DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   30 DE SEPTIEMBRE DE 2013 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación
Luisa Paré

El poder del agua en las
Altas Montañas: conflictos ambientales y de
distribución y apropiación

José Cruz Agüero Rodríguez y Julia Tepetla Montes

Un río tóxico en resistencia: diversidad biológica contra contaminación desenfrenada
Jordi Vera Cartas y Beatriz Torres Beristáin

Hidroeléctrica El Naranjal: por qué no darle luz verde
Beatriz Torres Beristáin y Sebastián Altamira

La hidroeléctrica en Zongolica: entre el despojo y la esperanza
Gerardo Alatorre Frenk, Rosalinda Hidalgo Ledesma y Teresa Campos Sánchez

Noé Vázquez Ortiz:
una semblanza

Majloc Demon


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Nota breve:

Cada año, en el estado de Veracruz hay muerte, miles de damnificados y daños incalculables ocasionados por las lluvias. Se culpa a la naturaleza de todo ello. Pero no es así. Lo que ocurre se debe a la terrible deforestación que ha sufrido dicha entidad, a la erosión de sus tierras altas y las laderas de las cuencas hidrográficas. Al azolve de esas cuencas y de las presas; a los asentamientos irregulares. A la obra pública mal hecha, a la corrupción. Y a la pobreza y marginación en que viven decenas de miles de familias. Entre otras causas.

Este número de La Jornada Ecológica trata de los problemas que se presentan ahora en el corazón mismo del territorio veracruzano con sus habitantes tradicionales y sus recursos naturales. Ha sido coordinado por la doctora Luisa Paré que logró colaboraciones de expertos en los temas aquí referidos. A todos ellos agradecemos su participación.

Este suplemento es un homenaje al joven activista social y ambiental, al artista plástico Noé Vázquez Ortiz, asesinado el pasado 2 de agosto.

Presentación

Luisa Paré
Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM
Sendas AC, y Asociación Veracruzana de Iniciativas y Defensa Ambiental de Veracruz, Lavida

Correo electrónico: [email protected]

Una frase repetida hasta la saciedad dice que por Veracruz escurre la tercera parte del agua dulce del país hacia el mar. Nadie dice de qué color escurre ni hasta cuando escurrirá, quién la deja fluir, quién la obstaculiza o quién la codicia. Los ríos, ayer ecosistemas objeto de ensoñación y poesía, hoy son listones o etiquetas en los mapas de la apropiación privada de los cuerpos de agua. Los ríos que evocan recuerdos de infancia, alegrías de cestos repletos de acamayas, juiles, cangrejos, mujeres platicando puliendo las piedras con la ropa y el jabón, hoy ven navegar río abajo toda clase de residuos sólidos y líquidos que no conviven con forma de vida alguna.

La región de las Altas Montañas, en el centro de Veracruz, es el escenario de una serie de conflictos socioambientales. El crecimiento industrial que se ha dado en esta zona desde el porfiriato hasta hoy en día se debe a la presencia de los bosques del Pico de Orizaba y de la Sierra Madre Oriental. Allí nacen los ríos que escurren hacia la planicie. Más de un millón de personas se aglutinan en los grandes centros urbanos de esta zona metropolitana: va de Ciudad Mendoza y Nogales hasta Orizaba y Córdoba.

La historia que nos deja entrever este suplemento especial de La Jornada Ecológica se repite a lo largo y ancho del país, en todas las zonas conurbadas. Zonas rurales de extrema riqueza natural que proporcionan a las ciudades importantes servicios ambientales para el crecimiento urbano e industrial y hermosos paisajes para la actividad turística, pero cuyas funciones indispensables no son entendidas por los dirigentes de los gobiernos de las ciudades, que siguen disparando la escopeta sobre su propio pie. Cuenca abajo, ciudad abajo, cañaveral abajo, ingenio abajo, fábrica abajo, el agua pareciera no ser de nadie. Se transforma en vinazas que infectan los campos de cultivo, en cloacas que por falta de plantas de tratamiento vierten su champurrado a los ríos.

La ciudad crece de las masas pauperizadas del campo porque alguien decidió importar los alimentos en vez de producirlos. Y hay que traer más agua del campo, privando a la poca gente que queda ahí de una fuente de vida, una fuente para producir alimentos. ¡Vaya círculo vicioso!

En el primer artículo de este suplemento, los investigadores José Cruz Agüero y Julia Tepetla Montes nos presentan tres conflictos socioambientales relacionados con la apropiación del agua de las comunidades para las industrias y los fraccionamientos que crecen como hongos alrededor de las ciudades gracias a los intereses económicos del gran capital especulativo inmobiliario. Los mismos autores analizan las experiencias de lucha suscitadas en torno a la construcción de dos presas hidroeléctricas. En pleno territorio indígena en el caso de la Sierra de Zongolica, no se consultó a las comunidades afectadas. La resistencia fue escasa y la presa está construida y a punto de arrancar la generación de electricidad para abastecer a diversas empresas. En el caso de la segunda presa, la resistencia ha sido tal que el Día del Medio Ambiente el gobernador del estado detuvo el proyecto y decretó un área natural protegida en la Barranca del río Metlac, donde se pretendía construir la  presa.

Esperemos que para las otras 111 hidroeléctricas proyectadas para el estado de Veracruz se observe el criterio de tomar en cuenta la importancia de los ecosistemas afectados y, ante todo, los modos de vida de los habitantes de estos territorios, muchas veces población indígena.

En otro artículo, Beatriz Torres Beristáin y Jordi Vera nos hablan de uno de los cuatro ríos más contaminados de México: el Río Blanco o “río tóxico”. Después de una descripción de los contaminantes que lleva por todo su trayecto hacia la planicie costera y el sistema lagunar de Alvarado, Beatriz y Jordi nos invitan a reflexionar acerca del concepto de “desarrollo” vigente en esta región desde la época de oro de la industria textil hasta la actualidad. Es necesario recuperar los bienes y servicios que este río limpio proporcionó antes de la fuerte industrialización y crecimiento poblacional desordenado.

Sólo así, la supervivencia y buena calidad de vida de las personas, así como lo que resta del medio natural privilegiado de esta cuenca, quedarán garantizadas para el futuro. Entre sus varias recomendaciones, destaco la que propone la protección de los servicios ecológicos que brindan las cuencas, reconociendo los derechos de las comunidades que habitan en zonas de generación de agua apoyando la protección de las mismas a través de programas de pagos por servicios ambientales, reforestación regulada, etcétera.

En el último artículo, Gerardo Alatorre, Rosalinda Hidalgo y Teresa Campos impugnan el argumento de la hidroelectricidad como energía renovable. Si bien el agua es renovable, la tecnología que se emplea no lo es, pues al término del ciclo de vida de las presas no existe programa de desmantelamiento de éstas. Se señalan además los impactos sociales, la inconformidad y desestructuración del tejido social, nulo pago de indemnizaciones, afectación a la agricultura, violaciones de derechos humanos, entre otros.

Entre las consideraciones que los autores plantean sobre las presas hidroeléctricas y sus inconvenientes, destacan propuestas para un plan hídrico nacional que garantice el acceso al agua en calidad y en cantidad de una manera que no sobreexplote los cuerpos de agua de las cuencas. Proponen además una serie de acciones para facilitar la defensa del territorio a partir de intercambio de saberes entre la población local con sus formas de interacción con el territorio y otros actores, como los universitarios y miembros de la sociedad civil.

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