Opinión
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México SA

La banca, una vez más

Allí vienen los rusos

Crédito menor al de 1994

P

or enésima ocasión se notifica a los habitantes de esta República de discursos que la banca privada que opera en el país está en la mira del gobierno federal, y tal aviso es igual de veraz que todos los anteriores, en especial porque proviene de... un banco. Es el viejo truco de curarse en salud para evitar cualquier posibilidad, por pequeña que sea, de que, ahora sí, alguna autoridad haga algo para meter en cintura al selecto grupo de voraces instituciones bancarias que controlan, de mucho atrás, el sistema financiero que algunos ilusos denominan nacional.

Al viejo estilo de allí vienen los rusos, el Bank of America Merrill Lynch, micrófono en mano, alerta que la propuesta de reforma al sistema financiero anunciada por la administración del presidente Enrique Peña Nieto (...) busca reducir el costo que pagan los usuarios de créditos, en particular los dueños de pequeñas y medianas empresas o, lo que mismo, la intención gubernamental sería cancelar el jugoso negocio de los corporativos bancarios trasnacionales que de México han hecho su paraíso, la única razón por la que permanecen en estas tierras.

Si en los últimos 18 años el gobierno mexicano hubiera atendido realmente una sola de las innumerables advertencias que hicieron académicos, especialistas en el tema y ciudadanos de a pie sobre el voraz comportamiento de la banca que opera en el país, tal vez a estas alturas México tendría una banca decente, promotora del crecimiento económico, la generación de empleo y, en fin, del desarrollo. Pero como Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón no hicieron otra cosa que dar más y más poder a las trasnacionales financieras, entonces esta República carga con un pesado fardo que cada día le cuesta más a los mexicanos.

La desastrosa reprivatización salinista de las entonces llamadas sociedades nacionales de crédito (entregadas a un grupo de especuladores bursátiles, amigo del régimen) devino en monumental cuan sucio rescate que a los mexicanos les sigue costando (de hecho aún deben más de 800 mil millones de pesos, no obstante que, quiéranlo o no, llevan 15 años pagando). Ya saneadas (con recursos de la nación), tales instituciones simple y sencillamente se extranjerizaron (salvo Banorte), no obstante que la promesa gubernamental (Ernesto Zedillo) fue que se trataba de una medida temporal y por ningún motivo pasarían a ser controladas por el capital foráneo, es decir, exactamente lo contrario de lo que sucedió.

Por aquellos tiempos la banca mexicana otorgaba más del doble de crédito (en términos de producto interno bruto) que ahora, y aún así se consideraba una proporción reducida en comparación con otras economías emergentes. El sistema bancario chino, por ejemplo, otorga 120 por ciento, contra 15 por ciento en México. La nación asiática mantiene un ritmo de crecimiento promedio anual de 10 por ciento, y en unos cuantos años desbancó a las grandes economía europeas para ubicarse como la segunda potencia mundial, sólo abajo de la destartalada economía estadunidense, a la que rebasará, si se tarda mucho, allá por el año 2020. ¿Y la mexicana? En la lona, con 1.8 por ciento de crecimiento promedio anual en el último sexenio.

La banca reprivatizada por Carlos Salinas reventó, fundamentalmente, por dos cosas; fue utilizada para los propios fines de sus nuevos dueños (enormes auto financiamientos que nunca pagaron), altísimas tasas de interés sobre los créditos (los pagados a los ahorradores eran miserables, pero un poco mayores que los de ahora), voluminoso cuan discrecional otorgamiento de créditos al consumo, con intereses de usura y utilidades fenomenales, todo ello, desde luego, con la complacencia de la autoridad supuestamente encargada de evitar este tipo de conductas. Tronó por obvias razones, y la factura simplemente se la pasaron a los mexicanos, que ni siquiera tenían vela en el entierro.

Pasaron los años, nos modernizaron el sistema bancario, y las prácticas, lejos de corregirse, se intensificaron. La única salvedad es que las instituciones bancarias, oficialmente, mantienen elevadas reservas para atender cualquier eventualidad. Eso dicen, pero a la hora de la hora nada raro sería un Fobaproa II. El hecho es que a estas alturas, de acuerdo con los reportes del Banco de México, 85 por ciento de las empresas que operan en el país no tiene otra más que financiarse por medio de sus propios proveedores, no con crédito bancario, pues éste, amén de caro, se destina en cantidades crecientes al consumo, cuyo pago tiene agarrados de ya saben dónde a millones de mexicanos.

En nombre de la modernidad, los últimos cinco sexenios se dedicaron afanosamente a desmantelar el aparato productivo y de servicios del Estado mexicano. A cambio, los mexicanos recibieron no el paraíso prometido, sino el flagelo de un grupo de Frankensteins privados (creados por el doctor neoliberal) que acapararon los sectores más jugosos de la economía nacional, por medio de las empresas públicas que, se supone, compraron. El gobierno no sólo perdió el control del grupo, sino que comenzó a depender de él para sus fines políticos.

Cinco gobiernos al hilo actuaron de esa manera. Llega el sexto, y según Bank of America va por la banca, la tiene en la mira. ¿En serio? Resulta infinitamente más fácil y políticamente más lucrativo encarcelar a, por ejemplo, Elba Esther, que tocarle un pelo a los intereses de las trasnacionales financieras. ¿El nuevo gobierno tendrá los tamaños?

Ante cualquier eventualidad, la Asociación de Bancos (en) de México ya pintó su raya; es muy importante que no se nos olvide que hace algunos años, no muy lejanos, tuvimos controles de precios de muchas índoles, y tuvimos escasez de todo; todo lo que estaba controlado desapareció como oferta... El dinero en el crédito es una materia prima más para el desarrollo económico, pensar en ponerle controles de precio al dinero es lo mismo que ponérselo a cualquier otro bien o servicio y regresar a una época donde México dejó de crecer y empezó a tener una inflación descontrolada, declaró Luis Niño de Rivera, vicepresidente de la ABM, en conferencia de prensa el 13 de febrero (La Jornada, Roberto González Amador).

Ajá, desapareció el control de precios, se acabó la escasez, la oferta crece y no hay inflación descontrolada, pero el crédito productivo, amén de oneroso, brilla por su ausencia. ¿Entonces?

Las rebanadas del pastel

Y mientras la mexicanada se prepara para que el próximo sábado les den el cuarto gasolinazo en cuatro meses de 2013, hoy le ponemos la velita número 12 al pastel de México SA. ¡Salud!