Secuelas del TLCAN

Fiesta de la Virgen del Carmen, Paucartambo, Perú, 2007. Foto: Emily Pederson
El desdén a los Rarámuri explicado con manzanas

Eduardo Guzmán

Dos mil catorce. Excelente año rarámuri para los productores que armando manzaneros/ manzanales apostaron sus ahorros y obtuvieron cosecha histórica para abastecer mercados, tianguis y supermercados de todo México con una muy jugosa variedad y dulcísima de tan roja cuando no amarilla. Pero ¿qué patraña de acordeón conceptual seguimos utilizando como acompañante lúdico para sostener el orgullo de soberanía nacional? La manzana que acaparó el mercado es la importada del gabacho. El apoyo del gobierno mexicano a los productores de Chihuahua fueron promesas y acuerdos incumplidos. Se malvendió, se pudrió y/o se la tragaron los cerdos, las condenadas cabras y las vacas. Búsquenla todavía en contados tianguis y mercados populares. Al morderla uno se encomienda encandilado al espíritu de la sierra Tarahumara; como si poema puro comieras, comes del tesoro estacional de la Sierra Madre.

¿Y qué hicimos del amor empresarial que nos juramos? Esa mentalidad ganadora que tanto fatigaron como libreto que transformaría el anquilosamiento de las instituciones públicas. La excelencia empresarial, y la mentalidad del 100 por ciento como rigurosos mecanismos en todas las secretarías de Estado para desechar el chip de perdedores y acceder como gran competidor de tú a tú en los mercados internacionales. No fueron pocos los intelectuales orgánicos que se incrustaron en surf en esa fluctuación de paradigmas. Montaje para justificar el recambio generacional que sustituye el vejestorio ideológico del nacionalismo revolucionario por el abaratamiento light, la concupiscencia yupi, y el holístico conceptual sustentable del país como un changarro al mejor postor.

Expliquémoslo con manzanas. Si la racha viene golpeando empecinada con sequías y heladas la producción de manzanas en Chihuahua; y, de pronto, por esa brasa instintiva de sobrevivencia la intuición enciende a los productores hacia el arriesgue inversionista. Y si por la coyuntura climática se cosechan miles de toneladas de manzanas. Pues entonces cabría suponer que ese histórico del mineral del Parral, del mero Chihuahua, es un brote fructífero que equilibra la energía de todo el cuerpo que llamamos corporativamente México, sin adentrarnos en franquicias, fuselajes fundidos, fusilamientos, farsas. Y el montaje que juró como gobierno defender con su vida el honor, traduciendo honor, en este caso, a simple pericia comercial; patriotismo a velocidad cambiaria, astucia tracalera para vender tus manzanas mexicanas a buen precio y distribuirlas en este año histórico sin lugar a pérdidas. Ese Montaje Que Juró Como Gobierno no traduce las manzanas de la más elemental operación digamos trueque manque fuera. Y agacha la cabeza impotente ante el pobre papelito que firmaste con los consorcios gringos de la manzana para favorecerla ante todo. ¿Y qué esperabas? ¿a poco nos sorprende? ¿Llevamos esta indignante como excepcional noticia?

¿Desde cuántos ángulos el francotirador parapetado frágil en la azotea tiene para divulgar su sueldo como cronista de infamias? Pero, aunque los manualillos best seller de autoayuda o las páginas deleitables de Krishnamurti nos adviertan que no existe, la culpa la tenemos nosotros y no el gobierno por aceptar alebrestados la celebración de los pobres goles y el amor a la camiseta que nos encumbran al mundial bajo el acuerdo de pertenecer a la trajinera de los más de 100 millones de mexicanos. La culpa, así sea purga chaparra y amarga de los semiáridos altos, la tenemos por abordar el análisis y aguzar la crítica desde la rancia creencia que del Montaje Que Jura Como Gobierno, las figuras del Ejecutivo o del Legislativo deciden por cuenta propia, ya no digamos perros por amor.

Ese mismo personaje licenciado, presidente o legislador, como cavidad donde cabe un alma, a la vuelta de la esquina desmontado de la investidura lo podemos reconocer como aliado de una corriente que rema sus estatutos hacia la justicia utópica si mal le va en los repartos. La ideología es flexible, no como el rígido destino de la flecha de Borges. Entonces puro cuento. Triste. Trágico. Cabrón. Pero puro cuento.

Sacas de nuevo el manualillo. Por ningún lado hay culpa. Fluctuaciones energéticas. Chingaderas. No sabemos bien por qué ni hacia dónde. Podemos no juzgar. Elegiste proponer. Subes a la azotea y en rodajas finas cuelgas en los tendederos de amplias conexiones carnalas el fruto de la cosecha al Sol. Explícatelo con manzanas: tienen su tiempo de esplendor, luego se pudren. Así el reclamo, no lo calla el productor pero no lo institucionaliza. Saca de la manga el as. Hagan jugo, deshidraten, junten pueblo, ofrenden excedentes a los cuidanderos mayores rarámuris, conecten los circuitos frescos de comercio justo, convoquen asesores. Ganen perdiendo. Después de este bache, ensanchamiento microempresarial y entonces vendrá la prueba de cómo sabemos circular las ganancias.

La alcancía borracha de los gobiernos está quebrándosenos en lo que a todos nos corresponde. Chorros de memoria como sangre escurren de sus grietas hacia los ríos donde nos invitan a llevar el regalo de nuestro trabajo para de nuevo levantar oportunidad.

Buena enseñanza la perseverancia de los productores de manzanas de Chihuahua. Dale vuelta y la página blanca se llena de valor agregado.

Eduardo Guzmán, ejidatario de Las Margaritas, en el altiplano de San Luis Potosí, es también activista ambiental y escritor.