Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 16 de junio de 2013 Num: 954

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El color de la música
Norma Ávila Jiménez

Silvestre Revueltas:
músico iconoclasta

Jaimeduardo García entrevista
con Julio Estrada

Teodorovici:
reír de hastío

Ricardo Guzmán Wolffer

Todas las rayuelas
Rayuela

Antonio Valle

Rayuela:
primer medio siglo

Ricardo Bada

Releer Rayuela
Xabier F. Coronado

Leer

Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
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Poetas que entrevistan a poetas

Jair Cortés


Con-versatorias. Entrevistas a poetas mexicanos nacidos en los 50,
Ricardo Venegas (coordinador),
Ediciones Eternos Malabares/INBA-SEP-Conaculta/Secretaría de
Cultura de Morelos,
México, 2013.

La obra de un poeta parecería circunscribirse a su poesía, sin embargo, más allá, en la periferia de su obra, muchas veces encontramos que también en ciertas entrevistas un autor revela algunos misterios, mecanismos ocultos que son esenciales para comprender un poema, un libro, una actitud frente a la vida. Con-versatorias. Entrevistas a poetas mexicanos nacidos en los 50, coordinado por el poeta, editor y crítico mexicano Ricardo Venegas (publicada por Ediciones Eternos Malabares en coedición con el INBA, la SEP y el Conaculta, y con el apoyo del programa Proyectos de Inversión en la Producción de Obras Literarias Nacionales) es un libro en el que poetas (nacidos en la década de los años setenta) entrevistan a poetas (nacidos en los cincuenta). Más que un examen de una generación a otra, el libro plantea un diálogo basado en la curiosidad y en el deseo inagotable de saber bajo qué circunstancias y preceptivas escriben los poetas entrevistados. Hugo Gutiérrez Vega, en su profundo prólogo, advierte: “Es conveniente interrogar a los jóvenes creadores de poesía sobre las razones de su quehacer, los rasgos principales de su generación; la función de la poesía en el corpus general de la literatura y su relación con los lectores.” Con-versatorias…   reúne a más de una treintena de poetas cuya aportación a la poesía mexicana es de gran valor y trascendencia: Efraín Bartolomé (entrevistado por J. D. Victoria), Eduardo Hurtado (Patricia Real Santacruz), Maricruz Patiño y Aglae Margalli (Leticia Luna), Alberto Blanco y Eduardo Langagne (Claudia Posadas), Mario Calderón, Víctor Manuel Cárdenas, Eduardo Casar, Josu Landa, Verónica Volkow, Javier Sicilia, Francisco Torres Córdova, Juan Domingo Argüelles, Tedi López Mills (Ricardo Venegas), José Ángel Leyva (Armando Alonso y Ricardo Venegas), Adolfo Castañón (Eduardo Estala Rojas), Luis Cortés Bargalló y Víctor Toledo (Jair Cortés), Pura López Colomé (Kenia Cano), Ramón Bolívar (Jeremías Marquines), Ricardo Castillo (Luis Vicente de Aguinaga), Vicente Quirarte y Jorge Esquinca (Ricardo Ariza), Enrique López Aguilar (Leticia Romero Chumacero), Fabio Morábito (Enzia Verduchi), Arnulfo Vigil y José Javier Villarreal (Armando Alanís Pulido), Víctor Hugo Piña Williams (Ramón Peralta), Francisco Segovia (Itzel A. Sosa) y Lina Zerón (Alejandro Campos Oliver).

Rogelio Guedea dice atinadamente sobre este libro que “el lector no tendrá más remedio que convertirse en un interlocutor activo y en un espectador silencioso, porque así como en estas conversaciones se nos insta al diálogo, así también se nos persuade a la reflexión”. Todos los poetas incluidos en Con-versatorias… exponen, por medio de amenas entrevistas, sus ideas acerca de la poesía, sus motivaciones, incluso sus dudas. Con-versatorias… es un testimonio, un manifiesto o quizá un conjunto de poéticas que, al publicarse en un mismo volumen, nos revelan gran parte de las raíces, tronco, ramas, hojas y frutos del enorme árbol de la poesía mexicana bajo cuya sombra leemos y existimos.


La educación como concepto a cambiar

Ricardo Guzmán Wolffer


México 2012: la reforma educativa,
Gilberto Guevara Niebla (coordinador),
Editorial Cal y Arena,
México 2012.

Parte de la utilidad del ensayo, especialmente cuando se trata de una modificación legislativa como la llamada Reforma educativa, es advertir los muchos puntos que deben ser tocados por los legisladores. Sólo para ver cómo, una vez más, la realidad objetiva no se modifica por decreto.

