Opinión
Ver día anteriorMartes 8 de abril de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los hombres desnudos del Munal
L

as expectativas sobre la exposición El hombre al desnudo: dimensiones de la masculinidad están satisfechas con creces en cuanto a público con la siguiente salvedad. Hasta la mitad del recorrido los espectadores en general, deparan atención concentrada, después, hay excepciones como en todo, pero se advierte que la contemplación tiende a disminuir y las personas aceleran el paso. Aclaro lo siguiente, sin duda los gustos e intereses personales rigen, pero no es que la muestra decaiga, y lo ejemplifican algunas de las mejores piezas de todo el conjunto que se encuentran casi al final del recorrido como el formidable cuadro de Gustave Moreau, Jason y Medea, personajes tan semejantes que uno diría que pertenecen al mismo sexo, el Francis Bacon del museo Tamayo está también hacia el final. Se hubiera necesitado un Lucien Freud, cosa imposible, pero hay un sucedáneo en la figura perpetrada (1913) por el joven mexicano Miguel Ángel Garrido.

Entreverar obras mexicanas con europeas ¡gran acierto!, como lo ilustran las piezas de los hermanos Marín, Javier y Jorge, notables en cualquier contexto. Son tan realistas que yo me he imaginado que tomaron sus moldes de seres reales. Esto es un decir.

Sin embargo, hay otras piezas mexicanas que tal vez salieron sobrando o bien fueron incluidas sin mucho rigor o atendiendo a compromisos. El enorme lienzo bordado de Carlos Arias, a esa altura del recorrido empieza a resultar excesivo y las obras ya no se visualizan o se aprehenden con el mismo interés afectando incluso hasta el desnudo yacente en cerámica de Francisco Toledo, por supuesto con su miembro erecto.

Los espacios del Museo Nacional de Arte (Munal) alterados y remozados en esa zona de exposiciones temporales hicieron posible museografiar con mayor holgura y formular acuciosas lecturas, eso, que sin duda acrecienta la valía de la muestra.

Así, todas las esculturas exhibidas, sin excepción lucen al máximo, desde el Tlahuicole de Vilar (nunca lo ha visto mejor mostrado) hasta la enorme pieza de Arno Broker, el escultor predilecto de Hitler, autor de la versión esbelta de una especie de analogía moderna del Doríforo de Policleto (hay un yeso de ésta en San Carlos), cuyo título fue traducido como La vida activa (1939), auque la figura sea el epítome de lo estático y de lo que concebimos normalmente como una pose. Sobre este periodo escultórico en plena guerra, lo que cabe recordar a posibles visitantes es que el bronce se utilizaba para propósitos bélicos y que por tal razón fueron fundidas muchas esculturas de época que eran valiosas; se dice que el único que contó con material para fundir era Broker, pero sorpresivamente también Picasso fundió lo que quiso, según asienta Arianna Stassinopoulos en uno de sus más aguerridos trabajos en el que abrevó con gran fruición alguien tan reconocido e impecable como John Berger. El desnudo heroico de Broker, con todo y su enjundia, está mal proporcionado si pensamos en anatomías masculinas plausibles, de soldados, deportistas o áurigas del nacional socialismo, este hombre de bronce, con todo y su plasticidad tiene una espalda descomunal y una pelvis estrechísima.

Una de las esculturas impresionantes por su acento delatador y su vecindad iconográfica con Siqueiros es Hombre linchado, de Isamú Noguchi (1934), que proviene de la Fundación Noguchi de Nueva York; se exhibe casi junto al Caín en los Estados Unidos, del acervo siqueiriano del Museo Carrillo Gil. Magnífico par analógico.

Las vecindades iconográficas, formales, cronológicas o conceptuales que privan en la exhibición son las que permiten aquilatar lo que es una actividad museística tendiente a procurar lecturas humanísticas, por más que éstas sean en la mayoría de los casos producto del ojo del curador en jefe, que en este caso es el director del museo, Agustín Arteaga. Constaté que admira en exceso el Ángel caído (1847), de Alexander Cabanel, debido, creo, a su importancia simbólica y a que proviene de Orsay, pero también a que esta pintura al igual que el Nacimiento de Venus del mismo pintor académico que fue premio de Roma está entre lo mas importante y reproducido que produjo. Su pierna extendida resulta implausible.

Los visitantes, entendidos o no tanto, sacan sus propias deducciones y en ese sentido la muestra tiene admiradores acérrimos, así como igualmente algunos inconformes. Así tiene que ser. Nada ni nadie es monedita de oro.

En aspecto muy general yo creo, por ejemplo, que establecer rubros para ir ubicando las piezas en los espacios, genera simulacros de clasificaciones que literariamente pueden parecer idóneos pero que no tienen otra misión que procurar posibles y a veces forzadas asignaciones de pertenencia a determinada tónica a partir de rasgos a veces no muy detectables.

Se trata de una modalidad que ya tiene décadas de vigencia en todos lados y que ha dejado de ser efectiva; ya ni reparamos en ella. La cosa es que no se ha generado otra.