Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 6 de octubre de 2013 Num: 970

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Sándor Márai
y la justicia

Ricardo Guzmán Wolffer

Antonio Cisneros
cronista

Marco Antonio Campos

Todos presos
o presuntos

Fabrizio Lorusso

Retrato de Rafael
Sánchez Ferlosio

José María Espinasa

Maravillas de
la antimateria

Norma Ávila Jiménez

María Izquierdo,
pasión y melancolía

Germaine Gómez Haro

La poesía salvaje
de María Izquierdo

Argelia Castillo

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
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Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
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Paso a Retirarme
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Jornada de Poesía
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Cinexcusas
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Enrique López Aguilar
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Las fundaciones poéticas de Blanca Luz Pulido
(I DE II)

Blanca Luz Pulido (Teoloyucan, Estado de México, 1956), nacida bajo el signo de Escorpión, comenzó su camino literario desde 1977, publicando tres prosas narrativas breves en el volumen colectivo Esta historia pasa de aquí a su comienzo, al que siguieron unas prosas poéticas y narrativas en el también colectivo Ahora las palabras. Sin embargo, su trayectoria definitiva la emprendió desde 1979, con la aparición de una pequeña plaquette de poemas que tuvo el título de Fundaciones, del que Zaid eligió “Del fuego”, para incluirlo en la Asamblea… Pasados cuatro años, publicó Ensayo de un árbol, poemario que luego se sumó a Fundaciones y a nuevos materiales en un primer libro de reunión de lo que habían sido nueve años de trabajo poético: Raíz de sombras (1988), volumen del que, por distracciones de la autora, quedó excluido el poema que dio título a Ensayo de un árbol. El carácter módico de Raíz de sombras y el conteo de sólo tres libros publicados en el lapso de casi una década, exhibió una de las características más notables del trabajo de Pulido: la lentitud con la que va depurando y decantando los sucesivos borradores hasta convertirlos en obra visible para el público. Esta, también, es la razón por la cual su trabajo poético muestra muy pocas caídas o desperdicios. Después de Raíz de sombras, Pulido publicó Estación del alba (1992), en el que, aparte de los nuevos avances realizados, lo inusitado fue la presencia de algunos poemas en prosa, experiencia que parecía haber abandonado desde la publicación de los dos primeros libros colectivos en los que exploró universos prosísticos. Luego siguieron Reino del sueño (1996), Cambiar de cielo (1998), Los días (2002), Pájaros (2005), Al vuelo (2006).

Aparte del oficio poético, Pulido ha distribuido su atención entre el ensayo breve, que ha aparecido en publicaciones periódicas como El Nacional Dominical, Los Universitarios y Casa del Tiempo; y en diversas traducciones del francés (Marguerite Yourcenar, Julien Green y Michel Tournier, entre otros), del inglés (e. e. cummings) y del italiano (Italo Calvino y Dino Buzzi). Asimismo, durante más de diez años fue editora en el Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México, la Dirección de Difusión Cultural de la UAM y el CEMCA (Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, de la Embajada de Francia). No le son ajenos el arte de la conversación, el amor por la música, el embrujo de la naturaleza, el miniaturismo y la pasión cinematográfica, que la convierte en una muy sensible conocedora de las realizaciones del llamado “séptimo arte”: estas cinco actividades han sabido encontrar reflejos relevantes en su obra poética.

Fundaciones definiría el camino literario que después seguiría su autora. Constaba de ocho poemas y en él se advertía un lenguaje ceñido que buscaba la precisión del adjetivo y la riqueza de las imágenes, aunque una especie de voluntad conceptista cruzara sus textos. Eso sigue siendo característico de su poesía: cada edificación poética gira en torno a una idea central, no alrededor de una imagen, y de la mezcla de ambos elementos surge un tono que se recata: la imagen cede ante el concepto para acabar construyendo los pasos de una voz concentrada que proporciona al lector las pistas necesarias para rastrear al ser oculto tras la inteligencia, tras el distanciamiento de su material poético y la aparente frialdad de la exactitud:  “Deshabitado el aire de tu gesto,/ el sitio que poblaba tu figura/ ya en silencio, miro crecer la tarde  en el lento color de las ventanas” (“Imagen”).

Los disfraces verbales empleados por Blanca Luz Pulido le dieron a su voz una distancia que la hace parecer testigo, contempladora de lo dicho en los poemas: en lugar de ser protagonista, la voz de Pulido queda al margen pues enuncia, como circunstancialmente, algo que le puede ser ajeno pero que debe decirse porque ella “estaba allí: Toda la noche vi crecer el fuego/ y no pude tocarlo/ ni sumarme a su encuentro luminoso.” (“Del fuego”).

Sus poemas han dejado ver, entre otras influencias, las de sor Juana y Borges: la voluntad de la inteligencia exige que la voz y las personas de los textos parezcan intocados y afuera de los universos desconfiados de la autora. Uno de sus aciertos ha sido simular el desapego, aunque nombrar algo sea una profesión de fe: “El aire está roto./ Se vive tan cerca/ de haber muerto.” (“Aire”).

(Continuará)