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Ricardo Venegas
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El diario de los años muertos,
de Ivo Quallenberg

Hay historias que encarnan nuestra propia fragilidad, derroteros por los que el fenómeno de la existencia nos guía. También están aquéllas en las que la trama es lo de menos, quizá un mero pretexto para desentrañar el alma de los personajes que viven el misterio de no verse a sí mismos, de no poder confrontarse, sino, sencillamente, padecer su historia. Los personajes de Diar io de los años muertos (Ediciones Eternos Malabares/INBA/Conaculta, 2013), de Ivo Quallenberg  lo saben y entienden su porqué. Ivo Quallenberg nació en Ciudad de México, es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma Metropolitana y cursó la maestría en filosofía en la Universidad de Barcelona y la maestría de sociología en la New School for Social Research. Trabajó en diversas instituciones públicas, tales como el Centro de Educación para Adultos,  el Fondo Nacional para Actividades Sociales y el Museo de Culturas Populares, además de haber participado en diversos proyectos de investigación social de la Universidad Nacional Autónoma de México, ha escrito tres novelas y tres libros de cuentos que no han sido aún publicados.

Diario de los años muertos contiene un repertorio de cuentos y relatos, además de un ensayo final que linda en el cuento; los géneros, en todo caso, se entrecruzan para hacer patente el sentido de su escritura. Sus textos giran en torno a la obsesión del amor y sus malogros. El sentido de la vida está continuamente en juego, y el azar, cuando interviene, parece decantar estas historias. A pesar de que los personajes buscan a todo trance resolver su existencia, sus insalvables obsesiones los enceguecen a tal punto que se hunden todavía más en la zozobra; esto pareciera insistir en recordarnos al más puro Constantino Kavafis cuando dice: “no hay camino para ti”. El contrasentido se sostiene en un tono donde conviven el humor y el drama. Uno de esos relatos es el que se titula “Si yo fuera Coca Cola, tú serías diabética”, en el cual el narrador omnisciente desmenuza sus filias, su relación amorosa con una mujer que nunca le correspondió;z a tal punto llega la obsesión por una mujer enferma, que el personaje del cuento opta por la acción más radical: “Hice lo que debí haber hecho desde el primer día: curarte lo incurable. Confieso que fue un asunto de niños cortar por lo sano con esas ideas de pájaro que tienes. Pero funcionó. Resultó un éxito rotundo reemplazar tus chochitos de arsénico diluido a la 30, por arsénico letal. El caso es que hoy, 22 de marzo, es el día más feliz de toda mi vida; porque ¿sabes? al fin entraré en ti.”

Literatura que no ha buscado adelgazar la realidad para mitificarla, la de Ivo Quallenberg es una escritura que busca la orientación vital de sus personajes. En este diario el lector encontrará a sus amigos y a sus enemigos, el camino al descenso en el que se conocen las aptitudes de cada quien o, ¿en dónde podría ser más genuino el retrato de un hombre?