Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Mensual  Director: Iván Restrepo
edicion: Laura Angulo   2 de diciembre de 2013
numero especial

Portada

Presentación

Chimalapa y la diversidad
de la vida

Alejandro de Ávila

La tenaz lucha del pueblo zoque chimalapa en
defensa de sus invaluables bienes naturales

Miguel Ángel A. García Aguirre

Defensa constitucional del territorio oaxaqueño de Los Chimalapas ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación
Jesús Martínez

Una visión de la vegetación
de la selva zoque y de la importancia de Los Chimalapas

Mario Ishiki y Erika Ishiki

El Comité Nacional para
la Defensa y Conservación
de los Chimalapas, red de
la sociedad civil en apoyo
a la lucha comunal

Luis Bustamante

Los Chimalapas: los inalienables derechos indígenas del pueblo
zoque chimalapa

Ceyla Cruz

Chimalapas: la voz comunal


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Chimalapa y la diversidad de la vida

Alejandro de Ávila B.
Biólogo y etnólogo experto en etnobotánica; actualmente es director del Jardín Etnobotánico de Oaxaca

...desde 1930 he pasado todas las vacaciones de invierno en los estados mexicanos de Oaxaca y Chiapas. Toda esta región es rica en especies raras y desconocidas de plantas y animales, pero transcurrieron años antes que yo descubriera que también incluye un área unitaria tremenda de bosque primigenio deshabitado, prácticamente intacto... Los chimas, como son conocidos localmente los habitantes, declaran posesión de un territorio inmenso... La leyenda hace de esta región el último refugio de los bini dani, nombre zapoteco de pueblos antiguos que huyeron a las montañas antes que aceptar la cultura y religión española.
Thomas MacDougall
primer naturalista que exploró Chimalapa, 1971

Hay lugares donde las particularidades del terreno, el clima y la historia se entretejen para propiciar la complejidad de la vida. Uno de ellos se ubica en el istmo de Tehuantepec. Las 591 mil hectáreas que poseen los pueblos de Santa María y San Miguel Chimalapa comprenden el área de mayor diversidad documentada en México para varios grupos de organismos. Los estudios hechos en esta región son fragmentarios, y grandes zonas no se han explorado todavía. Aun así, los datos preliminares de los especialistas muestran que Chimalapa es un área clave para entender la evolución de muchas plantas y animales:

Silvia Salas Morales, investigadora de SERBO, AC, ha registrado siete especies de cícadas en Chimalapa. Las cícadas son plantas cuyas hojas semejan las frondas de las palmas, dispuestas en roseta. Se trata de un grupo que se diversificó en el Jurásico (hace 210 a 140 millones de años), al mismo tiempo que se diferenciaban los primeros dinosaurios. Desde entonces, las cícadas han perdido terreno conforme han florecido otros grupos de plantas, y su distribución actual se restringe a áreas pequeñas de las latitudes medias, principalmente en Sudáfrica, Australia y México. Tres géneros se conocen en nuestro país: Dioon, Ceratozamia y Zamia; los primeros dos están prácticamente restringidos al territorio nacional.

Se han documentado más de veinte especies en Oaxaca, que parece tener la mayor diversidad de cícadas en el mundo para un área de extensión comparable. La investigación de Silvia Salas indica que dentro del estado, Chimalapa es la región con mayor concentración de especies. Los tres géneros mexicanos están representados en la zona. Dos de las plantas estudiadas por Silvia y sus colaboradores representan nuevas especies de Ceratozamia, una de ellas descrita en 2008 como C. chimalapensis y la segunda aún no bautizada ni caracterizada formalmente.

Esta riqueza de cícadas es particularmente significativa por tratarse de un linaje tan longevo: habla de la antigüedad y complejidad de la historia natural de Chimalapa. Encontramos un patrón semejante de formas relictuales y especies endémicas (es decir, especies que viven únicamente en esa área) en otros grupos de plantas de la región, y también entre los animales vertebrados.

Tom Wendt, botánico de la Universidad de Texas y anteriormente profesor del Colegio de Postgraduados en Chapingo, enfocó durante más de 15 años su trabajo en los árboles de los bosques más húmedos de las tierras bajas de Chimalapa y el área contigua de Uxpanapa en el extremo sur de Veracruz. Junto con sus estudiantes y colaboradores descubrió un gran número de especies nuevas, incluyendo siete árboles endémicos de la zona y diez especies de distribución un poco más amplia en los bosques tropicales húmedos de México.

