jornada


letraese

Número 204
Jueves 4 de Julio
de 2013



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



editorial

Joaquín Hurtado

Doña Rosalinda

Se nos ha muerto la jefa del clan. Sus últimos días fueron recogidos y silenciosos, como si no le importara el desenlace. Ella lo esperó con resignación y grandeza, como si una voz interna le avisara que su minutero se agotaba. En su gesto asomaba sabiduría y entereza ante la inminente partida, por eso la encaró con humor, majestad y resolución; con reciedumbre y modestia que los años otorgan a los espíritus selectos.
Sus documentos civiles indican que nació en la región de la Laguna, cerca de Gómez Palacio. En su niñez escuchó el tráfago de los últimos batallones de la Revolución, correteó entre ecos de heroicas caballerías, escuchó perpleja las órdenes marciales de los caudillos que hoy apenas recordamos en los onomásticos escolares. De eso platicaba a quienes, cada vez menos, la querían escuchar. Hija de padre ferrocarrilero, custodiaba en su memoria infinidad de anécdotas relacionadas con el mundo ferroviario, esa red nerviosa y vital que no sólo transportaba pasajeros y mercancías por sus vías y furgones, sino que abrió los horizontes de la patria a las migraciones que trajeron prosperidad y esperanza en un país devastado.
Doña Rosalinda poseía los finos modales de una mujer elegante y educada, a pesar de sus estudios truncos de nivel básico. Hubiera llegado muy lejos gracias a su lucidez y dones intelectuales, pero ella dedicó sus energéticos años a cuidar de su prole. Casó a muy tierna edad. Doña Rosalinda, como otras miles de mujeres, sufrió las consecuencias de una política de natalidad y género que condena a las mujeres a una reproductividad forzosa, sin derecho a información ni herramientas de planificación familiar. Tuvo once hijos.
A pesar de subsistir entre carencias e ingentes demandas, se propuso y logró dar estudios a la mayoría de sus hijos. Siempre se mantuvo atenta en el destino académico de los suyos. Desde su ruinoso trono de convaleciente enviaba furiosos regaños cada vez que algún nieto desertaba de las aulas. Siempre cultivó el hábito del trabajo, de la autonomía y de la dignidad personal. Su carácter fuerte contrastaba con su fragilidad física. Cuando era necesario levantaba su vozarrón de generala. Siempre se salía con la suya. Aprendió que para salvar a los de su linaje había que pelear con todo. Lograba imponerse al mundo con argumentos sólidos e irrebatibles.
Corajuda y soberbia, delicada y poderosa, hermosa y feroz, independiente hasta el límite de la temeridad, algo hipocondriaca, un tanto exasperada frente a la imbecilidad humana; nunca perdonó el abuso del que las personas mayores sufren en una cultura viciada por el culto a la apariencia, el éxito fácil, la frivolidad, las prisas, el abandono de los enfermos, viejos y débiles. Le asqueaba la violencia hacia las mujeres. Combatía el discurso machista haciendo de sus hijas y nietas unas leonas. Nunca fue rezandera pero sí muy derecha. Amantísima y gran conversadora, doña Rosalinda, mi suegra, me ha dejado un hueco tan enorme en el corazón que no se llenará con nada.

 


S U B I R