Cultura
Ver día anteriorSábado 19 de abril de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
Gabo, melómano
Foto
Gabriel García Márquez en imágenes del 7 de mayo de 2007Foto Barry Domínguez
 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de abril de 2014, p. a16

Toparse a Gabriel García Márquez en los pasillos de una tienda de discos del sur de la ciudad de México era una lección de música. Al comparar las pilas de discos que llevaba cada uno, era claro que su vocación de exquisitez no tenía límites.

Nunca faltaba Bach, su compositor favorito. Guillaume de Machaut, Monteverdi, por igual que Luciano Berio, Karlheinz Stockhausen.

Era el complemento ideal de sus primeras lecciones de música que nos impartió: la lectura de sus libros.

Además de crear una sintaxis originalísima, el Gabo ideó una prosodia singular: uno escucha las voces de sus personajes, el canto del viento, la brisa, el fluir del río, el contrapunto del pitido ronco del barco, la garganta honda del ulular del tren...

Y como el oído está casado con el ojo, música e imágenes se alzan en lujurioso frenesí de clímax tras clímax tras clímax.

El jueves santo que se fue Gabo junto a Úrsula Iguarán comenzó la leyenda y con ella la construcción de su imagen definitiva. Además de rebasar el territorio del realismo mágico, se ubicará también la pasión de Gabo por la música, que en primer lugar nunca se limitó al vallenato, que era su alegría.

Antes de las recomendaciones discográficas de hoy, es pertinente apuntar que al igual que en Cervantes y en Shakespeare, la construcción de los textos de García Márquez poseen estructuras musicales.

La fluidez de los relatos del escritor colombiano siguen, en algunos casos crasos, la estructura de la forma sonata: introducción-exposición del tema-desarrollo-rexposición y resolución.

El libro más poblado de claves de melómanos es Memoria de mis putas tristes, en cuya página 54 nos revela tres obras que solamente un melómano experto conoce: Al mediodía desconectaba el teléfono para refugiarme en la música con un programa exquisito: la rapsodia para clarinete y orquesta de Wagner, la de saxofón de Debussy y el quinteto de cuerdas de Bruckner, que es un remanso edénico en el cataclismo de su obra.

He aquí las tres recomendaciones del Disquero de hoy, cortesía de Gabriel García Márquez: esas obras poco conocidas de Wagner, Debussy y Bruckner, que se consiguen con trabajos, pero se consiguen en disco o bien en las muchas posibilidades que la tecnología nos brinda.

Y también están los libros, llenos de música, como en otro pasaje de la noveleta aquí referida: Tratando de no despertarla me senté desnudo en la cama con la vista ya acostumbrada a los engaños de la luz roja, y la revisé palmo a palmo. Deslicé la yema del índice a lo largo de su cerviz empapada y toda ella se estremeció como un acorde de arpa.

Más: Cantábamos duetos de amor de Puccini, boleros de Agustín Lara, tangos de Carlos Gardel, y comprobábamos una vez más que quienes no cantan no pueden imaginar siquiera lo que es la felicidad de cantar.

Celebra García Márquez: La sangre circulaba por sus venas con la fluidez de una canción que se ramificaba hasta los ámbitos más recónditos de su cuerpo y volvía al corazón purificada por el amor.

Convida: Reorganizó la biblioteca, en el orden en que había leído los libros. Por último remató la pianola como reliquia histórica con sus más de cien rollos de clásicos, y compró un tocadiscos usado pero mejor que el mío, con parlantes de alta fidelidad que engrandecieron el ámbito de la casa.

Aconseja: me eché en la hamaca, tratando de serenarme con la lírica ascética de Satie.

Coincide: A las cuatro traté de apaciguarme con las seis suites para chelo solo de Juan Sebastián Bach, en la versión definitiva de Pablo Casals. Las tengo como lo más sabio de toda la música (...) me adormecía con la segunda, que me parece un poco remolona, y en el sueño envolvía la quejumbre del chelo con la de un buque triste que se fue.

Maravilla: A medida que la besaba aumentaba el calor de su cuerpo y exhalaba una fragancia montuna. Ella me respondía con vibraciones nuevas en cada pulgada de su piel, y en cada una encontraba un calor distinto, un sabor propio, un gemido nuevo, y toda ella resonó por dentro como un arpegio y sus pezones se abrieron en flor sin tocarlos.

Gracias por la música, Gabo. Gracias por la vida. Gracias por todo. Gracias.

[email protected]