Nueve ensayos sobre el tema educativo y un “debate” (no hay réplica), dan material para advertir que esas leyes que se supone que habrán de cambiar para bien la educación, dejan de tocar muchos temas. En los ensayos sobre un problema tan complejo suelen darse los extremos: o el autor rellena el libro de cifras y el ejercicio es más un informe de estadísticas que terminan por decir poco, o el autor se va al extremo filosófico de la educación. Los autores de esta recopilación plantean temas concretos y señalan los campos donde debe darse la investigación, lo cual resulta más útil: apenas es la puerta para el inicio del trabajo de campo y, sobre todo, para el trabajo político, pues, como se ha visto con las “manifestaciones” de grupos “magisteriales”, la aplicación de las leyes no es cosa fácil y falta ver si se logra. Y conste que no han comenzado los despidos masivos de los profesores que se nieguen a ser evaluados sin amparo de por medio, o que obtengan las calificaciones reprobatorias que muchos saben que tendrán y por eso prefieren oponerse al examen y a la evaluación que no son controlados por ellos mismos, con el pretexto de la “experiencia educativa”. Mientras la evaluación magisterial no se realice por un organismo independiente en todo sentido y con capacidad legal para sancionar a quienes no cumplen con el conocimiento mínimo para dar clases, estamos hablando de una reforma de papel.

Como el mayor número de afectados son escolares adolescentes o niños, poco se habla de los millones de adultos que se quedaron con la primaria o que son analfabetos. En el discurso político parecen no existir.

Antes de hablar sobre cómo será la educación pública, habría que ver las condiciones en que viven los miles de niños que deben abandonar la educación primaria o secundaria por problemas económicos. La necesidad de que los estudiantes puedan y quieran seguir estudiando se enarbola, pero la deserción está ahí: la educación no está aislada de presupuestos para todo lo demás. Además, los contenidos educativos son tan amplios que terminan por repetirse: también deben revisarse. ¿Y la educación universitaria? Se critica a las universidades privadas de mala calidad, pero ante el aumento de demanda es necesario que exista una oferta. Después de la Universidad Autónoma Metropolitana, en lo público, y el Tecnológico de Monterrey en lo privado, no se han creado universidades con capacidad para los miles de aspirantes que cada año hacen lo imposible para tener un lugar donde estudiar. Un libro útil para comprender la complejidad del tema.


La patria es asunto personal

Antonio Soria


Sueño ligero. Memoria de la vida cotidiana,
Hugo José Suárez,
Editorial Gente Común,
Bolivia, 2012.

El lindo nombre de la casa editora de este volumen hace un agradable contrasentido con la naturaleza del propio libro, cuando se le coteja desde estos pagos: para empezar, por lo inusual de recibir aquí, en México, una publicación boliviana y, en esa misma línea, por lo poco común que es aproximar la atención a las letras de un autor nacido en Bolivia –¿o algún improbable lector tiene, ahora mismo, en la punta de la lengua el nombre de un par de autores nacidos en Bolivia, como sí tiene los de más de dos argentinos, colombianos o chilenos, por poner el caso? En abundancia de atipicidades, he aquí la mirada de un boliviano que, avecindado en México desde hace algunos años, lo ha vivido, lo muestra y se/nos lo explica de un modo naturalmente imposible para quienes somos aborígenes de estas tierras: con los ojos que serían equivalentes al de quien, habiendo llegado sin mirar a un lugar que desconoce, alza los párpados y, poco a poco, casi a tientas la mirada, siente el impulso de una amable obligación: la de compartir lo que le gusta, aquello que le maravilla, eso otro que le provoca curiosidad, admiración, sorpresa, y entretanto nace y se aclimata la estadía, va también y lentamente aprendiendo a mirar con el asombro, sí, pero combinándolo con la pertenencia, con esa forma de hacerse parte de, que algunos, como Julio Cortázar, han llamado derecho de ciudad.

Con ese derecho, ganado a plenitud, Hugo José Suárez habla de México y, al ser las suyas estampas impregnadas con un tono declaradamente personal, vale precisar que es entonces de su México que las líneas versan. Cronista desde el privilegio de la excepción, si cabe la especie de oxímoron, Suárez se reconoce “propio y ajeno”, como por cierto se titula el texto que clausura el volumen. Antes de eso, el autor verifica un itinerario marcado por ocho estaciones: "Azares", "Nostalgias", "Buenas compañías", "Angustias paternales", "Tránsitos", "Miradas", "Ausencias" y, al final, el ya referido “Propio y ajeno” como parada única en "Para cerrar un itinerario".

Sociólogo de profesión –se desempeña como investigador en el IIS de la UNAM–, Suárez aplica esa forma de mirar o, mejor dicho, la combina con la del transeúnte y ciudadano que es como todos pero que, al mismo tiempo, hace algo que por cierto no hacen todos: reflexiona en torno a lo mirado, hace el apunte del detalle, se detiene ya un pequeño instante, ya un rato más largo, en las aristas de la realidad de a pie, esa que va de los andenes del Metro a alguna librería, y de ahí a un parque infantil de diversiones, y de ahí a la escuela, o bien revisita una Bolivia que no estará físicamente todo el tiempo, pero en la mente del autor no hace vacío ni un minuto.

Esas son las tres constantes que determinan el Sueño ligero del sociólogo que escribe aquí, o del escritor que sociologiza: la mirada –que no en balde la fotografía es otro de sus fuertes, y a ella le dedica un apartado entero–, la extranjería que no lo es del todo porque va dejando de serlo cada vez, y Bolivia con su carga de nostalgia, de experiencia y de vivencias primeras que luego han de conformarle al autor los derroteros vitales, de profesión, de preferencias y de gustos, de sentimientos inclusive.

