Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 19 de mayo de 2013 Num: 950

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Francisco Gamoneda:
el libro como semilla

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El arte de no leer
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Francisco Gamoneda:
el libro como semilla

Xabier F. Coronado

.. el que para crear recuerda y se opone al veneno lento del olvido.
J.M. Pérez Gay

Hay veces que la memoria histórica es caprichosa y tiene lagunas. Hechos trascendentales o personas relevantes se borran del recuerdo de los pueblos mediante un proceso que los destierra al olvido. En cambio, hay eventos y personajes que nunca se pierden, parecen estar presentes de modo perpetuo en el consciente colectivo, incluso con independencia del alcance del suceso o la importancia del individuo. En ocasiones, la memoria del olvido se recupera gracias a que alguien, normalmente un historiador, rescata el hecho o el personaje mediante un trabajo de investigación que posteriormente se da a conocer.

Vamos a ocuparnos de uno de estos casos, el de una persona que tuvo reconocimiento en su época pero que, con el paso del tiempo, se quedó en la memoria del olvido. Se trata de Francisco Gamoneda (1873-1953), un bibliógrafo en el amplio sentido de la palabra, que fue librero, autor y editor, organizador de archivos y bibliotecas, promotor cultural y maestro de un saber adquirido durante toda una vida consagrada a su principal vocación: los libros. Gamoneda se dedicó a sembrar libros porque sabía que son semillas que generan conocimiento.

Valedor de exiliados

Querido y viejo amigo Gamoneda: Yo no sé si estos versos son buenos
para honrarle a usted. Acéptelos así y déjeme firmarlos cariñosamente
para que no falte mi nombre en la lista de los que le quieren.

León Felipe

Al comenzar la década de 1940, cuando en México se vivía una efervescencia sociocultural heredera del proceso revolucionario, la llegada de los exiliados republicanos españoles, miles de “transterrados” que buscaban un lugar donde rehacer sus vidas, iba a representar un nuevo impulso para la vida cultural y universitaria del país. Pero la adaptación, tanto a nivel anímico como profesional, no resultó fácil. Uno de aquellos exiliados, José Ignacio Mantecón, recordaba años después que los refugiados españoles relacionados con libros y bibliotecas, tuvieron la fortuna de encontrar en México un valedor que les introdujo en los círculos bibliográficos del país. Este benefactor, que ellos llamaban cariñosamente “el don Quijote de los archivos y bibliotecas”, era Francisco Gamoneda, un asturiano que había llegado a México a principios de siglo.


Dos vistas del Centro de Documentación
Francisco Gamoneda

En efecto, muchos exiliados encontraron en Francisco Gamoneda a ese protector tan necesario en momentos cruciales de la vida: Mantecón y Millares Carlo trabajaron en la Exposición Retrospectiva del Libro Mexicano, dentro de las ferias del libro organizadas por Gamoneda en los años cuarenta; Juan Vicéns, Manuel del Castillo y otros bibliotecarios republicanos, participaron con Gamoneda en la creación de una red de bibliotecas populares para las delegaciones del Distrito Federal; y en 1945, un nutrido grupo de bibliotecólogos exiliados, entre los que se encontraban Mantecón, Vicéns, Concepción Muedra y Adela Ramón, tomaron parte, junto a Gamoneda, en el proyecto de formación de la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas (ENBA), e impartieron clases en sus dependencias.

El personaje y su obra

Su gran vocación de impulsor del estudio, de fundador,
le dará el puesto y nombre que su abnegado trabajo
le ha ganado en la historia de la cultura de México.

J. I. Mantecón

¿Quién era este personaje y qué trascendencia tuvo en la cultura mexicana?

Francisco Gamoneda nació en Asturias en 1873 y se puede afirmar que durante la primera mitad de su vida tuvo una existencia viajera pues cambió tres veces de continente. En 1896, después de bachillerarse en Madrid y comenzar estudios de Arquitectura en la Universidad Central, nuestro personaje aparece en Filipinas donde trabaja en la administración española del archipiélago y colabora en los periódicos El Comercio y Diario de Manila; en ese período publica numerosos artículos y dos mapas del archipiélago. En 1898 le sorprende la guerra independentista y la contienda contra EU, Gamoneda se incorpora a la guerrilla y escribe un libro sobre su participación en la lucha.

