Acostumbrabas volar, Guillermo
con alas de Pegaso y plumas casi cielo:
encendido vivías de tocar el misterio;
inalcanzables tus ojos,
sólo cautivos los secretos,
como estrellas miraban
con recónditos incendios.
Arduo diamante tu ser,
bajo el gran peso de noches emprendido,
brillante en mil esfuerzos.
Tu voluntad indoblegable, hermética,
equilibrista en su perfecta soledad,
y suelta en el aire de un juego perfecto:
gran ala desenvainando, tu ser entero.
Sólo en caminos de fuego
tu libertad aprendiste,
tu luz, también fue de fuego
cortante en su destierro;
y el sol más filoso de todos
te fue camino y encierro.
La utopía de tu audacia sostuviste,
victorioso Faetón y deslumbrante.
No de la tierra viniste, no,
intempestiva cauda de otros cielos
con tu antorcha de luces
y también dolido incendio.
Pero hacia adentro hoy acudes,
desnudo de tu sangre a reiniciarte completo,
al alba que te abraza, con amor, el más perfecto.
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