Una de ellas representa un género nuevo de las Achariaceae (familia poco conocida para los lectores urbanos; quizá el producto más famoso de este grupo de plantas sea el aceite de chalmugra que se usó en la India para tratar la lepra y otras aflicciones de la piel, extraído del género Hydnocarpus), nombrado Chiangiodendron en honor del destacado botánico mexicano Fernando Chiang. Los parientes más cercanos de Chiangiodendron son precisamente Hydnocarpus y sus géneros afines del sureste de Asia.

Antes de que Tom diera a conocer los resultados de su trabajo, los biólogos consideraban que las selvas húmedas de México representan comunidades vegetales básicamente sudamericanas, que se expandieron hacia el norte después de la última glaciación. Se suponía que las bajas temperaturas ocasionaron la extinción de las asociaciones tropicales autóctonas.

La investigación en Chimalapa y Uxpanapa, constatada en algunas otras áreas del sureste del país, echa por tierra esa hipótesis: muestra que la flora actual de las zonas bajas húmedas incluye un grupo importante de linajes tropicales que evolucionaron en el antiguo bloque continental que comprendía desde Oaxaca hasta Canadá. En las condiciones climáticas más benévolas previas a las glaciaciones, la flora de México y Norteamérica se vinculaba a través de Alaska y Siberia con los bosques tropicales del Viejo Mundo, como lo ilustra Chiangiodendron. La presencia sobresaliente de especies endémicas en Chimalapa y Uxpanapa, más numerosas al parecer que en otras selvas húmedas en México, permite suponer que la región fungió como refugio para la vegetación tropical durante la última glaciación.

Gerardo Salazar y sus colaboradores del Instituto de Biología de la UNAM han documentado las orquídeas de algunas localidades de Chimalapa. Si bien les falta muestrear varias zonas importantes dentro de la región, su inventario preliminar de 93 géneros y 298 especies representa la flora de orquídeas más diversa que se conoce en México. Áreas más extensas que han sido estudiadas más intensivamente, como la selva Lacandona en Chiapas o la región de Nueva Galicia (Jalisco y las porciones adyacentes de los estados circunvecinos), cuentan con aproximadamente 40 y 80 especies menos que Chimalapa, respectivamente.

Al menos seis orquídeas son endémicas de Chimalapa. Una de ellas es una planta terrestre que se ha encontrado únicamente en un pequeño pedregal que se incendió en 1998. Gerardo considera que esta planta, “quizá la orquídea más rara de todo el mundo, ha causado una revolución en la clasificación de las orquídeas”. Ameritó designar un nuevo género, con el nombre nacionalista de Mexipedium. Su descubrimiento ha elucidado la historia evolutiva de una rama importante en la base de la familia.

La taxonomía de las orquídeas es particularmente significativa porque son el grupo de plantas más diverso en el planeta; su rápida coevolución con sus insectos polinizadores ha fascinado a numerosos naturalistas, incluyendo al mismo Darwin. Mexipedium, como Chiangiodendron, vincula la flora tropical americana con el sureste de Asia: representa un  eslabón entre el género Paphiopedilum de Indochina y el archipiélago malayo, y el género Phragmipedium de Centro y Sudamérica.

Este patrón de afinidades geográficas más amplias de la flora tropical de México que ilustran Mexipedium y otros casos de “paleoendemismo” (especies de distribución restringida que representan linajes con una larga historia evolutiva) presentes en Chimalapa y las áreas vecinas ponen en evidencia que la historia ecológica de Mesoamérica es más compleja de lo que se había supuesto. Y que la flora antigua de México jugó un papel fundamental en la evolución de la vegetación tropical de todo el continente: muchos grupos de plantas que se han considerado sudamericanos en realidad se originaron en nuestras latitudes.

Townsend Peterson, investigador de la Universidad de Kansas, y sus colaboradores hicieron un recuento de las aves de Chimalapa en los años 1990-2000. Las especies que habían sido colectadas o por lo menos observadas por especialistas en la región sumaban 464, lo cual representa el 44 por ciento del total de aves conocidas en México. Los registros más recientes incrementan esa cifra. En ninguna otra área del país se ha reportado un número tan alto de especies.

La lista incluye al quetzal, el pavón y el pajuil, especies amenazadas que caracterizan la avifauna de las montañas centroamericanas. Su presencia en Chimalapa concuerda con la distribución de varios grupos de animales y plantas: en términos biogeográficos, la zona alta de Chimalapa forma parte de una región mayor que abarca las montañas de Chiapas, Guatemala, Honduras y el norte de Nicaragua, y que se diferencia marcadamente de las sierras al occidente del istmo de Tehuantepec.