El ojo primero, luego la palabra, pero ambos guiados por el afecto, diríase, al conocimiento; por el deseo de aprehender un entorno cotidiano que, bien se ve que Suárez bien lo sabe, a final de cuentas es la verdadera patria, la personal e intransferible, esa que nada más uno, que la vive, es capaz de describir.



¡Despierta ya!,
Jaime Velasco Estrada,
Siglo XXI Editores/UNAM/El Colegio de Sinaloa,
México, 2012.

Este es el volumen ganador del noveno Premio Internacional de Narrativa Siglo XXI, y su autor es un muy joven ensayista, narrador y aún estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas. Aunque hilvanadas sobre todo desde el rigor narrativo cuentístico, las once piezas que componen esta obra son híbridos genéricos en los que se ponen de manifiesto al menos dos aspectos: el primero, la feliz imposibilidad o renunciamiento contemporáneo a transitar por fuerza caminos narrativos supuestamente “puros”, canónicos o consagrados como únicos posibles, a la hora de narrar; el segundo, la capacidad notable de Velasco Estrada para instaurar en sus páginas un mundo personalísimo en tanto autor –es decir, incluyendo su espectro temático y sus herramientas escriturales para desarrollar cada tema y cada historia–, del cual conoce todos los resortes, pulsiones, conflictos y posibles soluciones.



El hijo de Míster Playa. Una semblanza de Roberto Bolaño,
Mónica Maristain,
Almadía,
México, 2012.

Como suele suceder, al autor de Los detectives salvajes la fama total y absoluta, esa que con o sin motivos puede llevar a las personas a cotas de leyenda, le llegó demasiado tarde, es decir, una vez que estuvo muerto, en su caso tan joven que se impone el adjetivo “prematuramente”. Podría hacerse un registro, al menos hemerográfico, donde se demostrara que a partir de su ausencia física ha corrido mucha más tinta de la que antes había corrido, para contar, explicar, ponderar, y en ciertos casos hasta pontificar acerca de lo que Bolaño fue o dejó de ser, literariamente hablando. También, inevitablemente, se le ha convertido en eso que algunos llaman “autor de culto”, de nuevo con motivos o sin ellos. En medio de esa abundancia, esta semblanza de Bolaño que hace la “periodista de verdad” –como la define Isaki Lacuesta–  Maristain tiene un par de peculiaridades, una circunstancial y otra producto del buen olfato de la autora: ella fue quien obtuviera de Bolaño la última entrevista, y para la elaboración de la semblanza bolañiana se acercó a “las personas que pudieron disfrutar largas charlas” con el chileno, a fin de convertir el libro en “una puerta a la vida íntima, los minutos difíciles y las mañanas felices del novelista” del cigarro constante. Decidirá el lector en qué medida las presentes páginas aportan a la construcción del mito, si acaso lo hacen pero, por el contrario, a favor de su desconstrucción vía el retrato de la persona-persona, más allá del escritor, o si paradójicamente abunda en los dos sentidos.



Función privada. Los escritores y sus películas,
Georgina Hernández Samaniego (coordinadora),
Cineteca Nacional,
México, 2013.

En orden alfabético, los convocados son Vivian Abenshushan, Nicolás Alvarado, Tiosha Bojórquez, Carmen Boullosa, Hernán Bravo Varela, Ana Clavel, Luis Humberto Crosthwaite, José María Espinasa, Guillermo Fadanelli, Alicia García Bergua, Eduardo de Gortari, Gabriela Jáuregui, Laia Jufresa, Tedi López Mills, Brenda Lozano, Valeria Luiselli, Antonio Malpica, Rafael Mondragón, Laura Emilia Pacheco, Brenda Ríos, Cristina Rivera Garza, Alberto Ruy Sánchez, Daniel Saldaña París, Guillermo Samperio, Jaime Alfonso Sandoval, Álvaro Uribe y Naief Yehya. Lo primero que sucede, irremediablemente, es echar de menos un nombre, luego otro, y otro más; lo que sucede a continuación es recusar el uso del artículo “los” en el título de la obra, como si los “elegidos” en efecto lo fuesen, pero con mayúscula. No ayuda la explicación de los editores, cuando afirman que “la única consigna para elegirlos fue que amaran al cine casi como a la literatura”, pues hay tantos otros escritores que cubren dicho requisito, que la lista de ausencias inexplicables, entonces, rebasaría con mucho la de los veintiocho aquí seleccionados. Empero, y felizmente, aquella parcialidad no va en menoscabo del interés que, más unos que otros
como resulta natural, despiertan los textos reunidos, también naturalmente debido a las películas que abordan: entre varias otras, El gran Lebowski, Sunset Boulevard, La mujer en llamas, Ben-Hur y Amarcord, India Song, Cantando bajo la lluvia, Sacrificio, El Santo contra las mujeres vampiro, 2001, Odisea del espacio y Blade Runner.