Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 2 de junio de 2013 Num: 952

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Buen viaje,
querido Chema

Hugo Gutiérrez Vega

Nuevos poetas en Tijuana

Manuel Galich o
el ejemplo moral

Mario Roberto Morales

Una década sin
Monterroso

Esther Andradi

Cervantes plagiado
entre tedescos

Ricardo Bada

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Columnas:
A Lápiz
Enrique López Aguilar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
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Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
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Enrique López Aguilar
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Gaspar Aguilera Díaz: adelantado,
trovador y viajero (I DE IV)

Pudo ocurrir en Morelia: nació en Parral, Chihuahua; pudo haber sido en otra fecha: pareció inevitable el año 1947, cuando al signo de Libra le faltaban tres días para irse ante la llegada de Escorpión. Esto fue así gracias a los azares derivados del hecho de haber sido el hijo primogénito de un itinerante jefe de estaciones de ferrocarril, cuyos años se trenzaron con los constantes cambios de residencia: sólo el paso del tiempo, los ascensos escalafonarios, la posibilidad de escoger un destino, algo parecido a un voto familiar y el deseo de permanecer en una ciudad elegida hicieron que, desde la adolescencia del poeta, todo ocurriera de manera que a Gaspar Aguilera Díaz se le pegara ese aire de haber nacido en Morelia y de tener metido el paisaje michoacano hasta los entresijos de su corazón. Esto no borra la querencia por un lugar donde transcurrieron sus dieciséis primeros años, llenos de lecturas y aprendizaje en medio de la nada, pues, por ejemplo, las condiciones adversas lo hicieron aprovechar la luz del día o la tenue luz de una lámpara de petróleo para leer vorazmente los libros que su padre llevaba a casa. Al cabo de esos primeros dieciséis años, parecía inminente la posibilidad de que heredara el oficio de su padre, pues ya había aprendido casi todas las cosas que se hacen en las estaciones ferrocarrileras, incluido el manejo del código telegráfico. Sin embargo, fue en Michoacán donde completó los años decisivos de su formación, optó apasionadamente por la literatura y estudió la carrera de Derecho, la más cercana a sus aspiraciones literarias ante la inexistencia de la de Letras en la Universidad Nicolaíta, a finales de los sesenta y principios de los setenta; fue en Tiripetío donde un pasado de trenes y estaciones lo alcanzó a la mitad de un trabajo en la estación local y de unos estoperoles adolescentes, y se le convirtió en un accidente ferroviario que pretendió anclarle los pies con unas alas que lo han hecho viajar a todos lados; fue en Morelia donde formó parte de algunas agrupaciones juveniles en las que se hablaba de literatura, donde mostró adelantos de su obra poética en varias revistas y periódicos, donde encontró sus primeros amores y, después,  el definitivo;  de donde salió hacia dilatados viajes (al fin y al cabo, plenamente fiel a la vocación peregrina de su padre) que lo retuvieron en La Habana, Salzburgo y Praga; también fue en Morelia donde dio clases en varios planteles de bachillerato, donde actualmente trabaja para el Instituto Michoacano de Cultura, y en donde comenzó su vida literaria pública en 1981, con la edición de su primer volumen de poemas, Informe de labores, al que siguieron cuatro poemarios más durante la década de los ochenta: Pirénico, Los siete deseos capitales, Zona de derrumbe y Los ritos del obseso. Después, durante los noventa, ha publicado Tu piel vuelve a mi boca y Diario de Praga: en total, ocho poemarios con los que su autor ha conseguido un lugar propio dentro de la generación de los poetas nacidos entre 1945 y 1960; de esos ocho, los cuatro últimos, por lo menos, ofrecen el resultado más maduro y personal en el que encarnan las búsquedas y atisbos sugeridos por los cuatro primeros.

Si a los cambios atestiguados por la movilidad de un padre que seguía el tendido ferroviario se agrega el hecho de que Gaspar Aguilera se encontró con otra acentuada vocación desde finales de los setenta, la de viajero, es comprensible que uno de los resultados de sus nomadismos sea que él ha desarrollado diversos actos de lectura por medio de los cuales busca compartir y expandir su experiencia como viajero, lector y poeta. Finalmente, fue inevitable que la presencia de otras ciudades se hiciera visible en sus poemas: toda la sección “El lado oscuro de Venecia”, de Zona de derrumbe, ofrece un recorrido por París, Venecia, Verona, Roma, Florencia y Londres, que el poeta realizó físicamente en 1981; y, en la llamada “Desde la ciudad más grande del mundo”, de Tu piel vuelve a mi boca, donde el viaje se demora en Moscú, Leningrado (borrado todavía su nombre original de San Petersburgo) y Praga, lugares visitados por el poeta en 1985. Ambas secciones son antecedentes de Diario de Praga, en tanto que incorporaron de manera parcial la recreación de un viaje a otras ciudades, pues este antepenúltimo poemario de Gaspar Aguilera colocó en el centro de sus intereses poéticos la traducción de la experiencia del viaje, lateralizando un poco el itinerario amoroso.

(Continuará)