quiéralo o no, el primer tijeretazo del año. Entonces, como mencionamos en este espacio allá por noviembre de 2013, urge que Luis Videgaray haga algunos arreglos en su bola de cristal, pues hasta ahora sólo lo ha exhibido, lo que sería lo de menos de no estar en juego el bienestar y el futuro de millones de mexicanos. Así, lo que resulta innegable es que el susodicho no ha dado una.

Cómo estará el ambiente, que hasta el siempre políticamente correcto (con el gobierno en turno) Consejo Coordinador Empresarial mandó mensaje, por medio de su Centro de Estudios Económicos del Sector Privado: lo que parecía un retraso en la recuperación económica finalmente “se convirtió en una recesión… Sería mucho más constructivo que en lugar de cuestionar lo que dicen los indicadores económicos y esperar la cifra del PIB para corregir la estimación oficial, las autoridades deberían aceptar la situación y fortalecer la expectativa de que el entorno económico mejorará notoriamente en la segunda mitad del año” (La Jornada, Juan Carlos Miranda).

Por si fuera poco, el CCE advierte que “hasta ahora no se refleja un mayor crecimiento económico producto de una mejor ejecución del gasto público y las exportaciones, si bien tuvieron un mejor desempeño, están lejos del ritmo de avance de dos dígitos que mostraba apenas hace dos años. Aunque el gasto público se ha ejercido en tiempo y forma, su destino no ha sido el más efectivo para incidir en el crecimiento de la economía… (Prometieron que) la reforma fiscal aprobada para 2014 sería un detonador del crecimiento, cuando en realidad fue factor que hasta ahora ha inhibido los incentivos para invertir y limitó el consumo de los hogares, convirtiéndose en un lastre para la actividad económica”, y así por el estilo.

Las rebanadas del pastel

Si de historias de éxito se trata, allí está Ernesto Cordero, quien de todas ha perdido todas. Como va, deberá hacerse a la idea de que, tarde que temprano, tendrá que conformarse con los 6 mil pesos que, dijo, alcanzan para coche, renta, colegio privado y hasta casa chica. La buena noticia es que no llegó a la presidente panista; la mala, que se quedó Gustavo Madero.