Editorial
Ver día anteriorMiércoles 26 de junio de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Rusia-EU: peligrosa tensión
D

os días después del sorpresivo arribo del Edward Snowden al aeropuerto internacional de Sheremetievo, en Moscú, el presidente ruso, Vladimir Putin, rechazó ayer la exigencia formulada la víspera por Estados Unidos de que extraditara al ex contratista de la NSA, quien filtró datos sobre un programa de espionaje telefónico y cibernético del gobierno estadunidense contra millones de personas de muchos países. El mandatario ruso calificó de desvaríos y tonterías las presiones ejercidas por la Casa Blanca sobre el Kremlin, en reclamo por la extradición de Snowden; por su parte, el ministro ruso del exterior, Sergei Lavrov, dijo que son infundados e inaceptables los intentos de acusar a Rusia de haber violado las leyes de Estados Unidos, y casi de haber urdido un complot, todo ello acompañado de amenazas contra nosotros.

Más allá de lo coyuntural, el desusado tono enérgico empleado por Moscú es indicativo de una tensión creciente en las relaciones bilaterales entre la Casa Blanca y el Kremlin, así como de un evidente malestar del segundo por la constante hostilidad y el maltrato de que ha sido objeto en los últimos años.

En efecto, aunque los gobiernos postsoviéticos de Moscú, encabezados por Boris Yeltsin, Dimitri Medvediev y el propio Vladimir Putin, hicieron cuanto pudieron por ser admitidos como socios y aliados de Occidente, Estados Unidos ha seguido tratando a Rusia como enemigo potencial. Ejemplos de tal actitud son el empeño de la Casa Blanca en instalar un escudo antimisiles en Europa oriental (en tiempos de George W. Bush); sus pretensiones de extender la Organización del Tratado del Atlántico Norte a las fronteras rusas, con la incorporación de Georgia y Ucrania; su decidido impulso a la independencia de Kosovo, y las recientes condenas contra el Kremlin por el apoyo brindado al régimen encabezado por Bashar Assad, en el contexto de la guerra civil que se desarrolla en territorio sirio con la intervención cada vez más clara de Washington y sus aliados.

Según puede verse, las improcedentes presiones ejercidas por Washington para forzar la extradición de Snowden han terminado por colmar el vaso de las tensas relaciones entre ambos países. En ese sentido, la reacción y el tono empleado por Putin y por su canciller, aunque desusados, resultan previsibles y explicables.

Tales reacciones no son positivas ni deseables, en la medida en que incrementan los focos de tensión potencial entre Rusia y Washington y hacen evocar la dinámica de confrontación bipolar que imperó en tiempos de la guerra fría y que se creía superada. En la hora presente, sin embargo, la reactivación de esos roces diplomáticos se debe, más que a la crispación internacional generada por el caso de Snowden, a la arrogancia de Washington y a su falta de capacidad o de voluntad para comprender un orden multipolar contemporáneo en el que se han multiplicado los contrapesos a los intereses hegemónicos de la superpotencia.