Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 4 de mayo de 2014 Num: 1000

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Shakespeare,
450 años después

Rodolfo Alonso

Por mi boka
José María Espinasa

Para conocer a Carballo
Felipe Garrido

La vida te va apagando
Orlando Ortiz

Así es como hay que irse
Jorge Pedro Uribe Llamas
entrevista con Emmanuel Carballo

La canción de Marguerite
Arturo Gómez-Lamadrid

Los niños flacos
y amarillos

Marguerite Duras

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Columnas:
A Lápiz
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Jornada Virtual
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Alonso Arreola
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Alonso Arreola
Twitter: @LabAlonso

Niño sin música, incompleto

Dice el artículo tercero de nuestra Constitución: “La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano.” Suena bonito. Asimismo, la Carta Magna describe acciones del Estado que deben “contribuir al desarrollo integral del individuo, para que se ejerzan plenamente sus capacidades humanas .” Chulada. O qué tal, ya en plan más elevado, actividades que han de “favorecer el desarrollo de facultades para adquirir conocimientos, así como la capacidad de observación, análisis y reflexión críticos.” Esto además de “impulsar la creación artística y propiciar la adquisición de los bienes y valores de la cultura universal”. Una belleza. El problema, como siempre, se halla en la gran distancia entre el papel y la realidad.

Hablamos de un asunto elemental que nuestros gobiernos han desatendido sistemáticamente en pos de subsanar “necesidades educativas prioritarias” que muchas de las veces son prioritarias, precisamente, por la falta de sensibilidad que las provocó, por ese vacío que sigue su lento y efectivo tránsito sin que nadie lo detenga. Claro está, no decimos que con educación musical el futuro del país estaría asegurado, ni vamos a exagerar las bondades de su estudio en la formación del individuo. Lo cierto es que una aproximación temprana a las artes impulsa el desarrollo de la sensibilidad sensorial y emocional, de la empatía, de la imaginación y la creatividad, de la experiencia y la percepción estética, de las facultades analíticas y la comprensión de contextos culturales.


Ana Gerhard

Saber en qué elementos de la música fijarse, poder valorarla con herramientas teóricas y tocar un instrumento –sin profesionalizarse–, son aptitudes que nos hacen tolerantes y nos obligan a escuchar, dialogar y funcionar mejor en sociedad. ¿Recuerda nuestra lectora, lector, las clases de flauta dulce en su primaria (si es que las tuvo)? ¿Acaso había una suerte de rondalla o coro en su secundaria o preparatoria? Impartidas sin metodología, lejanas al más básico proceso de apreciación, en numerosas ocasiones y en sentido contrario a su objetivo, esas sesiones contribuyeron al desprecio musical. Y no parece que hoy, abocado a que se apliquen reformas aprobadas al vapor, el gobierno vaya a cambiar su dirección.

Sí, hay escuela privadas que cuentan con un mayor desarrollo de las asignaturas artísticas, pero en promedio constituyen un porcentaje mínimo. Lo ha dicho uno de los críticos más acérrimos de nuestro sistema pedagógico musical: el compositor y pedagogo César Tort (cuya escuela de Coyoacán está por cumplir cuarenta años). A él se debe el Método Tort, cúmulo de esfuerzos insuficiente contra intereses políticos ajenos al arte. Aunque la sep lo ha elogiado tanto como a otros procesos del mundo (Dalcroze, Susuki, Kodály y Orff-Schulwerk), el compromiso que requiere su instauración rebasa a mentes como las de Chuayffet y compañía.

Así las cosas, si leemos el programa de primaria (el único disponible en la página de la SEP es de 2011), veremos que en primer año no se aborda la música. Que en segundo se plantea el entendimiento del ritmo. Que en tercero se pretenden distinguir timbres y dotaciones. Que en cuarto se hace énfasis en el entendimiento melódico. Que en quinto se subraya la importancia de la voz y de la letra. Que en sexto se plantea el aprendizaje de la notación musical. Todo esto, se supone, apoyándose en audiciones y reflexiones estéticas e históricas. Sin embargo, estamos ante un pobre, repetitivo y desarticulado plan que, aun cumpliéndose a cabalidad (lo que no ocurre), deja a los niños con grandes vacíos y desconectados de su experiencia musical cotidiana. Y falta lo peor.

¿Cómo avanzar si sólo se da “artes” (así, mezcladitas) una hora a la semana, si los maestros no tienen formación suficiente en esas materias, si el cumplimiento de los planes se deja a su criterio? No tendrían que ser expertos, pero sí deberían estar mejor preparados. La pertinencia de invertir en profesores especializados se ha probado en Francia, Suecia, Holanda y Suiza, donde se obliga a la educación musical desde la infancia.

En fin, afortunadamente ante un panorama tan desolador hubo luces el pasado Día del Niño gracias a la pianista mexicana Ana Gerhard, quien el domingo 27 de abril organizó un concierto en el Anfiteatro Simón Bolívar de la UNAM para presentar su nuevo libro Seres fantásticos, segunda entrega de la serie Introducción a la música de concierto que empezara con el exitoso –y comentado aquí– título Los pájaros. Convocados por ella sonaron Wilfrido Terrazas en la flauta, Julián Martínez en el violín y Arturo Uruchurtu en el piano. Recuerde buscar este volumen, pues se trata de un esfuerzo distinto por acercar la música a los niños. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.