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A la mitad del foro

Sillas musicales y plantones

H

ay rumbo, dijo Enrique Peña Nieto en su mensaje septembrino. Y emprendió el vuelo rumbo a San Petersburgo, la obra modernizadora de Pedro el Grande, ciudad natal de Pushkin, y de los diez días que inmortalizara la crónica de John Reed, cuando ya se llamaba Petrogrado y pasaría a ser Leningrado al tomar el poder los bolcheviques; con León Trotsky, al frente de los sóviet de obreros y campesinos. La revolución y la guerra contra la invasión nazifascista: 900 días de sitio en Leningrado, millones de muertos por el incesante bombardeo y por el hambre; 900 días en los que siempre hubo conciertos, exposiciones, ballet, teatro y poesía: la victoria del espíritu humano.

Allá se reunirían el G-20 y los jefes de gobierno huéspedes, así como los arúspices del FMI y los augures de la OCDE. Mexicano el director de esta última, José Ángel Gurría, quien se declararía citoyen du monde (ciudadano del mundo) en la hora del ensueño reformista, antes de la caída, testigo cercano del error de diciembre y el desencuentro de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Polvos de aquellos lodos: lo de hoy es la crisis del desempleo y la austeridad impuesta por los fieles al dogma neoconservador y sus acólitos. El rumbo trazado por Enrique Peña empieza por el crecimiento económico, la creación de empleos en la economía formal, combatir el hambre, sacar de la pobreza a más de 50 millones de mexicanos. O no habrá puerto de abrigo.

Tema para llevar a una reunión del G-20. Los ricos son menos pero tienen más. Y como la economía es política o no es economía, se atravesó en el camino la guerra intestina de Siria. La guerra, la prolongación de la política por otros medios. Barack Obama ha denunciado el uso criminal de armas químicas y solicitado al Congreso de su país el acuerdo para una intervención armada: ataques aéreos, bombardeos quirúrgicos que resultan disparos de escopetas. El anfitrión, Vladimir Putin, es aliado y cliente del régimen sirio; Rusia tiene ahí intereses geopolíticos y económicos. Dura respuesta la de Putin, quien en vísperas de la reunión en las riberas del Neva, acusó a John Kerry, secretario de Estado de Obama, de mentir a la comisión del Congreso en el Capitolio. Ese era motivo para inquietudes diplomáticas, mucho mayores que las del espionaje de agencias estadunidenses a las actividades de Peña Nieto cuando era candidato a la Presidencia de nuestra República.

Claro que los medios de nuestro medio han puesto el grito en el cielo y exigido una respuesta firme, dura, del mandatario mexicano. Cuando menos, que siguiera el ejemplo de la brasileña Dilma Rousseff. Hubo alguno que recordó la Guerra de los Pasteles, sin aclarar que entonces fue mexicano el agravio que sirvió de pretexto para la farsa que precedió a la tragedia. Pero el choque previsto entre Obama y Putin quitó el sueño a más de uno de los gobernantes de países ricos que exigen a los pobres austeridad en el gasto público. Y, según nota del San Petersburgo Express, la programación de la cena de gala y el orden de los asientos asignados alfabéticamente, desde luego según el alfabeto cirílico, obligaba a sentar juntos a Barack y Vladimir. Pánico generalizado. Hasta que un discreto funcionario sugirió se utilizara el alfabeto latino.

Asunto resuelto. Con menos vueltas y revueltas que las dadas por la diplomacia mexicana, empeñada en llevar la fiesta en paz. Primero hubo el contacto telefónico y después el encuentro, la plática de Barack Obama y Enrique Peña Nieto. Con el canciller mexicano como atento observador y para dar marco a la fotografía testimonial. Y el beso inmortalizado del encuentro de Dilma Rousseff y Barack Obama. Las noches blancas de San Petersburgo en vísperas del apresurado retorno a México. Al aquelarre del caos anarquizante y del modo en que los opositores radicales del gobierno de Peña Nieto, el Pacto por México y el rumbo reformador, tropiezan unos con otros y, presas de celo territorial, disputan la plancha del Zócalo capitalino, para regocijo de los seguidores de Miguel Ángel Mancera.

Los maestros de la CNTE no desalojan, no levantan su campamento; no emprenden el retorno a Oaxaca los de la sección 22 mientras no se resuelva lo negociado en Bucareli. Ángel Osorio Chong sonríe. Gabino Cué levita como santo del medievo. López Obrador vuelve a escena hoy. Al escribir estas líneas no se ha dicho en cuál escenario. Cuauhtémoc Cárdenas llegó, vio y venció en la esquina de 20 de Noviembre.

Hay rumbo. Pero entre los relámpagos de agosto y la retórica de septiembre hubo tantos cambios, tanto ajuste inesperado, inexplicado, como para despistar a cualquiera. Lo del Informe entregado en San Lázaro el día primero, con el Congreso bajo sitio, se acompañó con el anuncio de que el presidente de la República pronunciaría el mensaje de nuevo cuño a la nación al día siguiente, no el 1º de septiembre, sino el día 2, y que lo haría en el Campo Marte ante mil quinientos invitados. De pronto se informó que el sitio del mensaje sería Los Pinos, residencia oficial, informó algún funcionario de palacio, con lo cual despertó la suspicacia generalizada: sí, es la residencia, pero la sede del Poder Ejecutivo es Palacio Nacional. En la era de la instantaneidad no tuvieron tiempo de cambiar las invitaciones, que eran para mil 500 en el viejo campo de polo y serían nada más para 600 en la carpa que montaron en Los Pinos al pie del monumento a Francisco I. Madero.

Y otro cambio. Se suspendió la visita de estado a Turquía. Para esperar el resultado de la votación de la Ley del Servicio Profesional Docente, dirían. Pero dicho retraso ya era causa de lo causado: consecuencia de no haberla votado en el periodo extraordinario de sesiones. Que para no provocar mayor disidencia de los maestros de la coordinadora, dirían. La incertidumbre siembra desconcierto político. Enrique Peña Nieto cumplió el objetivo previsto en San Petersburgo; su presencia y participación en las sesiones del G-20 proyectaron la imagen de un México protagonista en el mundo de la globalidad. Sin poder ocultar los riesgos del desplome económico que se avizora en la fuga de capitales y la caída en las expectativas de crecimiento anual del PIB: de 3.5 por ciento a 1.2 por ciento.

Se despidió de prisa. Adelantaron la salida del vuelo a México. Otro cambio. Llegó en la madrugada de ayer y este domingo a las seis de la tarde dará lectura en Los Pinos a la iniciativa de reforma hacendaria que Luis Videgaray llevará antes a la Cámara de Diputados, junto con el paquete fiscal para 2014. Esperan la asistencia de los treinta y un gobernadores y el jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera.

Afuera, la marcha que no cesa. El vivac del magisterio minoritario y combativo en el Zócalo. El retorno de Andrés Manuel López Obrador a la agitación política que lo llevó a ser el único dirigente social de alcances nacionales, y a la obsesión del liderazgo electoral incontestado: de estratega tropical a predicador de la república amorosa. Dos derrotas en 12 años. Y la reforma energética le ofrece la oportunidad de volver a la fragua en 120 días de febril actividad política, plazo fijado por Peña Nieto para alcanzar las metas trazadas en el pacto.

Sillas musicales entre el ensordecedor escándalo de una clase política que no encuentra la voz ni el horizonte de un cambio de era que les obsequió la pluralidad de partidos, les devolvió la separación de poderes y el renacer del federalismo. Y que no ha sabido hacer el cambio de régimen que demanda una población de más de 50 millones en la pobreza.