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Entre cárceles y cuarteles de policía
D

e Tierra Caliente, Michoacán, llegó a La Jornada una noticia, con fotografía, fechada el pasado día 16, en la que aparecen las declaraciones de Hipólito Mora, quien venció a Los templarios, en La Ruana, Michoacán, en abril de 2013. La nota de Arturo Cano consigna que Hipólito Mora fue encarceladdo por la muerte de dos miembros del grupo rival. Después de estar encarcelado dos meses, Mora declara durante la lectura de un mensaje que se incorporará a la policía rural y deseo la reconciliación entre mi gente y que la llegada del desarrollo en Tierra Caliente continúe y se mantenga.

Realmente sorprende un poco, no se explica, cómo fue que un acusado y privado de su libertad, como consecuencia de que en una batalla fallecieron dos personas, y aunque no se dice en la nota periodística que se comenta, es de suponerse que en una batalla de dos grupos contrarios, uno de ellos encabezado por el señor Mora, si es contrario ciertamente y debió haber alguna prueba de culpabilidad del asesinato y fue ésta la que lo llevó a la cárcel; ahora resulta, sin que yo mismo tenga alguna razón para hacer por mi parte algún cargo, lo que sí salta a la vista es que aquí se dan dos hechos que en un país en el que nos suponemos los mexicanos, guiados por un régimen de derecho, comete dos asesinatos y luego sale de la cárcel, dos meses después, sin una explicación que satisfaga los requerimientos mínimos a la luz de lo que la ley muy seguramente requiere. Yo no soy abogado, pero he estado en el Poder Legislativo, por lo menos el tiempo y en las circunstancias respectivas para que sepamos que lo que pasó en este caso y está sucediendo en el país no es congruente con nuestra historia, la de la Revolución Mexicana, que no se puede comparar con estas revueltas planteadas, más bien como una burda imitación, que carece de causas profundas y que lo mismo van de uno que del otro lado y que matan por enemistades de índole pesonal, sin saber cuál efecto o qué alcance se está dando a los efectos que se producen de poco alcance, pero de muchos efectos negativos todos, pues solamente generan episodios baladíes, que no tienen, insisto, ni gran fondo ni mucho alcance.

La historia de los caballeros templarios nada tiene en común con el grupo que se ha impuesto ese nombre, que fue tomado de las primeras páginas, la verdadera historia de quienes tienen, sobre todo en Portugal, templos hechos con base en cráneos humanos, que llaman mucho la atención de propios extraños en ese hermoso país, donde sí forman parte de la historia, compleja como todos los países europeos, que para conocerlas hay que estudiarlos con verdadero interés, puesto que demandan los países que integraron lo que hubo un tiempo en que lo llamamos el viejo continente.

No conozco a fondo la historia del viejo continente. Yo lo que hubiera querido es haber conocido lo suficiente para buscar la posibilidad de aplicar algunos de los procesos de modernización de nuestra patria. Aquel acontecimiento que vivimos con el gran viejo Andrés Henestrosa, tanto en Madrid como en el puerto de Palos, cuando, en su discurso tan emotivo, en el lugar precisamente de donde zarpó Colón, allí mismo, delante del Congreso de los diputados y de los senadores españoles, Andrés planteó la tesis del encuentro de dos mundos en sustitución del descubrimiento de América.

Y debo decir que en el puerto de Palos siempre se honraron antes de entonces las designaciones del descubrimiento de América, allí mismo se aceptó la otra tesis, la del encuentro de dos mundos.

Con todo respeto para Los caballeros templarios, de imitación, muy impropia, ¿por qué no se buscan una denominación más propia de lo que México necesita, y sobre todo, que sirva, que construya, que amplíe las rutas de progreso y de acceso a caminos de consolidación pacífica de nuestra economía, tanto como de nuestras posibilidades de honrar y de consolidar la paz del mundo, lo que únicamente se logrará mediante el desarrollo económico y el progreso social?