Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 20 de abril de 2014 Num: 998

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Gracias, Doris Lessing
Esther Andradi

Helena Paz Garro,
in memoriam

Vilma Fuentes

La partida de Amiri
Baraka y Leroi Jones

Juan Manuel Roca

La puerta se cerró
detrás de ti

Diego Arturo Robles Barrios

Caída de ángeles
y demonios

Antonio Rodríguez Jiménez

El imposible adiós a Georges Brassens
Rodolfo Alonso

Dos poemas/canciones
Georges Brassens

Un reality show
marciano: misión
mars one

Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Jornada Virtual
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Artes Visuales
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Bemol Sostenido
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Paso a Retirarme
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Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
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Enrique López Aguilar
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Los discursos de amor en la obra poética de
José Francisco Conde Ortega (II DE V)

En Vocación de silencio se escucha a algunos poetas asomados como homenajes y formas veladas en los que se intuía una formación personal: el saldo de cuentas con el modernismo, con el bolero y con cierta tradición que gravitaba en torno al quehacer de quien se ha adentrado, como estudioso, en algunas regiones de la literatura mexicana reciente.

El poemario fue crepuscular no sólo como acto de inicio, sino por la clase de sentimientos e imágenes que el autor distribuyó entre sus páginas: octubres y hojas sin viento, campos de violetas, tardes declinantes en diciembre, lentas lluvias de junio, camelias adormecidas, senos azules y odaliscas con alas de azucena, pero en Conde existía, desde entonces, el deseo de transgredir la imagen asegurada por la tradición. Su poesía admitió la presencia de otras voces porque una fortaleza propia las relativizaba y desplazaba. Más que una influencia, debe notarse la intención de convocar alusiones de la literatura mexicana para jugar con ellas y vaciarlas en una nueva modalidad: la de la poesía urbana contemporánea.

De aceptar la erudición modernista de Conde, de aceptar el paso del modernismo al bolero, no puede extrañar el vínculo urbano que ha establecido entre ese patrimonio y el de su poesía. Las conversaciones con Francisco en cantinas del Centro o en cervecerías de Azcapotzalco, confirman el paso de esa intuición modernista a la plena asimilación de la nueva urbe en su obra. Si el modernismo fue el primer movimiento literario mexicano que asumió a la ciudad como un espacio nuevo para poetizarlo y extraer de él una nueva sensibilidad, la elección de Conde no fue casual: su liquidación personal consistió en cruzar los caminos a través de un homenaje que la denostó y la dignificó. Sin embargo, en Vocación de silencio la ciudad no aparecería con la plenitud con que lo iba a hacer en los siguientes poemarios: se mencionaba de soslayo para privilegiar otros paisajes abstractos: las tardes, la subjetividad frente a la asociación de sentimientos aglutinados en torno de atmósferas.


Rubén Bonifaz Nuño

Además de la obvia referencia a Bonifaz Nuño, enunciada desde el epígrafe del poemario, también debe citarse como influencia reconocida la estructura astillada de César Rodríguez Chicharro. Más que en la elaboración de los temas del libro, apareció en la manera como algunas palabras se acomodaban para sugerir el carácter disonante de tonos y sentimientos con los que el autor quería matizar la fluidez del texto: “Víspera del silencio/ –aquí es–/ aquí donde la pareja/ (¿nosotros?)/ caminamos al borde del abismo.// No es de nuevo la sed/ o tu nombre reventando los tímpanos.// Es, acaso, la memoria nocturna,/ la historia de los amantes/ y de los nombres/ –dos tan sólo– tan solos/ que buscan su camino/ en el aire que inventa la noche.”

La ciudad apareció plenamente en “La muchacha del Metro I”: un encuentro casual en el misterioso y multitudinario sistema de transporte colectivo de Ciudad de México, llevó al autor a una reflexión erótica y desolada sobre el mecanismo de los encuentros y desencuentros citadinos: de la contemplación casi milagrosa de una mujer bella en el Metro, el poeta pasó a la conciencia de la fugacidad y el anonimato.

Vocación de silencio fue un libro donde el amor fue contemplado en forma episódica, momentánea, fugaz: la plenitud suponía la ruptura, la tristeza se agazapaba en la quietud, el encuentro preparaba la despedida; no era visto como inicio de la plenitud, sino como preparación del olvido y la nostalgia. De ahí el carácter crepuscular y atardecido del amor en este poemario: la plenitud estaba amenazada por los riesgos de la separación y en el momento del encuentro nacía la conciencia de ser dos, distintos. Si el amor no fue un sentimiento trágico, sí fue visto como un poder que desangra a sus protagonistas. Su sabor nostálgico se resolvió mediante los últimos siete sonetos. Cada uno retomó los apuntamientos centrales del volumen y les dio una nueva dirección: en ellos estuvo la fuerza que trascendió la aparente languidez de algunos poemas iniciales, la síntesis de las oscilaciones estilísticas, temáticas y métricas del resto del libro.

Los tres libros que se intermedian entre Vocación de silencio e Intruso corazón (1994) fueron el vuelco hacia Ciudad de México, hacia una voz menos preocupada por los saldos con sus ancestros y más orientada hacia la expresión personal.

(Continuará)