Opinión
Ver día anteriorViernes 14 de febrero de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Huellas de febrero
C

ada encuentro es un rencuentro con el objeto, ese objeto amoroso irremediablemente perdido. (Freud) O sea, cada encuentro es como los vientos de febrero, llegan, pasan…

Palpo, palpito y tacto en las sombras, viento en el viento, llama en el fuego, y temblando en el aire un sonido alto, pálido, sensible, como si la nota tomara la forma de la ternura y a lo lejos cantara la vibra, la noche que quería irse y el ritmo que no llega.

El amor engendra pensamientos de amor, arde, tiembla, se devela ante el desasosiego que genera la revelación. En este ardor hay una aproximación al origen a lo interior, lo profundo. Perderse en ir en búsqueda del secreto que sólo conoces: Tu misterio y locura: lo desconocido que nos subyuga. Amor herido que fluye fuera del tiempo y razón, nos atraviesa, traspasa y deja su huella incandescente.

“Y en la cosa nunca vista
de tus ojos me he buscado
en el verso con que me miras…”

A. Machado

Mujer, misteriosa, mágica, laberinto sexual en busca de la reapropiación siempre fugaz. Geometría donde se reúnen la divinidad subterránea, el insecto acariciador de mucosas y la matriz que forma la vida en el marco de un aire vibrador, fuego encantador en oscuras humedades: lo secreto del ser. Cavidad completamente desnuda del espacio mental imaginario, busca de ternura inasible, inefable, imposible, ilocalizable de encanto indefinido y variable que se propaga en olas horizontales y sube desde los márgenes la caricia visitadora.

Laberinto sexual ligado a la palabra nunca quieta, cosquilleante como navaja de peluquero en la nuca. Escalones que se abren desde el piso y descienden paso a paso a cierto número de centímetros bajo del mar, se abren camino acariciando el angosto canal, visitan los recovecos más oscuros y poco transitados cual Ulises recordando a Penélope.

Misterio de difícil conceptualización, aun para Freud, el padre de la sicología moderna, representado como un margen, franja curva que rodea el cuerpo femenino, revoltura de hechos sin ligadura ni causa reconocible. Trazo tejido de seda, unidad encuadrada que vigila márgenes en espacios preparados a recibir y repercutir en fina capa de mica el block maravilloso que deja huella, morena diferente, destinada a transmitir la palabra, sensible vibración inscrita en ondas hormonales.

Estructura tejida de palabras que dejan partir de nuevo los diferentes hilos que promueven cada contacto. Nuevas palabras de diferente significados, que anudan otras. Giros que llevan los vientos, ritmando movimientos, perdidos en el misterio de un loco ensueño mágico. Repicar de doble eco apagado, huellas, cadenas de significaciones reguladas gracias al fuego de las palabras que encantan al cielo y la tierra, la noche y el día, las montañas y las aguas y sonidos de pájaros.

Mujer que te elevabas al sol y tienes formas que adquiere la luna de febrero. La piel baila una taquicardia a galope lento, inserta en diálogo vivo interrumpible. Carnalidad íntima de secreto afín, respaldada por la tradición, tan venerable corno oculta, que remueve el inconsciente. Bulto mental que contiene el duende del cuerpo al soplo del aire que busca ternura, inatrapable e inentendible como el inconsciente, misterioso y oscuro, sólo parcialmente alumbrado por la palabra y otra vez el asombro, al descubrir el espejo, que acaricia la piel sedosa, araña infinita.

Todo amor es fantasía/ la poesía como relámpago/ trazo inasible nos abre heridas de amor/ heridas del tiempo/ tiempo de luz y sombra/ creación de la que emana/ trazos, gestos, ritmos y plegarias (A. Machado).