Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 21 de abril de 2013 Num: 946

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Desaparecidos: entre veladoras y charlatanes
Agustín Escobar Ledesma

La última promesa de
Irène Némirovsky

Cristian Jara

Con la bala en la cabeza
José Ángel Leyva

Espejismos
Kyn Taniya

Evodio Escalante y
los estridentistas

Marco Antonio Campos

Irradiador y la luz
del estridentismo

Evodio Escalante

Los tráilers que caen
del cielo: meteoritos

Norma Ávila Jiménez

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Columnas:
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Los tráilers que caen del cielo: meteoritos

 

Norma Ávila Jiménez

Ayer cayeron del cielo tres tráilers (y no es trabalenguas) de 36 a 38 toneladas de peso; hoy caerán otros tres. Pareciera que se habla de secuencias de alguna película surrealista o de ciencia ficción, pero se trata simplemente de imaginar cómo se vería el equivalente al total de la masa de material celeste que diariamente cae a la Tierra, según la información brindada por la doctora Guadalupe Cordero Tercero, investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM.

La mayor parte de estos micrometeoritos y meteoroides (pedazos de hasta 50 metros de diámetro de asteroides o cometas) no son detectados porque son pequeños, comparados con otros cuerpos planetarios. Además, en ocasiones los astrónomos no los ven porque los telescopios están dirigidos en una dirección diferente a la trayectoria de los intrusos celestes, o no reflejan una cantidad de luz solar suficiente. Y es cuando nos toman por asalto, como a la ciudad de Chelyabinsk, Rusia, el pasado 15 de febrero, cuyos habitantes observaron que algo semejante a la bola de fuego plasmada por Giotto en La adoración de los magos entró a la atmósfera terrestre a una velocidad de 64 mil kilómetros por hora –según la página web NASA Science. La energía resultante de la explosión, equivalente a veinte bombas atómicas como las detonadas en Hiroshima y Nagasaki, rompió ventanas, rostros y la cotidianpidad.

La intención no es quitar el sueño, pero Cordero asegura que 40 mil toneladas de estos objetos entran cada año a la Tierra. Algunas estimaciones señalan que cada dos días y medio, en algún lugar de nuestro planeta cae un meteoroide de un metro de diámetro, probablemente en los océanos o en zonas poco pobladas –por ello no se reportan–, uno de diez metros cae cada dos años; uno de sesenta, cada doscientos años; el que mide cien metros de diámetro atraviesa la atmósfera terrestre cada seis siglos; el de un kilómetro se impacta cada 200 mil años, y el de diez kilómetros, cada 62 millones de años.

Esto último coincide con el tamaño del asteroide o cometa que cayó en Chicxulub, Yucatán, y con la estimación temporal, ya que ocurrió hace 65 millones de años. Además de dar lugar a un cráter de 180 kilómetros de diámetro, generó una extinción masiva de especies, entre otras la de los dinosaurios que no evolucionaron en aves. El tiempo se ha cumplido: ¿pronto nos llegará otro asteroidazo o cometazo?

Aunque es muy baja la probabilidad de que eso suceda, astrónomos de todo el mundo están atentos a un asteroide de 325 metros de diámetro, llamado 99942 Apophis que, siguiendo su órbita, se ubicará a sólo 30 mil kilómetros de la Tierra en abril de 2029 (a modo de comparación, la distancia media entre nuestro planeta y la Luna es de 384 mil kilómetros).

Los antiguos egipcios consideraban a Apophis un dios oscuro, enemigo del Sol, una serpiente de mirada hipnotizante. Esto suena amenazante, pero las últimas observaciones señalan que la onda de choque del asteroide no serpenteará en la Tierra y que, de hacerlo, detonaría el equivalente a la energía de miles de bombas atómicas. Sin embargo, la investigadora universitaria asegura que no pueden descartarse los jalones gravitacionales, esto es, la fuerza de gravedad ejercida por otro cuerpo celeste sobre Apophis, lo que puede cambiarle la órbita; “por lo tanto es necesario vigilarlo constantemente”.

Como los terrícolas quieren continuar viendo estrellas (es decir, las de a de veras), volver a escuchar la Consagración de la primavera, ver caer récords olímpicos y tomar cerveza, han creado programas como el Near Earth Object (NEO) Program, de la NASA y el NEOShield de la Agencia Espacial Europea (AEE), dedicados al estudio y detección de cometas y asteroides con el fin de proteger al planeta.

Entre las estrategias para desviarlos está el denominado Impactador cinético, proyecto impulsado por la AEE, que consiste en el envío de un vehículo espacial a altísima velocidad hacia el objeto, para hacerlos chocar y lograr el cambio de su órbita, según informa la página web de la compañía Astrium, consorcio industrial especializado en navegación de satélites y naves, involucrado en el proyecto. Asimismo, en ese portal se incluye el proyecto Tractor gravitatorio, que plantea la posibilidad de colocar un vehículo muy cerca del cuerpo extraterrestre peligroso el tiempo necesario para ejercerle un jalón gravitatorio capaz de desviar su órbita. El Instituto Carl Sagan, en Estados Unidos, trabaja en este concepto.

La utilización de la presión de la radiación solar es otra alternativa. Sung Wook Paek, graduado en el Massachusetts Institute of Technology, ha sugerido bañar completamente el asteroide con una pintura altamente reflejante, con la intención de que la luz del Sol “rebote” de la superficie. Este “rebote” empujará al asteroide gradualmente hacia otra órbita que lo aleje de la Tierra.

Las colisiones con esos pedazos de hielo seco o rocas gigantes han dado lugar a una de las hipótesis sobre el origen de la vida en el tercer planeta del Sistema Solar: la denominada litopanspermia, según la cual las semillas de la vida –moléculas prebióticas (que dieron origen a las primeras células) e incluso microorganismos–, llegaron a la Tierra provenientes del espacio en cometas y asteroides, como aseguran Dolores Maravilla y Armando Rodríguez en la revista ¿Cómo ves? de febrero pasado. Entre otros datos, señalan que en las últimas décadas se han detectado aminoácidos (moléculas orgánicas) en muestras de polvo cometario y asteroidal capturado en la atmósfera terrestre.

¿Eso significa que nuestro adn tiene rasgos extraterrestres? La caída de material cósmico a la Tierra no siempre significa fatalidad. Además, los fragmentos hallados ofrecen valiosa información sobre el Sistema Solar, y cuando entran a la atmósfera como lluvias de estrellas se convierten en pinceladas cósmicas, bálsamo o gozo infinito.