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Música, arte y arquitectura
F

ue a inicios del siglo XIX cuando comenzó el interés por difundir los conocimientos musicales en nuestro país. Surgieron varias organizaciones, como la Escuela Mexicana de Música y la Academia Filarmónica Mexicana, que se inspiró en el Real Conservatorio de Música de Madrid. Fueron el antecedente de la Sociedad Filarmónica Mexicana, que habría de dar paso a la creación del Conservatorio.

En 1866 se iniciaron los cursos y 10 años más tarde por decreto presidencial se convirtió en escuela nacional. No le fue bien durante la Revolución, ya que fue militarizada. Afortunadamente, en 1920 pasó a depender de la Secretaría de Educación Pública, con lo que recobró sus métodos y propósitos educativos. Esto le permitió desarrollarse y se presentó la necesidad de tener una sede con instalaciones adecuadas.

El presidente Pascual Ortiz Rubio había vendido en 1934 unos terrenos que habían formado parte de la antigua hacienda de los Morales a la Sociedad hípica alemana. En los años 40, por la Segunda Guerra Mundial, aduciendo que era propiedad de alemanes y nosotros éramos parte de los países aliados, el gobierno de Manuel Ávila Camacho expropió el predio, con base en la ley relativa a Propiedades y Negocios del Enemigo.

Se decidió construir en ese sitio el Conservatorio y se contrató al arquitecto Mario Pani, quien no hacía mucho había regresado de formarse como arquitecto en París, entre otros con el afamado Le Corbusier. Llegó con las tendencias arquitectónicas y urbanísticas más novedosas de la primera mitad del siglo XX.

Para realizar el Conservatorio Pani tuvo a su disposición un terreno de 54 mil metros cuadrados, lo que le permitió diseñar un notable conjunto arquitectónico con amplios espacios, que integra muchas de las teorías del modernismo y el funcionalismo, empleando materiales aparentes como el concreto, la piedra brasa, el tabique, la cantera y el vidrio.

El vanguardista proyecto incluye un auditorio cerrado, otro al aire libre, dos salas de conciertos, dos salas de ensayo, una biblioteca y zonas de camerino. El auditorio cerrado tiene una planta circular que se integra por una losa de concreto de 12 metros de diámetro, sostenida por cuatro columnas que cubren el escenario. Un gran techo volado cubre el anfiteatro.

El auditorio al aire libre se distingue por una concha acústica de forma cilíndrica y un gran escenario en dos niveles. Los especialistas califican de excelente la acústica de ambos recintos. Otra de las características de Pani, es que buscaba integrar la plástica en su arquitectura urbana. Artistas de la talla de Carlos Mérida, Luis Ortiz Monasterio y José Clemente Orozco realizaron obras en diversos edificios. Este último pintó dos murales en el auditorio cerrado.

Esta obra, como muchas de Pani está rodeada de jardines. Las salas de estudio están conectadas entre sí por dos galerías y cada una tiene entrada al jardín. Esto permite proyectar el sonido hacia la pared del aula y evitar interferencias. La fachada semicircular que como todo el edificio tiene amplios ventanales, luce en lo alto la representación de figuras alegóricas, que realizó el escultor Armando Quezada.

Recientemente cumplió 60 años de vida y mediante un decreto presidencial, quedó integrado a la lista de Monumentos Artísticos de México. Esto tiene enorme importancia, ya que el decreto estipula que el Instituto Nacional de Bellas Artes deberá supervisar cualquier obra de construcción o remodelación dentro del edificio, o en los inmuebles que colinden, a fin de conservarlo en su diseño original.

Los domingos suele dar conciertos gratuitos la Orquesta de Cámara de Bellas Artes en el auditorio cerrado. Es una buena oportunidad para disfrutar el bello edificio y después comer sabroso. En Edgar Allan Poe 8, se encuentra La Bottiglia, un clásico de Polanco. Es una típica trattoria italiana que ofrece comida tradicional, muy bien preparada y magnífico servicio en un ambiente muy acogedor.

A Luis González Placencia