Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 22 de diciembre de 2013 Num: 981

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Editores y ediciones de la obra de María del Mar
Evangelina Villarreal

Guillermo Tovar de
Teresa, breve estudio
biobibliográfico

Rafael Barajas el Fisgón

Guillermo Tovar
de Teresa

Verónica Volkow

El aro de Urano:
Luis Cernuda

Enrique Héctor González

A 50 años de su muerte
Rodolfo Alonso

Luis Cernuda, la muerte
y el olvido

Ricardo Bada

Un retrato de
Miguel Nazar Haro

Marco Antonio Campos

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Poesía
Antonio Soria
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Juan Manuel Roca
Cinexcusas
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Ricardo Venegas
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Jeremías Marquines, la completud del poema

La de los sesenta es considerada como una de las generaciones que más aportes ha realizado a la poesía mexicana. En ella sobresale el nombre de Jeremías Marquines  (Villahermosa, Tabasco, 1968), con el vigor y el riesgo de una obra ahora editada en un volumen que congrega sus nueve libros, Obra poética (Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, 1996-2012). Octavio Paz, Malcolm Lowry, Alfonso Gatto, José Carlos Becerra, Félix Grande, Gastón Baquero y muchos nombres que no alcanzaría a mencionar, transitan en los poemas del poeta heredero de Gorostiza y Pellicer. Desde El ojo es una alcándara de luz en los espejos (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1996), Marquines comenzaba el mapa que prefiguraría su obra y que después, con distintos rostros, iría avanzando: “Mientras hablo, en otra parte alguien finge los pretextos del ahogado,/ el apetito voraz de la mañana cuando pasa un cadáver en invierno/ y nos saluda con su risa de gramófono, desmintiendo la música inicial de la ternura.”

Jeremías es un poeta profético y posee uno de los oídos más agudos de su generación. En Las formas de ser gris (2001) lo escuchamos escribir: “Mientras hablamos, algo se quiebra en todas partes.” Si e.e. cummings tuvo su particular forma de contemplar al mirlo, Marquines observa en Las formas del petirrojo (2001) su propia aventura: “Habrá enloquecido el petirrojo:/ qué tiempo es éste que simplemente pasa” (que más tarde retomaría en su Ensayo para simular un petirrojo, 2003). En diversos momentos, el poeta deja entrever sus recursos, las voces con las que conversa, y cómo esos Duros pensamientos zarpan al anochecer en barcos de hierro (2002): “A ese Gorostiza si lo ven, díganle que el cielo es un escombral vacío.” Marquines también ha escrito libros con títulos largos: Varias especies de animales cubiertos de piel jugando juntos en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem (2008), en el cual tiene un acercamiento a las distancias del ser: “El mundo es el más pequeño de tus pasos.” En esta bitácora también está el poeta de visión con sus Bordes trashumantes (2008): “No olvido que estás en esa balsa de sábanas blancas/ que difícilmente haces flotar con tus manos/ No olvido que tu cuerpo es un pétalo volando.”

En ¿Dónde tiene el hoyo la pantera rosa? (2009), el bardo entra en los terrenos del chiste y del poema filosófico, con el filo que lo caracteriza. Jeremías es cauto –no temeroso– en el desdoblamiento del poema:  “Nunca es igual a nada. El hoyo/ es aprendizaje de uno mismo.”

Con Acapulco golden (2012), que mereció  el Premio Aguascalientes de Poesía (amén de la innúmera lista de premios y distinciones que ha merecido el autor), realiza un homenaje a Malcolm Lowry y corona el volumen de 630 páginas en las cuales el oficio de la poesía se ha hospedado: “Tengo la impresión de ser un Robinson bajo un volcán rodeado de pájaros.”