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Entrevista con Leonor Fardlow, conocida como la última hija del viento en la sierra

Una hablante del kiliwa persiste en la defensa de su lengua materna

Ante el riesgo de que desaparezca algo vamos a hacer, dice quien la difunde entre su familia y tres niños

Casi no hay escritura ni testimonios, deplora el historiador Armando Estrada

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Muñecas confeccionadas por Leonor Fardlow con materiales naturales de la sierra de BC (cuero de res, corteza de álamo, fibras de agave y collares de semillas silvestres), como aprendió de sus abuelosFoto cortesía de la Unidad de Culturas Populares Baja California, Conaculta
 
Periódico La Jornada
Viernes 14 de febrero de 2014, p. 3

En un funeral kiliwa todo queda reducido a cenizas. Cuando llega la muerte, el cuerpo es incinerado y junto a él, todas las pertenencias del difunto, para que su espíritu no se resista a abandonar la tierra. Sin dejar huella, así parece morir también la lengua de este grupo indígena en Baja California.

Doña Leonor Fardlow, la última hija del viento en la sierra, es una de las cinco hablantes que mantienen viva la lengua kiliwa en la comunidad Arroyo de León y a sus 75 años se dedica a promover y enseñar los cuentos como los oyó de la abuela.

El kiliwa, una de las 68 agrupaciones lingüísticas catalogadas en México es la que tiene menos hablantes y se encuentra en peligro de desaparecer.

Mi nombre es Leonor, se presenta antes de contar la historia de la coyota con dos coyotitos. Cuando era niña, al oír a los viejos, sentada a su alrededor, “era muy delicado todo, no teníamos que estar riendo, era escuchar bien y asentir nomás con la cabeza. Yo aprendí y se me grabó mucho”. Así habla al público en Tijuana, Ensenada o en el pequeño poblado de Arroyo de Léon, donde nació y aprendió la lengua de la comunidad, pero en la que los viejos se han ido muriendo y con ellos su hablar.

Cuatro lenguas originarias

El historiador Armando Estrada precisa en entrevista que el estado de Baja California tiene cuatro lenguas originarias: pai pai, cucapá, k’miai y el kiliwa. El reto es que las personas tengan esa sensibilidad de poder aprender de nueva cuenta la lengua materna. La lengua kiliwa está en peligro de extinción, alerta.

Si desaparece, con ella se pierde la cultura, la forma de expresión, de pensar, de sentir, como bien ha advertido de manera reiterada el historiador Miguel León-Portilla.

Esta agrupación indígena del norte ha sido un pueblo de cazadores y recolectores, con una organización muy diferente a la del centro de México, su permanencia fue estacional y con una migración desde la costa hacia la montaña. Hace miles de años arribaron a esa zona, señala.

Luego de asentarse en la parte central de la sierra de Baja California han migrado hacia Ensenada, Tijuana o rancherías en busca de espacios laborales, educación y salud. Son pocas las familias que se ubican en Arroyo de León.

Cuando fallecen, refiere Estrada, en los ritos funerarios se queman sus pertenencias. Y en algunas comunidades no se vuelve a hablar del difunto. Eso hace más complicada la conservación y documentación de esa etnia, porque la memoria histórica es vulnerable. Tenemos algunos elementos históricos, como documentos y fotografías, pero básicamente es un pueblo con marcada diferencia en relación con otros de México.

Es uno de los obstáculos de permanencia de la lengua; casi no hay escritura ni testimonios. A la amenaza de extinción, se suma la migración, la cual implica la falta de reproducción del kiliwa, cuando es preferible el inglés o el español. No hay jóvenes que hablen la lengua indígena y es un problema generalizado en todas las comunidades.

El historiador, adscrito a la Unidad de Culturas Populares de Baja California, señala: Ya no tenemos cantores. El canto que es parte de este patrimonio inmaterial, la memoria del pueblo, que recoge el contexto del medio geográfico, la tradición y las narraciones. Leonor se convierte en la última hija del viento que tenemos en la sierra, esta hablante de la montaña de la comunidad kiliwa en Arroyo de León.

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Leonor Fardlow, promotora de la conservación de la lengua kiliwaFoto cortesía de la Unidad
de Culturas Populares Baja California,
Conaculta

Leonor Fardlow es una artesana. Vive de hacer muñecas de trapo y palma. Utiliza fibras vegetales. También es quien mejor habla, entiende y escribe el kiliwa. Trabaja con su familia, con niños y en algunos espacios culturales para enseñar esa lengua.

Desde su lugar de origen, en la sierra, en el municipio de Ensenada, Baja California, Leonor Fardlow conversa a través de una señal distorsionada, desde el pequeño poblado con casas aisladas, ocultas entre la vegetación desértica y piedras de granito.

No hay calles, sólo frágiles senderos. Aunque ahora su lugar de residencia es ahí, permanece durante semanas en Arroyo de León, como parte de su labor en defensa del kiliwa.

Relata que una de sus hijas ya sabe más o menos. También le enseña a tres niños, “los papases son pescadores en Tecate”. Ellos y una muchacha ya se saben unos cantos. Tiene que ver mucho el trabajo “de las mamases” para que hablen esa lengua.

Ella aprendió de niña, cuando todos usaban el kiliwa para comunicarse. Su papá era de Texas y su mamá de Arroyo de León. Él le hablaba en inglés y ella en kiliwa. Ahora, hay muchos que hablan español o inglés porque se han criado por fuera. ¡Ay, estoy lejos de Ensenada! Tengo poco que regresé, vine a enseñarles. Algo vamos a hacer, se escucha en la bocina por la que se cuela el viento de las montañas.

Rescate de música y narraciones

La lengua kiliwa no es fácil, coinciden doña Leonor y el historiador Armando Estrada en geografías distantes, a 15 horas de viaje. La escritura es aún más difícil. Su cosmogonía está relacionada con la naturaleza, en un escenario de montañas, cañadas y ríos.

Junto a Arnulfo Estrada, un mestizo interesado en el kiliwa, Fardlow se dedicó a hacer un diccionario de esta lengua, menciona el historiador Armando Estrada. También ha elaborado materiales relacionados con la lengua y hoy la Unidad Regional de Culturas Populares trabaja en un proyecto de rescate de la música, cuentos y narraciones indígenas de los pueblos originarios de Baja California.

Es una estrategia de salvaguarda para generar foros de expresión, además de documentar la lengua y crear un acervo especializado en historia, antropología y lingüística sobre pueblos yumanos en la unidad regional, en Tijuana, detalla.

Los últimos cantores yumanos de ese estado y una lengua apenas recuperada en un acervo digital, para rescatar la memoria, será un regalo en el Día Internacional de la Lengua Materna, el 21 de febrero. En la Unidad Regional de Culturas Populares, en Tijuana, lo celebrarán con varias actividades, como cantos nativos, literatura oral, exposiciones fotográficas y proyección de documentales, donde asistirá Leonor Fardlow.

Al morir, entre los kiliwas todo queda en cenizas. Los espíritus se van y no vuelven a molestar a los vivos. Y la palabra en lengua indígena también parece irse con ellos.