Dentro de esa gran región, Chimalapa es considerada el área de mayor heterogeneidad ambiental, además de incluir los ecosistemas mejor conservados. Townsend y otros investigadores han reportado observaciones reiteradas de la guacamaya roja, que se creía extinta en México fuera de las selvas del Usumacinta; del águila solitaria, una especie tan rara que algunos ornitólogos habían cuestionado su existencia; y del águila harpía, característica de los bosques tropicales húmedos desde México hasta Brasil.

Las harpías y otros grandes vertebrados de Chimalapa, como el jaguar, el tapir, el senso o marín (pecarí de labios blancos), el saraguato y el mono araña, pudieran considerarse especies de importancia secundaria para la conservación, considerando su amplia distribución. Sin embargo, los bosques de Chimalapa posiblemente contengan las últimas poblaciones suficientemente grandes de estos animales en México para ser genéticamente viables a largo plazo. Al ubicarse en el extremo boreal de su distribución, donde probablemente están sujetas a presiones selectivas peculiares, la conservación de estas poblaciones es particularmente importante para la evolución de esas especies en el futuro.

Los patrones de diversidad documentados para las aves y las plantas vasculares de Chimalapa se constatan en otros grupos de organismos. Se han reportado hasta ahora seis especies de reptiles y tres de anfibios que son endémicos de la zona. Es probable que el área guarde numerosas sorpresas entre los grupos taxonómicos menos estudiados, como son los invertebrados, los hongos, y los microorganismos del agua y el suelo. Podemos preguntarnos por qué se ha diversificado tanto la vida en esta región.

Varios factores confluyen en Chimalapa para explicar la pregunta. Uno de ellos es la fisiografía: el área es montañosa, con alturas máximas que sobrepasan los 2 mil 200 metros de altitud. Su composición geológica es compleja, incluyendo zonas cársticas (es decir, formaciones de roca caliza) y sierras graníticas.

La variación en la topografía y los tipos de suelo se traduce en opciones más diversificadas de hábitat para diferentes grupos de plantas y animales. Otro factor es la ubicación de Chimalapa con respecto a patrones climáticos condicionados por las corrientes marinas y la forma del continente. Las montañas del norte de la región, donde se condensa la humedad de los vientos provenientes del Golfo, son una de las áreas más lluviosas de México, mientras que hacia el sur la vertiente del Pacífico es marcadamente seca. Un factor adicional de diversificación, como ya hemos visto, es la posición de Chimalapa en el área de encuentro de dos provincias biogeográficas, cuya flora y fauna ha evolucionado en relativo aislamiento.

El istmo de Tehuantepec ha sido punto de contacto entre la biota (el conjunto de organismos) neotropical, con afinidades fundamentalmente gondwánicas, y la biota neártica, básicamente laurásica. Gondwana y Laurasia son los nombres de los dos grandes bloques en los que se dividió el gigantesco continente madre que llamamos Pangea hace unos 200 a 150 millones de años. La conexión terrestre entre Norte y Sudamérica data de unos 2 millones de años, fecha reciente en términos de historia natural.

El istmo ha sido también área de intercambio de flora y fauna de las zonas tropicales bajas entre la vertiente del Atlántico y la del Pacífico; las montañas hacia el occidente y hacia el sureste representan una barrera para el tránsito de especies de tierra caliente, sólo interrumpida por la depresión central de Nicaragua cientos de kilómetros más al sur.

De la misma forma, la heterogeneidad ambiental de Chimalapa ha favorecido el flujo genético entre comunidades ecológicas disímiles que allí coexisten en proximidad, como los bosques tropicales húmedos, los bosques de neblina, los bosques de pino y encino, y los bosques tropicales secos. La continuidad de ecosistemas no perturbados a lo largo de gradientes amplios de clima y altitud es el rasgo más sobresaliente de la región desde un punto de vista conservacionista.

No sólo subsisten en ella poblaciones grandes de una alta diversidad de especies, sino que cuentan con un seguro de vida: ante los cambios globales de temperatura y precipitación inducidos por los humanos, las comunidades naturales tienen la posibilidad de reconstituirse en otra zona climática dentro de la región. Pocos lugares del mundo guardan esa posibilidad de salvaguardar la diversidad biológica a largo plazo. Nuestra incertidumbre frente a los efectos del calentamiento global subraya la importancia de proteger a Chimalapa.

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