Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 24 de noviembre de 2013 Num: 977

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Premio FIL a
Yves Bonnefoy

José María Espinasa

Artigas en el cuarto
de los espejos

Alejandro Michelena

El asesinato de
Roque Dalton

Marco Antonio Campos

Cambio de armas
Esther Andradi entrevista
con Eva Giberti

La aventura artística
de Philip Guston

Eugenio Mercado López

Philip Guston,
del muralismo
al cartoonism

Gonzalo Rocha

Diego y Frida,
una pareja mítica

Vilma Fuentes

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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
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Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
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Cinexcusas
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Ricardo Venegas
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El hambreado presupuesto a la cultura

Se dijo que uno de los puntos clave de la reforma fiscal en México era la descentralización de los recursos para la cultura en los estados de la República, lo cual resultaría viable, pero es tan utópico que no se ha logrado desde que tenemos noción del centralismo. Otorgar recursos a los estados tampoco es garantía de que se manejen con autonomía y se apliquen inmejorablemente.

Cuando un funcionario le dice a un creador: “ya no hay becas, ahora sí tendrás que trabajar”, se asume como juez de su propia ignorancia. Para muchos políticos, el mexicano es un ser sin atisbos de misterio, sin búsquedas y sin aspiraciones. El expresidente José López Portillo se sentía tan talentoso como Rulfo, Arreola o Garibay, y pedía ser tratado a la par. Baste recordar ese “plumero” llamado Quetzalcóatl para ver por qué se autonombró can en defensa del peso mexicano.      

Cada vez hay más fundaciones y oenegés dispuestas, desde la iniciativa privada, a realizar la promoción cultural desde alguna(s) disciplina(s)  artística(s), y trabajan sin la intervención del Estado. Es algo digno de tomarse en cuenta, si admitimos que no sólo el Estado puede promover la cultura; sin embargo, es su obligación constitucional. Disminuir el presupuesto a la cultura no solucionará la pobreza del país, tampoco mejorará la imagen de ningún gobierno, y sí desencadenará una notable ausencia de las artes y la cultura en la sociedad mexicana, lo cual se traducirá en fuga de talentos y acentuación de la delincuencia.

La reducción de casi 4 mil millones de pesos al presupuesto para cultura deja entrever el verdadero escenario: un “discurso” en el cual la cultura representa el antídoto para frenar a la delincuencia que –les guste o no– gobierna al país, pero nada concretan en la realidad. Hoy podríamos ver como prócer de la cultura al presidente del Camposanto, Felipe Calderón: “En 2012, la Cámara de Diputados aprobó un presupuesto de 16 mil 663.20 millones de pesos para cultura; en diciembre pasado se autorizaron 16 mil 533.63 millones, y Peña Nieto envió una propuesta de 12 mil 592.39 millones de pesos” (La Jornada, lunes 30 de septiembre de 2013).

Hay temor a la cultura fundado en la conciencia que despierta, en el ejercicio de la crítica, pero cualquier régimen debe preguntarse si quiere gobernar a ciudadanos o a  zombis. En un país convencido de que el show se transmite a través de la televisión y se anestesia a los ciudadanos con fuertes dosis de promocionales, telenovelas y espectáculos masivos, urgen verdaderas reformas. Propuesta concreta: con los 3 mil millones de impuestos que se le perdonaron este año a Televisa se podría impulsar a las artes. Si con todo y campañas de fomento de la lectura se lee casi nada en México (no hay un escritor que forme parte del imaginario “colectivo”), sin ellas y sin la edición de libros, lo único que nos queda es la barbarie. Y nadie quiere ser gobernado desde el televisor o desde la demagogia.