Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 20 de octubre de 2013 Num: 972

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Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Marjorie Agosin:
Querida Ana Frank

Esther Andradi

El poeta viajero
Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Cees Nooteboom

La migración en la
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Raúl Dorantes y Febronio Zatarain

Migración, identidad
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De fronteras,
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Sandra Lorenzano

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Enrique López Aguilar
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Las fundaciones poéticas de Blanca Luz Pulido
(II Y ÚLTIMA)

Los poemas más recordables de Fundaciones fueron “Imagen” y “Del fuego”. Hay quien dice que todo lo que resulta memorable de un discurso verbal es poesía, sin importar su condición prosística o poética, oral o escrita; si eso es cierto, ahí estaban los tonos, algunos hábitos verbales y las mejores cualidades de la obra futura de Blanca Luz Pulido. Pasados cuatro años, llegó Ensayo de un árbol, plaquette que luego se unió a Fundaciones y a nuevos materiales en Raíz de sombras.

La brevedad de la mayoría de los textos ya era un síntoma de las búsquedas de Pulido: encontrar la clave de formas que no parecieran truncas sino cerradas, operantes en sí mismas. Así, en sus primeras recopilaciones se perfeccionaron la concentración, el rigor, el juego de imágenes que tendía a la desnudez, a la inteligencia y, con ello, a una sensación de serenidad. A diferencia de Fundaciones, en Raíz de sombras no hubo desperdicio con los textos: habrá quien prefiera tal o cual poema sobre otros, pero ya no era posible hablar de tentativas cristalizadas azarosamente por aquí o por allá.

Algunas influencias seguían vislumbrándose en este nuevo volumen, ahora veladas y asumidas como parte de la voz de Blanca Luz, quien imponía sus matices con tonos propios, aunque dejara entrever a sus sombras tutelares: “Largo es el viento que corre entre la espuma / y erige en vano su aérea muchedumbre,/ desnudo el alto vuelo de las olas/ en su imagen violenta prisión del aire” (“Palabras del ahogado”). Por otro lado, el poema extenso de Fundaciones dejó lugar al texto breve y los períodos largos del primer volumen se fueron convirtiendo en estructuras y desarrollos ceñidos, precisos (el poema más extenso era de dieciocho versos):  “De tu piel a mi nombre/ acechan los silencios./ El tacto nos vigila, íntimo y ciego.// Puntuales, las horas nos dispersan.”

Raíz de sombras fue un volumen tripartito en el que la contención de la autora sólo bosquejó el erotismo, en el caso de los poemas amorosos, pero desde una perspectiva pesimista. Cada reflexión y cada imagen señalaron la imposibilidad de la verdadera unidad erótica y el deterioro que produce el tiempo: el otro se comparte en el amor sólo durante un lapso breve y la unidad amorosa resulta defectuosa por naturaleza, ya que los trabajos eróticos parecieran contener su propia consunción:  “No sólo te vas cuando miro tu ausencia/ juntarse entre mis dedos, cuando veo/ que el espacio se define y acoge las formas/ que tu silencio me devuelve./ Ya junto a mí, en la desnuda espera/ de marcharte, no era tu cuerpo/ sino el turbio testimonio de una pérdida.”

Y por la fragilidad de los objetos, de las personas y de sus relaciones amorosas, todo cuanto rodea al hombre se convertía en un asunto deleznable y frágil (desde las palabras hasta las construcciones pretendidamente más sólidas por el entorno sociocultural). Sólo aquello que atentaba contra la consistencia de lo humano parecía adquirir vigor en la poesía de Pulido, o lo que permanece afuera de las personas, es decir, el paisaje.

Este tema parece uno de los más caros a la autora, desde Fundaciones y Ensayo de un árbol. El reino de las cosas, que depende de la mirada del hombre para su existencia, es también más perseverante y tenaz que la endeble criatura que lo puebla. En todo caso, es inquietante en la poesía de Blanca Luz Pulido el hecho de que el amor, una de las pulsiones que más atarea al ser humano, sea más frágil que cualquier lugar del mundo: “El paisaje se cansa de su gesto.// Un día/ desatará su inmensa cabellera/ y nada volverá a su antiguo nombre.” (“Paisaje”).

Después de Raíz de sombras, Blanca Luz Pulido publicó Estación del alba, donde la novedad fue la presencia de algunas prosas. Pese a la relativa brevedad de su producción, Blanca Luz Pulido se ha mostrado como una escritora llena de rigor para trabajar el verso y ceñir sus formas, como una poetisa pudorosa para quien el cuerpo sólo debe mostrarse y entreverse en la palabra. La concentración de sus poemas hace de ellos la punta de un iceberg que invita al lector a explorar sus profundidades.

En Blanca hay algo de Julio Torri (por lo módica) y su tono exige la intimidad, no importa el asunto al que se refiera. El símil que mejor le conviene es el de la música de cámara, el del bolero y el fado, el del claustro, el del petit comitè, el de la perfección miniaturista, el de la flama de la vela que ilumina la terrible oscuridad de la noche.