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REPORTAJE /Proyecto comunitario de resistencia ecológica

El Charco del Ingenio, una conquista de la sociedad civil

Mancha urbana amenaza vasta reserva natural

Sigiloso avance de conjuntos residenciales en San Miguel de Allende

El municipio no hace cumplir la ley a constructoras: activista

Un oasis silvestre, donde nace uno de los últimos manantiales de San Miguel de Allende, es preservado gracias a una asociación civil. El Charco del Ingenio, desde 2008, fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad

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César Arias de la Canal, presidente del Consejo Directivo de El Charco del IngenioFoto Carlos Cisneros
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Vista parcial del sitioFoto Carlos Cisneros
Enviada
Periódico La Jornada
Martes 11 de junio de 2013, p. 4

San Miguel de Allende, Gto.

Una imponente cañada donde nace uno de los últimos manantiales de San Miguel de Allende, es el hogar de lechuzas, golondrinas, halcones, uno que otro gato montés, mapaches, cacomixtles, zorros y enormes conejos que a veces sorprenden a quienes pasean por los senderos de esa suerte de oasis silvestre, territorio sagrado de varias comunidades indígenas vecinas.

Se trata del jardín botánico El Charco del Ingenio, ubicado a unos pasos de esa ciudad, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2008 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Más bien, el sitio está rodeado, de manera silenciosa pero amenazante, por conjuntos residenciales que avanzan, apenas contenidos por leyes y decretos que las compañías constructoras se empeñan en anular o a veces, de plano, no respetan.

Titánica labor

Por ello El Charco del Ingenio, donde se protege también a la segunda colección de cactáceas más importante del país, no se concibe como un producto turístico.

Desde principios de los años 90, se desarrolla como un proyecto comunitario de resistencia ecológica, explica el director del espacio, Mario Arturo Hernández Peña.

Los trabajos para el establecimiento de este jardín botánico y área natural de conservación en San Miguel de Allende comenzaron en 1989, por iniciativa de la asociación civil Cante, dirigida entonces por Federico Gama.

Luego de una intensa campaña para obtener donativos económicos privados, lograron adquirir terrenos (en primera instancia, alrededor de 30 hectáreas) sobre las laderas y acantilados de la cañada.

La zona en esa época estaba gravemente afectada por la actividad humana: la tala, la extracción de suelos, la cacería, el sobrepastoreo, los incendios, el desmonte, la acumulación de basura. El trabajo para su rescate fue titánico, recuerda César Arias de la Canal, presidente del Consejo Directivo de El Charco del Ingenio.

Añade que se elaboró un plan maestro de arquitectura del paisaje con la colaboración de Enrique Pliego y Alejandro Cabeza para construir, sobre todo, un espacio consagrado al estudio, la valoración y el disfrute de la naturaleza, abierto a la población en general.

Zona sacralizada

Una vez concluida la infraestructura (senderos, plazas, miradores y áreas de servicios) se inauguró el 11 de julio de 1991, precisamente a la hora del eclipse total de Sol que se presenció en México en esa fecha.

Esa coincidencia provocó una afortunada reacción de las comunidades indígenas vecinas: al acudir a la ceremonia de apertura, “levantaron una Cruz de Ánimas, o cruz de conquista, con lo que quedó para ellos sacralizada el área en pos del cuidado de los recursos naturales, de su cultura, así como de la unión y conformidad de esos pueblos.

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Cactos rescatados durante la construcción de carreteras, trasplantados en la última cañada de San Miguel de Allende, que todavía no es devorada

“Les abrimos las puertas, y es una gran responsabilidad, pues desde ese momento no sólo conservamos el sitio por lo que vale, sino para las comunidades originarias para quienes es sagrado, pues aquí habita para ellos el Chan, el espíritu del agua.

Esto ha ayudado muchísimo para defender El Charco, sobre todo durante los primeros años, cuando nos lo querían arrebatar. Queremos mantener esta relación, que nos ha cobijado en tiempos difíciles, porque se trata del alma del jardín botánico, explica César Arias.

Además, en estas dos décadas, continúa, la comunidad extranjera afincada en San Miguel de Allende “ha sido una de las más entusiastas colaboradoras del jardín botánico, al aportar buena cantidad de recursos. Otra fuente de ingresos, por supuesto, es el turismo (el año pasado llegaron 42 mil visitantes).

Si bien la ciudad todavía no devora su última cañada, y esperamos que no lo haga porque hemos rescatado bastante terreno, persisten zonas con cierta ambigüedad, pues colindamos con terrenos federales. Pero lo esencial está rescatado. Además de nuestras 70 hectáreas, promovimos un área natural protegida. No obstante al gobierno de Guanajuato no le interesó, por lo que en el ámbito municipal impulsamos una legislación para crear un equivalente: una zona de preservación ecológica, que incluye un sector del corredor biológico, que es donde se ubica el Parque Landeta y otras áreas que en total suman 380 hectáreas, incluida una zona de amortiguamiento donde puede haber desarrollos inmobiliarios pero con ciertas limitaciones de densidad, altura, vegetación, etcétera.

Municipio omiso

César Arias, presidente del Consejo Directivo de El Charco del Ingenio, lamenta que el municipio no asume su obligación de hacer cumplir esta ley de protección ecológica. Ha sido una lucha en la que el jardín botánico prácticamente ha estado solo.

El siguiente paso, concluye, podría ser tratar de incluir a la zona en la Red Mundial de Reservas de la Biosfera de la Unesco, sobre todo, nos ayudaría a que los fraccionadores respetaran más la ley de preservación ecológica. En los alrededores se han ido instalando y sacando plusvalía del propio Charco, eso no podemos evitarlo. Pero lo primero sería tener la declaratoria de carácter federal, pues aquí está ya un espacio con enorme valor paisajístico, ambiental e histórico, donde se han salvado tres tipos de ecosistemas: humedal, cañada y matorral.