Regresa a Madrid donde estudia Derecho y trabaja como editor, pero el ambiente de la capital, en aquellos años de comienzos de siglo, era de frustración colectiva por la pérdida de las colonias. Este escenario, depresivo y abúlico, hizo que el inquieto Gamoneda buscara de nuevo otros horizontes y el continente americano apareció como una posibilidad donde satisfacer su carácter emprendedor. En 1909 decide embarcarse para México, contaba con treinta y seis años de edad.

Durante sus primeros años en Ciudad de México, trabajó en la Librería General y después fundó la Librería Biblos, ambas en el Centro Histórico. Como librero, Gamoneda cambió el concepto de librería que se tenía en México: quitó el mostrador, puso mesas de lectura y convirtió el espacio en una especie de biblioteca donde se vendían libros. Las librerías de Gamoneda funcionaron como centros culturales: se organizaban ciclos de conferencias donde disertaron oradores de la talla de Federico Gamboa, Henríquez Ureña o Manuel M. Ponce; se hacían exposiciones de pintura, en una de ellas José Clemente Orozco exhibió sus dibujos por primera vez en Ciudad de México; se formaban tertulias semanales, frecuentadas por personajes, como Antonio Caso, Alfonso Reyes, López Velarde, Castro Leal, Luis G. Urbina, Ramírez Cabañas, o Saturnino Herrán, donde los escritores leían sus textos y se comentaban las novedades culturales o los sucesos revolucionarios; y se editaban libros de poesía, novelas y un boletín bibliográfico. En definitiva, en las librerías regentadas por Gamoneda se reflejó toda una época y en ellas se expresaron pensadores, escritores y artistas de una generación trascendental para la cultura mexicana.

La década de los años veinte despertó en Gamoneda una de sus facultades más fecundas: la organización de archivos y bibliotecas. En 1921, dejó ordenado el Archivo Histórico de la Ciudad, publicó un catálogo del mismo y varios libros históricos. Durante ese intenso año, Gamoneda también formó la Biblioteca Municipal y dejó instalado el primitivo Museo de la Ciudad de México. Para realizar toda esa labor, coordinó un equipo de veinticinco personas, entre los que estaban Gómez de Orozco y Ermilo Abreu.

En 1922, Gamoneda fue contratado para organizar el archivo de la Secretaría de Hacienda, hizo un dictamen sobre la situación en que se encontraba y, con un nuevo equipo, se dispuso a ordenar millones de legajos. En los siguientes años publicó un libro sobre la organización del archivo y un catálogo. Además, se encargó de proyectar la primera Biblioteca de Hacienda dentro del Palacio Nacional, en la llamada Capilla de la Emperatriz, que Gamoneda transformó en una impresionante biblioteca que fue inaugurada en 1928. Este recinto se convirtió en punto de encuentro de maestros del pensamiento económico y social, como Daniel Cosío Villegas, Eduardo Butrón y Agustín Yáñez, entre otros.

En 1934 fue contratado para organizar la Biblioteca del Congreso de la Unión y, con su eficiencia habitual, reunió el acervo en el extemplo de Santa Clara de la calle Tacuba. La biblioteca se abrió al público en septiembre de 1936 y Francisco Gamoneda la dirigió durante dos años.

A partir de 1939, dirige la Oficina de Bibliotecas del DF con el objetivo de crear una red de bibliotecas populares. Gamoneda diseña, con sus colaboradores, un modelo de edificio y selecciona los acervos según las características de la población donde las bibliotecas prestan servicio. Hasta 1941 se inauguran catorce centros en las diferentes delegaciones. Otras bibliotecas proyectadas por Francisco Gamoneda fueron: la Biblioteca de la Cámara Española de Comercio en México (1929), la Biblioteca de Turismo (1941) y la Biblioteca de la Secretaría de la Defensa (1943).

Hay dos facetas importantes en la vida de Francisco Gamoneda: su labor como promotor cultural y su trabajo como docente. Entre 1942 y 1944 organizó tres ferias del libro consecutivas que tuvieron una amplia repercusión en la ciudad y fueron un éxito de asistencia y ventas. Durante la feria de 1943 se publicó la Biblioteca de la II Feria del Libro, que editó un total de sesenta y tres obras. La muestra de 1944 incluyó una Feria del Cine, la Radio y las Artes Plásticas. Gamoneda también fue fundador del Grupo Ariel, una asociación cultural interesada en la recuperación del legado prehispánico y colonial; el objetivo primordial era difundir la cultura y todas sus actividades eran de entrada gratuita.

