Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de marzo de 2014 Num: 995

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cartier-Bresson en
el Centro Pompidou

Vilma Fuentes

El laberinto de la soledad: monólogo, delirio y diálogo
Antonio Valle

La era no canónica
de Octavio Paz

Gustavo Ogarrio

Octavio Paz: libertad y palabra, realidad y deseo
Juan Domingo Argüelles

Las cartas perdidas
de Paz

Edgar Aguilar

Diez aspectos de la
poesía de Octavio Paz

Hugo Gutiérrez Vega

Vitos y Alií
Katerina Anguelaki-Rouk

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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Poesía
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
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Las Rayas de la Cebra
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La Casa Sosegada
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Vivir la lengua

Ricardo Guzmán Wolffer


Tenochtitlán se escribe con ch. Nahuatlismos
y etimologías del náhuatl para niños,

Brenda Cantú Bolán,
Resistencia/Conaculta,
México, 2013.

Ya que cada gobierno tiene una visión sobre qué es lo valioso de los indígenas, los receptores de los programas estatales y quienes tenemos la certeza de que la cultura prehispánica debe ser preservada debemos tolerar la publicidad de esos “gobernantes” que creen ayudar en tal tema. Para quienes no hablamos alguna lengua indígena sólo hay dos opciones: aprenderla como un nuevo idioma o estar conscientes de las palabras indígenas que usamos cotidianamente. Ambas preservan esa cultura, pero además enriquecen nuestro concepto del mestizaje que vivimos todos los días. De ahí la gran importancia del proyecto de la Editorial Resistencia al iniciar la colección trilingüe de nahuatlismos; además, traducidos al inglés. No sorprende que en otros países se aprecie más el valor de nuestras lenguas prehispánicas. La anuncian para niños, pero es disfrutable para cualquier edad, más si lleva al conocimiento de las palabras que usamos y cómo al usarlas correctamente estamos alimentado nuestra historia y dando mayor significado a nuestra vida cotidiana. El dinamismo del habla nacional, donde los extranjerismos y sus adaptaciones se mezclan con las tendencias lingüísticas que se desarrollan en las regiones del país o de las ciudades, suele limitar el conocimiento del origen y del verdadero significado de las palabras cotidianas.

En la entrega de estos nahuatlismos encontraremos algunos muy conocidos, como chocolate, pero pocos sabrán que significa “agua agria”; o tal vez habrá quien sepa el origen náhuatl de machincuepa, pero pocos tendrán el significado “girar con la ayuda de las manos y del trasero”. ¿Sabía que chicle es la versión náhuatl de “goma de mascar”? El uso de muchos nahuatlismos es cotidiano: achichincle (ayudante) o pachón (peludo), chile piquín (chile muy pequeño o del tamaño de una pulga), chamaco (niño), chilpayate (bebé), entre otros. El conocimiento del significado mostrará que es tan valido decir chichi (seno) como el extranjerismo bubi. Hay otros que obedecen más a la región de su uso: chinampa (recipiente sobre el que se siembra) o quechequémitl (vestimenta que entra por el cuello, jorongo). También se incluyen frases conocidas y muy usadas desde hace más de un siglo: “nos cayó el chahuiztle” (desgracia).

Las sorprendentes y magníficas ilustraciones de Gabriel Gutiérrez dan una profundidad a la edición difícil de mejorar: cultas, sencillas y enigmáticas: sabemos que atrás de esas imágenes hay algo más.

La idea de exportar estos nahuatlismos a quienes hablan inglés funciona, por tomarlos como parte del español hablado en México: no se vende el folclor de los indígenas, se documenta la realidad de un país multilingüe y se informa sobre las raíces de varias palabras de uso regular.

El conocimiento de nuestra historia está tan a la mano como el saber de dónde vienen las palabras con las que hablamos.


