Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 24 de noviembre de 2013 Num: 977

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Premio FIL a
Yves Bonnefoy

José María Espinasa

Artigas en el cuarto
de los espejos

Alejandro Michelena

El asesinato de
Roque Dalton

Marco Antonio Campos

Cambio de armas
Esther Andradi entrevista
con Eva Giberti

La aventura artística
de Philip Guston

Eugenio Mercado López

Philip Guston,
del muralismo
al cartoonism

Gonzalo Rocha

Diego y Frida,
una pareja mítica

Vilma Fuentes

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
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Cinexcusas
Luis Tovar


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Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Los Cabos dos

Del 13 al 17 de noviembre recién pasados tuvo lugar en San José del Cabo, Baja California Sur, la segunda edición del Baja International Film Fest (BIFF), cuya divisa radica en ofrecer cine norteamericano de manera casi exclusiva. Sólo cinco filmes de una programación más bien breve no proceden de México, Estados Unidos o Canadá, incluyendo todas las secciones en las que se divide el festival: en selección oficial, Competencia Los Cabos y México primero, seguidas de Estrenos internacionales, Presentaciones especiales, Tributo –esta vez dedicado a Gael García–, Foco –puesto sobre el canadiense Philippe Falardeau–, Galas y, finalmente, un homenaje a la productora Mantarraya.

La ganadora en la sección México primero fue Los insólitos peces gato (Claudia Saint-Luce, 2013), de la que se habló aquí hace ocho días, y la triunfadora en Competencia Los Cabos fue la canadiense Sarah Préfère la Course (Sara prefiere correr, Chloé Robichaud, 2013), que este ponepuntos no pudo ver.

Si bien el término “independiente” aplicado al cine va teniendo cada vez menos sentido, todavía es útil para signar el espíritu que anima a la mayoría de los filmes, ninguno de los cuales podría ser motejado de comercial, mucho menos de blockbuster. Al contrario, lo que pudo verse fue una muestra variopinta e interesante de un cine que, si llega a las salas, suele hacerlo con discreción, aunque puede incluir a esta o aquella figura reconocida –verbigracia, Woody Allen y Sharon Stone en Fading Gigolo (John Turturro, EU, 2013)–, o ser dirigida por algún cineasta de prosapia –como Jim Jarmush con Only Lovers Left Alive (EU, 2013)–, pero que en todo caso forma parte de una producción bastante poco visible.

Tratados habidos y por haber


Fading Gigolo

Más allá de cuestiones temáticas o de calidad cinematográfica, el hecho de que un festival de cine se concentre en lo que se filma, distribuye y exhibe en Norteamérica tiene su miga: conviene recordar que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, integrado precisamente por Canadá, Estados Unidos y México, ha significado un terrible punto de inflexión para la cinematografía mexicana, que desde entonces –es decir, desde 1994– ha quedado orillada, en su propio territorio, a una marginalidad muy duramente remontable, mientras que Canadá, miles de veces más sensatamente, determinó que su cinematografía quedara fuera del TLC. Por algo lo hicieron. No pareciera estar en ruta con la disposición del BIFF pero, al menos conceptualmente, es obvio que este festival sería un inmejorable marco para abordar la cuestión, que urge revisar.

Lo que hubo

La referida naturaleza regional –pero sobre todo sus tramas de melting pot inverosímil– hizo que cupieran miasmas como ese llamado El niño que huele a pez (Analeine Cal y Mayor, México-Canadá, 2013), o ese otro titulado Machete Kills (Robert Rodriguez, EU, 2013). Por fortuna fueron excepciones, ya que la mayoría de la programación consistió en muy otra cosa. Hubo, por ejemplo, tres bastante dispares largometrajes mexicanos de estreno: El charro misterioso, de José Manuel Cravioto, Volando bajo, de Beto Gómez, y Filosofía natural del amor, de Sebastián Hiriart, todos de este año, de los que se hablará aquí en otro momento. Hubo la oportunidad de remirar buena parte de la propuesta fílmica que ha hecho de la productora Mantarraya un modelo a seguir –para bien o para mal–, y hubo lo que sin duda es la apuesta fuerte del BIFF: una selección en competencia integrada por filmes cuyo principal mérito no es el dinero que se gastó en hacerlos ni los figurones que en ellos participen, mucho menos la publicidad que se les haga o, mejor dicho, que no se les hará.

Es el caso, entre otros, del magnífico documental Bering. Equilibrio y resistencia (Lourdes Grobet, México, 2013), quizá la película que mejor podría enarbolar ese “espíritu norteamericanista” antes aludido, por el sitio donde se ubica lo que cuenta, por lo que transmiten las personas cuya vida se retrata y, en fin, por la forma en que plasma el sentido de pertenencia a una tierra y a una cultura que perviven, si bien influenciadas por un Occidente habituado al avasallamiento.

Es el caso también de historias pequeñas, intensas y bien estructuradas como las que narran I Used to Be Darker (Matt Porterfield, EU, 2013), Short Term 12 (Destin D. Cretton, EU, 2013), Alphée des Etoiles (Hugo Latulippe, Canadá, 2012), Tom à la Ferme (Xavier Dolan, Canadá, 2013), así como Dallas Buyers Club (Jean-Marc Vallée, EU, 2013), que ni por asomo sirven únicamente para manducar palomitas de maíz.