Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 30 de marzo de 2014 Num: 995

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Cartier-Bresson en
el Centro Pompidou

Vilma Fuentes

El laberinto de la soledad: monólogo, delirio y diálogo
Antonio Valle

La era no canónica
de Octavio Paz

Gustavo Ogarrio

Octavio Paz: libertad y palabra, realidad y deseo
Juan Domingo Argüelles

Las cartas perdidas
de Paz

Edgar Aguilar

Diez aspectos de la
poesía de Octavio Paz

Hugo Gutiérrez Vega

Vitos y Alií
Katerina Anguelaki-Rouk

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Columnas:
Bitácora bifronte
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Mentiras Transparentes
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Ilustración de Juan G. Puga

Diez aspectos de la poesía de Octavio Paz

Hugo Gutiérrez Vega

1. Octavio Paz es fundamentalmente poeta. Aun en sus ensayos, la capacidad de condensación, la precisión de la palabra y la fuerza lírica nos están mostrando al poeta.

2. Se discute ociosamente si Octavio fue un poeta del pensamiento y no un poeta de la emoción. Basta con el momento de Madrid 1937 de “Piedra de sol”, con el “Nocturno de San Ildefonso” y con “Pasado en claro” para demostrar que la emoción más genuina y dolorosa está presente en la poesía de Paz. Recordemos la definición diazmironiana, tal vez un poco pomposa, pero muy eficaz si la ubicamos en su tiempo: “Poesía, pugna sagrada, radioso arcángel de ardiente espada. Tres heroísmos en conjunción: el heroísmo del pensamiento, el heroísmo del sentimiento y el heroísmo de la expresión.”

La filosofía y la poesía se unen en un momento sagrado, o en uno de esos instantes de “música callada”. Tenía razón W. B. Yeats cuando afirmaba que “lo que permanece de la filosofía es lo que se ha poetizado”.

3. Entré al mundo de la poesía de Octavio Paz por la puerta de Libertad bajo palabra y, en particular, por “Piedra de sol”. Desde entonces seguí sus pasos y admiré y, al mismo tiempo, traté de escapar de su poderosa influencia, del vigor inusitado de sus poemas, de su forma tan personal de decir las cosas, de sus influencias –desde San Juan de la Cruz hasta los surrealistas–, perfectamente asimiladas y convertidas en carne de la carne y en sangre de la sangre del poema.

4. Las influencias son muchas y fácilmente localizables, pero, como Juan Ramón Jiménez, cuando le preguntaban qué poetas habían influido en su obra, contestaba: “Toda la poesía universal.”

5. Esa universalidad lo lleva a acercarse a todas las culturas. Su fascinación por el Oriente, particularmente India, le entrega las cuentas exactas de Ladera este, así como las traducciones de Wang Wei y de otros poetas orientales.

6. Es el gran ordenador de la poesía moderna mexicana. Sus comentarios sobre los Contemporáneos desmitifican y al mismo tiempo consagran a ese grupo sin grupo que nos llevó a la modernidad y superó nuestro atraso cultural. Su ensayo sobre López Velarde en Cuadrivio es una rica reflexión sobre un gran poeta y su tiempo histórico. Después de Villaurrutia, es Octavio el que da las opiniones definitivas sobre la poesía de nuestro padre soltero.

7. La poesía de Paz, por una parte, festeja al mundo y a los alimentos terrenales y, por otra, anuncia la presencia de la muerte. El Tlatoani de Texcoco y la Edad Media española se asoman detrás de esa vertiente paziana.  “Fratelli a un tempo stesso, Amore e Morte/Ingeneró la sorte”, decía Leopardi. Paz nos dice que somos hombres y duramos poco, pero como el poeta es, a su manera, el profeta de la tribu o el payaso de las bofetadas (Andreiev dixit), un dios desconocido lo deletrea y su estrella brilla en el corazón de la noche.

8. El “Canto a un dios mineral”, de Cuesta; “Muerte sin fin”, de Gorostiza; “Décima muerte”, de Villaurrutia; “Sinbad el varado”, de Owen; “Algo sobre la muerte del mayor Sabines”, de Jaime Sabines y “Piedra de sol”, de Octavio Paz son los grandes poemas largos del siglo XX mexicano. “Piedra del sol” tiene un lazo misterioso que lo une al “Primero sueño”, de Sor Juana Inés de la Cruz, poetisa que Octavio estudia con brillantez deslumbradora en Las trampas de la fe.

9. El amor por el silencio (cualidad musical) en Paz dura poco, pues sabe que necesita de la palabra y, por lo tanto, la perfecciona y la enriquece con un estilo personal, con una clara manera de decir las cosas. “En el principio era el verbo”, pero el silencio (“la soledad sonora”) le son consubstanciales y le imponen las obligaciones de la exactitud y de la perfección. Por eso el conjunto de endecasílabos de “Piedra del sol” es un milagro poético y uno de los grandes momentos de la lengua. San Juan de la Cruz, Lope, Quevedo, Sor Juana y don Jorge Manrique muestran sus rostros para ejercer una presencia espiritual en el poema de Paz. Sigo aferrado a la idea de que “Piedra del sol” es un milagro y, por lo mismo, el poema central de la obra de Octavio.

10. Lo recuerdo: caminábamos juntos, yo con el vestuario de Rappaccini, por los senderos del bosque que rodea a la Casa del Lago, hablando de escritores franceses. Martin du Gard, Jules Romains, Giono, Mauriac, Claudel, Duhamel, cuando lo interrumpí para decirle que su única pieza dramática, La hija de Rappaccini, era un poema en prosa enriquecido por los diálogos. De esa manera, el poeta estaba también en su teatro.

“Dentro, sumergidas, están las palabras y el poeta es un buzo que busca a esos peces fugaces y los hombres comunes sólo son náufragos a la deriva.” Esos naufragios forman parte de la aventura –en la que va la vida del poeta– de la poesía. En esta búsqueda nos sigue guiando Octavio Paz.

Leámoslo, discutamos con él. Evitemos las petrificaciones, las estatuas con ojos que miran hacia dentro. Está vivo y su opiniones y sus provocaciones, sus teorías sobre el poema y los poemas mismos, lo mantienen vivo y presente en la cultura mexicana y en la poesía contemporánea del mundo.