Una guerra que se escribe

Jair Cortés


Y eso es lo que buscaba,
Victoria Leal,
Palabra en Vuelo,
México, 2013.

Los asesinatos, los desaparecidos, la violencia, el miedo, el desamparo y la ausencia de gobierno en nuestro país son temas que, por cotidianos, se han convertido en tópicos necesarios no sólo para retratar nuestra realidad sino para comprenderla, para explicarnos cuáles son los incontables mecanismos bajo los que se rige nuestra vida actual. En este contexto, Victoria Leal (nacida en Morelia, Michoacán, uno de los estados más inestables de nuestro país) publica Y eso es lo que buscaba, una primera novela narrada por una mujer, Serena, que trata de investigar el asesinato de su amante. El personaje principal, a semejanza de muchos casos similares, encuentra en esta búsqueda una razón para vivir, una justificación de su existencia: si el amor le ha sido arrebatado, Serena debe saber qué mano fue la culpable. La novela, cuyo principal motor es el suspenso, nos muestra un mundo lleno de corrupción en donde “los malos” ya no se distinguen de “los buenos”. Una tierra de nadie por la que transitan personajes que pertenecen a diferentes estratos sociales y cuyo poder es la mejor arma para someter al débil.

Y eso es lo que buscaba es una novela breve, ágil en su escritura, que trata de desatar un vínculo amoroso hecho a partir de la protagonista y de su amante muerto, así como de un tercero, amigo y cómplice de este último, un “Coronel” cuya existencia es la sombra de una justicia oxidada y manchada de sangre: “Entre ese amigo y ella está él, por lo tanto hay un nudo entre los tres… ¿Por qué no hablar de él, de ése al que ambos amaron?” La obsesión de Serena por develar los secretos de un asesinato la lleva por el peligroso camino al que conduce la verdad. El lector encontrará, en una prosa amena, muchas referencias al espíritu sombrío de nuestros días: tortura, traición y un desolador paisaje en el que el amor es una bandera que ondea sólo en el territorio del sueño, allá, de aquel lado de la esperanza.



Cartas cruzadas 1965-1979,
Carlos Fuentes y Arnaldo Orfila,
Siglo XXI Editores,
México, 2013.

Mucho menos mencionado que el golpe gubernamental contra Excélsior y, por lo tanto, demasiado poco recordado, es el que sufrió el siempre imprescindible proyecto editorial del Fondo de Cultura Económica cuando era dirigido por Arnaldo Orfila: en 1965, a raíz de la publicación de Los hijos de Sánchez, incómoda novela de Oscar Lewis, el infausto criminal que ocupaba la Presidencia de la República –el mismísimo Díaz Ordaz, quien tres años más tarde daría muestra terminante de su gorilismo inefable– le “pidió la renuncia” al enorme editor de origen argentino; como éste no aceptara el despropósito, el genocida sencillamente lo despidió del FCE. De ese hecho de barbarie, así como de la solidaridad inmediata que le demostraron cientos de intelectuales, tanto mexicanos como de otras partes del mundo, surgió la igualmente imprescindible empresa editorial Siglo XXI, que Orfila condujo hasta sus últimos días. Entre otras, esta historia –crucial en el medio de la literatura en particular, así como de la cultura y el pensamiento en general, principalmente de habla hispana– es expuesta por dos de sus principales protagonistas: Carlos Fuentes y el propio Arnaldo Orfila, en la correspondencia que ambos sostuvieron durante la década y media que corrió entre aquellos 1965 y 1979, un período indudablemente escabroso para la libertad de prensa, entendida no solamente en el sentido periodístico sino, como aquí es posible leer, también por lo que hace a la difusión, la reflexión y el libre examen de las ideas. Presentado por Jaime Labastida, director actual de Siglo XXI, y provisto de un buen prólogo y mejores notas de Ignacio Padilla, además de su evidente valor histórico-cultural, este volumen es todo un testimonio de valentía y de congruencia intelectual.