En su labor como pedagogo, Gamoneda fue pionero en la enseñanza de la organización de archivos y bibliotecas. Durante su vida profesional, él mismo formó a su equipo de trabajo y, en 1928, escribió Notas sobre archivonomía y biblioteconomía. En 1937, organizó un Curso de Biblioteconomía y Archivología por correspondencia y elaboró un plan de estudios para aplicarlo en la Escuela de Archiveros. A partir de 1941 da clases en la Escuela de Formación de Personal del Archivo Militar y, en 1944, crea la Escuela de Bibliotecarios del Congreso de la Unión.

Gamoneda fue uno de los promotores del Congreso Nacional de Bibliotecarios y Archivistas que se celebró del 21 al 28 de octubre de 1944 en el Palacio de Bellas Artes. Entre los organizadores de este congreso destacan los nombres de José Vasconcelos, Andrés Henestrosa, Mª Teresa Chávez y Joaquín Díaz Mercado; uno de los resultados del encuentro fue la creación de la Escuela Nacional de Bibliotecarios y Archivistas, donde Gamoneda impartió clases hasta el final de su vida, a los ochenta años de edad.

Del reconocimiento al olvido

¿Cuánto deben a Francisco Gamoneda el espíritu y la cultura de México?
Nadie podrá saberlo. Se ha perdido la cuenta por compleja.

Agustín Yáñez

En su época, Francisco Gamoneda fue un personaje reconocido dentro del mundo cultural mexicano; todos veían en él a un maestro y admiraban la magnitud e importancia de su trabajo. Por este motivo, cuando contaba setenta y tres años de edad, un grupo de promotores decidió impulsar la edición de un libro dedicado a homenajear al veterano bibliógrafo. Los organizadores estaban encabezados por Alfonso Reyes, Enrique González Martínez, Enrique Díez-Canedo, Agustín Millares Carlo, Federico Gómez de Orozco y Pablo Neruda. El alma de la organización fue José Ignacio Mantecón que tenía en Gamoneda al maestro, el benefactor y el amigo.

La edición del libro homenaje fue apoyada por diversos organismos oficiales: la Cámara de Diputados, la Secretaría de Hacienda, el Gobierno del Distrito Federal, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Cámara Mexicana del Libro, todos ellos beneficiarios del trabajo profesional de Gamoneda. También contribuyeron particulares, como Santiago Galas Arce, Daniel Cosío Villegas, Francisco Rubio Liarte y la familia de libreros y editores Porrúa.

El libro, que salió en 1946 de los talleres de la Imprenta Universitaria con el título Homenaje a Francisco Gamoneda. Miscelánea de estudios de erudición, historia, literatura y arte, contiene sesenta y ocho trabajos firmados por igual número de personalidades de la cultura. Todos ellos se habían reunido con la intención de honrar al maestro y al amigo con un libro, la forma de reconocimiento más acertada para homenajear a un bibliógrafo. Entre los participantes vamos a señalar sólo algunos, pues la lista completa sería interminable: Max Aub, José Bergamín, Carrera Stampa, Giner de los Ríos, Manuel Toussaint, Agustín Yáñez y José Clemente Orozco.

A raíz de su fallecimiento, un paulatino olvido se fue extendiendo sobre la vida y la obra realizada por Gamoneda. Esto sucede, sobre todo, con personas que no buscaron el protagonismo ni el reconocimiento oficial y se dedicaron en exclusividad a realizar su trabajo. Ahora, a los sesenta años de su muerte, la figura de Francisco Gamoneda resurge; es un renacimiento provocado por una señal que, emitida desde la memoria del olvido, nos guía hasta una labor que permanece viva después de tantos años. Las obras siempre se resisten al olvido, porque quedan fuera del campo restringido de la memoria humana, y lo que Gamoneda nos legó son los resultados de su trabajo, el producto de semillas sembradas a base de voluntad y esfuerzo que continúan dando frutos en beneficio de muchas personas.