Lunes 17 de marzo de 2014, p. 27
Ciudad Juárez, Chih., 16 de marzo.
Un niño que sufre violencia emocional o sicológica por ver morir a su padre, su madre o ambos comienza a presentar cambios de conducta como dejar de comer, dormir mucho, bajar calificaciones, mostrar apatía o rebeldía, explicaron sicólogos de los sistemas municipal y estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF).
Noventa y dos por ciento de los 7 mil niños y adolescentes atendidos por esta dependencia (6 mil 340) perdieron a su papá; en la mayoría de los casos las madres tuvieron que hacerse cargo de sostener en la familia, pero en algunos esta responsabilidad recayó en el hijo mayor.
Más de 7 por ciento (unos 490 menores) perdieron a su madre y el porcentaje restante a ambos progenitores, por lo cual quedaron bajo custodia de sus abuelos u otros familiares.
En abril de 2011, cuando la disputa entre cárteles y las operaciones federales contra éstos estaban en su fase más intensa, miles de niños recibieron atención sicológica en el DIF.
En ese entonces La Jornada recabó entre especialistas de esa dependencia testimonios como el de Jorge, que a sus seis años llenaba una alcancía con la esperanza de comprar un fusil AK-47 para matar a los asesinos de su papá.
Otro pequeño atendido por el DIF pidió llenar una alcancía para comprar una bomba y ponerla en el canal de televisión que mostró la cabeza cercenada de su papá.
El entonces visitador de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, Gustavo de la Rosa, advirtió: Ahora es odio y deseo de venganza contra el que mató a sus papás, pero el día de mañana va a ser odio y deseo de venganza contra el Estado que permitió que los mataran
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