Foto: Lola Álvarez Bravo

Si quieren la selva nos tendrán que arrancar de ella

De El libro de la vida del pueblo de Sarayaku

Sarayaku es un pueblo originario kichwa ecuatoriano de la región amazónica, provincia de Pastaza. Está conformado por cinco comunidades (Kalikali, Sarayakillu, Chontayaku, Shiwakucha y Sarayaku Centro). Fue fundado por Ramón Simón Gualinga hace aproximadamente 200 años. Es un pueblo conocido como defensor de sus derechos colectivos y de la naturaleza frente a la incursión de las multinacionales petroleras. Históricamente ocupa un importante lugar en la organización de los pueblos y nacionalidades indígenas. Está legalmente representado por su Consejo de Gobierno Tayjasaruta. De dicho pueblo han surgido intelectuales y líderes del movimiento indígena en su país, como Carlos Viteri Gualinga, Mónica Chuji Gualinga, Marlon Santi Gualinga o Franco Viteri Gualinga.

Estamos convencidos que a través de nuestra propuesta de vida y nuestra lucha por la autodeterminación y gobierno de nuestro territorio, nos hermanamos, compartimos y contribuimos a ser parte de todas las manifestaciones y luchas por la vida en toda la Amazonía, en todo Ecuador, en toda Latinoamericana y en todo el planeta. Si nuestra lucha por la vida es parte de la lucha del mundo por su propia sobrevivencia, igualmente, la lucha del mundo nos pertenece.

En el camino de nuestra resistencia hemos incorporado elementos antiguos y nuevos. Voces de aquí y de allá, que puedan servir a la convivencia basada en el respeto a las personas y a las otras formas de vida. Así como hoy los pueblos ancestrales contamos con instrumentos internacionales reconocidos por las Naciones Unidas para proteger nuestros derechos y territorios, en el pasado algunos de nuestros caciques, Palati y Tsuwan, al inicio del siglo xx fueron a la capital Quito y se reunieron con el líder de la revolución liberal y presidente del Ecuador, el general Eloy Alfaro. En ese entonces, la palabra aún tenía validez real, jurídica, moral y política y el general Alfaro reconoció a nuestro pueblo un título de propiedad sobre nuestros territorios, que fue enterrado junto al cuerpo del cacique de Canelos cuando éste murió. Los sucesores del general Alfaro ignoraron e irrespetaron el compromiso que éste asumió a nombre del Estado ecuatoriano con nuestro pueblo.

La experiencia de aquel hecho se mantuvo y caló en nuestra memoria hasta que en 1992 volvimos a marchar nuevamente hacia Quito para exigirle al Estado el reconocimiento y legalización de nuestros territorios. La respuesta del gobierno, vacilante y ambigua, sin embargo nos permitió legalizar una parte de lo que heredamos y de lo que hemos exigido. A pesar de lo cual, el Estado ecuatoriano, manejado por quienes históricamente han respondido al imperio del dinero, a los intereses particulares por encima de los colectivos, pretende ahora violentando la Constitución y el Convenio 169 de la oit, consagrar de una vez por todas, nuestra desaparición. El imperio del capital transnacional que domina el mundo, a través de gobiernos serviles como los del Ecuador a lo largo de su historia reciente, busca avasallarnos, dividirnos, desconocernos, aniquilarnos, al no poder frente a la dignidad y a los sueños que nos animan a cuidar y defender la herencia que nos dieron nuestros mayores y la que nosotros queremos brindar a nuestros hijos.

Sólo así, dividiéndonos y aniquilándonos, confrontándonos entre nosotros, desconociendo y manipulando leyes y autoridades, el capital a través de Estados débiles y corrompidos, quieren imponernos su globalización, que beneficia a muy pocos. Sólo así, con los despojos de nuestros territorios, con la ley pisoteada y nuestra imagen inerte y congelada para los museos de historia natural o etnografía, los grupos de poder del país buscan afanosamente que sus amos de la Organización Mundial del Comercio, encabezados por Estados Unidos, les integren al club del libre mercado. Sólo así, al tiempo, les respondemos:

“Estamos vivos! ¡Estamos por exigir el respeto de nuestros derechos! ¡Aunque haya gobiernos y autoridades corruptas, que no quieren respetar ni obedecer, recordamos que la Constitución dispone y manda! ¡Y hablamos en nombre de nuestros hijos y los que vendrán! ¡Hablamos en nombre de todas las voces de la selva! ¡No podrán con nuestra resistencia, nuestra unidad, nuestros sueños y nuestra dignidad! ¡Si quieren nuestra selva, nos tendrán que arrancar con ella! ¡Tendrán que pisotear las instituciones, los convenios internacionales y la conciencia internacional comprometida en la defensa de la vida y los derechos de los pueblos explotados del mundo!”

Al ser parte de esta gran minga universal, que resiste la globalización de la codicia y la muerte, y al mismo tiempo soñadores por la tierra sin mal, luchamos por la construcción de un mundo donde quepamos todos, y no sólo los ricos y codiciosos de siempre. 

Fragmento del amplio escrito que se incluye en la Antología del pensamiento indigenista ecuatoriano sobre Sumak Kawsay editada por Antonio Luis Hidalgo Capitán, Alejandro Guillén García y Nanci Deleg Guazha (Universidades de Huelva, Estado Español, y Cuenca, Ecuador, 2014). El pdf del libro completo (372 páginas), que ofrece un ilustrativo panorama del pensamiento indígena (“indigenista” lo llaman los editores) en dicho país andino, se puede descargar en (biodiversidadla.org/). Ojarasca publicó un número dedicado a este pueblo en octubre de 2011.